El Carnaval

 

Debido al libertinaje que se produce en estos días de jolgorio, los cristianos más conscientes prefieren retirarse del tumulto y entregarse al recogimiento y la oración. Es lo que se llama «retiro de Carnaval», una costumbre muy recomendable para aquellos que desean alejarse del ruido y dedicarse a reflexionar un poco sobre lo único necesario: la salvación eterna.

04/03/14 11:19 AM


Se acerca el Carnaval, que actualmente es una fiesta completamente profana y nada edificante. Junto a los desfiles deslumbrantes de las escuelas de samba, con toda su sofisticación, sus ricos detalles, sus disfraces fascinantes, su derroche de dinero y su exhibición de lujo, vanidad y también desvergüenza, se puede descubrir asimismo una verdadera bacanal de orgías y fiestas mundanas, llenas de libertinaje, donde parece que todo está permitido. En esos días, la moral se viene abajo e incluso las personas más serias se desbocan, campan a sus anchas ​​la inmoralidad y el libertinaje, perece la pureza y la tranquilidad desaparece. Desafortunadamente, hace mucho tiempo que el carnaval dejó de ser un simple regocijo popular, una fiesta casi inocente, un entretenimiento callejero y una diversión hasta cierto punto sana.

Según una teoría, el origen de la palabra «carnaval» proviene del latín «carne vale», es decir, «adiós a la carne», porque al día siguiente comenzaba la Cuaresma, un tiempo en el que los cristianos se abstienen de comer carne, como penitencia. Por lo tanto, al despedirse de la carne el martes antes del Miércoles de Ceniza, se hacía una buena comida, que incluía lógicamente carne, y se decía adiós a la misma. Todo esto, que sólo es explicable en un ambiente cristiano, ha dado origen a una fiesta muy poco cristiana. Se ve como lo sagrado y lo profano están muy cerca, y lo segundo puede contaminar a lo primero. Al igual que sucede hoy con las festividades religiosas, cuando lo profano nacido en torno a lo sagrado termina por sofocar y profanar a esto último. Esto ocurre hasta en Navidad y en las fiestas patronales de los pueblos y ciudades. Lo accesorio toma el lugar de lo principal, que se ve perjudicado, olvidado y profanado.

La gran fiesta cristiana es la fiesta de Pascua, inmediatamente precedida por la Semana Santa, para la cual uno se prepara con la Cuaresma, que comienza el Miércoles de Ceniza, en señal de penitencia. Por lo tanto, es la fecha de la Pascua la que determina la fecha del Carnaval, que precede al Miércoles de Ceniza, el cual a su vez siempre cae cuarenta y siete días antes de la Pascua.

Debido al libertinaje que se produce en estos días de jolgorio, los cristianos más conscientes prefieren retirarse del tumulto y entregarse al recogimiento y la oración. Es lo que se llama «retiro de Carnaval», una costumbre muy recomendable para aquellos que desean alejarse del ruido y dedicarse a reflexionar un poco sobre lo único necesario: la salvación eterna. Es el momento de pensar en Dios, en la propia alma, en la misión de cada uno y en la necesidad de estar a bien con Dios y con la propia conciencia. «El ruido no hace bien y el bien no hace ruido», decía San Francisco de Sales.

San Pablo ya nos lo advirtió: «No os ajustéis a este mundo» (Rm 12,2), «Ya os lo he dicho muchas veces, y ahora os lo repito con lágrimas en los ojos: Hay muchos por ahí que se comportan como enemigos de la cruz de Cristo. Su fin es la perdición, su dios es el vientre, su gloria está en sus vergüenzas, sólo aprecian las cosas terrenas» (Flp 3,18-19), «Los que disfrutan de este mundo, como si no disfrutasen, porque la figura de este mundo pasa» (1Co 7,31).

Pasemos, pues, este tiempo en la tranquilidad del hogar, en algún lugar más tranquilo o, aún mejor, participando en un retiro espiritual. ¡Buen descanso y recogimiento para todos!

 

+ Dom Fernando Arêas Rifan

Obispo de la Administración Apostólica personal de San Juan María Vianney