4.03.14

 

Ciertos sectores del periodismo eclesio-progre de este país daban por hecho que el papa Francisco iba a poner patas arriba la Iglesia en España aprovechando la visita ad limina de los obispos españoles. Pues bien, “lasciate ogni speranza". Los mismos que llevan meses haciendo el ridículo asegurando el relevo inmediato del cardenal Rouco -a quien odian y desprecian de manera enfermiza-, los mismos que pensaban que en Roma el Santo Padre iba poco menos que a señalar el nombre del próximo presidente de la CEE, los mismos que aventuraban un rapapolvo pontificio a los pastores de este país, ahora empiezan a mostrar su desconcierto. Si uno lee el discurso que el Papa entregó a los prelados y luego los titulares de prensa de esos medios, da la sensación de que intentan encajar dicho discurso en un guión previamente escrito, cuando la realidad es que no hay manera de hacer ese encaje.

Y es que eso de que el Papa apele a la historia de España, esa España católica de toda la vida, ha sentado como un tiro en esos sectores. El que reconozca el avance del indiferentismo religioso -apostasía lo llaman en mi pueblo- y la cultura mundana en este país, tampoco les ha gustado. Y el que les indique que corresponde a los obispos ponerse al frente del carro de la evangelización -¿cómo iba a ser de otra manera?-, les ha dejado desorientados. Ciertamente el Santo Padre ha pedido a nuestros pastores que ni se sientan solos ni se crean que solos pueden hacer esa tarea. Les pide que cuenten con los sacerdotes, los religiosos y los laicos. Pero, ¿acaso eso es una novedad? Leamos lo que el Papa Juan Pablo II, beato, dijo a los obispos españoles en la anterior visita ad limina:

Los sacerdotes están en la primera línea de la evangelización y soportan “el peso del día y el calor” (Mt 20,12). Ellos necesitan de manera especial vuestro cuidado y cercanía pastoral, pues son vuestros “hijos” (LG 28), “amigos” (ChD 16) y “hermanos” (PO 7).

¿Y qué dijo el papa polaco del papel de los seglares?:

Los fieles católicos, a los cuales les incumbe buscar el Reino de Dios ocupándose de las realidades temporales y ordenándolas según la voluntad divina, están llamados a ser testigos valientes de su fe en los diferentes ámbitos de la vida pública. Su participación en la vida eclesial es fundamental y, en ocasiones, sin su colaboración vuestro apostolado de pastores no llegaría a “todos los hombres de todos los tiempos y lugares” (LG, 33).

Como ven ustedes, nada nuevo bajo el sol. Ciertamente el estilo de este Papa es distinto al de sus predecesores. Pero es que Dios no tiene clones como hijos, sino que cada uno de nosotros contamos con una personalidad propia, diferente al resto. Y tanto los obispos como los Papas no se fabrican en una cadena de montaje, sino que son creados por las manos artesanas del Señor de la Vida.

Que algún elemento del periodismo progre-eclesial haya sido capaz de decir que el discurso del Papa, al que tilda de “plano", lo escribió un funcionario de la Secretaría de Estado es lo mismo que decir que al Santo Padre le importa un comino España y que es incapaz de tomarse en serio lo que ocurre en este país en general, y más concretamente en la Iglesia que peregrina por estos lares. La realidad es muy diferente. En las reuniones que ya ha mantenido con grupos de obispos durante la semana pasada, el Papa demostró conocer bastante bien la realidad eclesial y social española. Tanto, que hasta le preocupa la unidad de este país. No hace falta que les explique por qué. La discreción necesaria, esa de la que algunos carecen, me impide dar más detalles, pero si el lector de InfoCatólica confía en nuestro criterio, que sepa que en este portal estamos muy contentos con lo que el Santo Padre ha dicho, hasta ahora, a nuestros obispos. Yo, desde luego, lo estoy.

Por otra parte, y aunque el papa Francisco recalcó en su discurso la necesidad de que los obispos colaboren y se apoyen entre sí, para lo cual la Conferencia Episcopal juega un papel importante, muy equivocados están aquellos que piensan que desde Añastro (sede de la CEE) se puede hacer todo. El Papa ha pedido que cada diócesis esté en estado de misión permamente. Por más que el próximo presidente de la CEE fuera una especie de San Juan de Ávila del siglo XXI, él no podría hacer que diócesis como la mía cumpla el deseo del Vicario de Cristo. Y si digo la mía, digo cualquier otra de este país. Es más, aunque mi obispo pusiera todo su empeño en que esta diócesis se convierta en misionera para los oscenses, poco se lograría si sacerdotes, religiosos y seglares siguiéramos viviendo un catolicismo rutinario de “andar por casa", de “ir tirando". Para ser instrumento de la conversión de otros, tenemos que empezar por convertirnos nosotros mismos. Y para eso contamos con la gracia de Dios, que está esperando a que hagamos uso de ella y no la dejemos aparcada o enterrada cual si fuera el talento desaprovechado de la parábola evangélica.

En definitiva, los falsos profetas del progresismo eclesial en España andan llorando por las esquinas. El Papa está confirmando en la fe a nuestros obispos. Pero es la fe católica. Con todos los énfasis propios de este papado que se quieran, pero fe católica. No la que los ilusos querrían.

En breve tendremos cambios en la Conferencia Episcopal. De hecho, ya hubo uno importante en la persona del secretario general y portavoz. Ahora toca la presidencia, ejecutiva y algunas comisiones. Ciertamente se habla del fin de la era “Rouco". Pero no porque el cardenal y arzobispo de Madrid sea visto con malos ojos desde Roma como pretenden los manipuladores de siempre. Ocurre que en agosto de este año cumplirá 78 años. Y siendo previsible que su retiro esté próximo, no tendría mucho sentido que repitiera al frente de la CEE. Quien sea su sucesor al frente de la Conferencia lo decidirán los obispos. El Papa, desde luego, no les ha dado pista alguna. ¿Lo mismo es que confía en su criterio? Sí, va a ser eso. El Santo Padre se fía de nuestros pastores. Que, les recuerdo, son prácticamente los mismos que han querido que el cardenal y arzobispo de Madrid sea el presidente de la CEE durante 4 trienios. Eso no lo cambia ya nadie.

Luis Fernando Pérez Bustamante