9.03.14

 

A falta de saber muchos datos sobre el anunciado concilio pan-ortodoxo del 2016, del que InfoCatólica informa hoy en primicia para los lectores de lengua española, quiero señalar algunos puntos que creo necesarios para comprender no solo la importancia del evento sino para aventurar posibles consecuencias desde el punto de vista de la relación entre católicos y ortodoxos.

Que estamos ante un hito histórico lo demuestra el hecho de que en más de mil años los ortodoxos han sido “incapaces” de organizar un concilio que, para ellos, será ecuménico. Es decir, desde que se separaron del Sucesor de Pedro, no han podido reunirse todos. Primera consecuencia, pues, de esta convocatoria: aludirán a la misma como prueba de que no necesitan ni Papa ni emperador -como pasaba en el primer mileno- para convocarlo y/o legitimarlo. Saquen ustedes sus propias conclusiones de lo que significa eso.

El principal problema interno de los ortodoxos hoy es el conflicto existente entre el patriarcado de Constantinopla y el de Moscú a cuenta de la aplicación del canon 28 de Calcedonia, que el patriarca ecuménico interpreta como que le da legítima autoridad sobre diócesis ortodoxas fuera de su ámbito geográfico (en un principio el Imperio bizantino), algo que Moscú niega. El asunto tiene mucha importancia para ver de qué manera se configura la situación de los ortodoxos en el continente americano y en algunas de las antiguas repúblicas socialistas soviéticas que hoy son naciones independientes. En Ucrania, por ejemplo, hay tres iglesia ortodoxas separadas por esta cuestión. Tengo muchas dudas de que se logre un acuerdo definitivo, dada la primacía REAL de Moscú sobre la primacía histórica de Constantinopla. No se olvide que los ortodoxos rusos consideran Moscú como la “tercera Roma”.

Doctrinalmente los ortodoxos no tienen diferencias entre sí y, por tanto, precisamente para evitar que surjan, no se va a producir ningún acercamiento efectivo a los dogmas católicos que hoy no aceptan. Que son muchos. No solo los que tienen que ver con el papado. En otras palabras, no esperemos un nuevo Concilio de Ferrara-Florencia, que estuvo en un tris de solucionar el Cisma oriental.

Los ortodoxos han de afrontar de una vez por todas el problema del cesaropapismo, que hoy tiene rostros nuevos pero no por ello menos peligrosos. El etnicismo y nacionalismo de las iglesias ortodoxas nacionales casa mal con la catolicidad de la Iglesia y con los vaivenes de la Historia en relación a la configuración, nacimiento y/ o desaparición de las naciones. No hay más que ver en qué han quedado los grandes patriarcados orientales del primer milenio. Los de Constantinopla y Antioquía dependen del gobierno turco. El de Alejandría, en Egipto. Y el de Jerusalén, pues ya lo saben ustedes. Dado que Constantinopla, en un error que el Papa León Magno rechazó, pretendía tener autoridad en base a su condición de sede de la capital de lo que quedaba de Imperio romano, si ahora usáramos ese mismo argumento, habría que considerar a ese patriarca con menos autoridad que un simple párroco ortodoxo de Moscú. No digo que deba ser así, obviamente. Solo apunto a dónde lleva el sinsentido de unir la “autoridad” eclesial de una sede episcopal a la importancia política, volátil, del lugar de dicha sede. Eso no ocurre con el Papa de Roma, que mantiene su autoridad porque en Él reside el ministerio petrino, lo cual no cambia por mucho que la Ciudad eterna sea capital de un imperio o, como en tiempos del Papa León Magno, una ciudad asediada por bárbaros.

Hay otras consideraciones menores que quizás se conviertan en “mayores” según se acerque ese sínodo pan-ortodoxo. Por ejemplo, ¿qué hará Turquía? ¿facilitará o pondrá dificultades para la celebración del sínodo? No creo que Erdogan esté entusiasmado con la idea, aunque supongo que no pondrá problemas para no perjudicar su imagen en Occidente.

También habrá que ver qué quieren los ortodoxos en relación a la representación de la Iglesia Católica en su sínodo. Supongo que el Papa enviará al cardenal Kurt Koch, responsable del Pontifico Consejo para la Promoción de la Unidad de los Cristianos. Ojito con que no le den el mismo trato protocolario que a representantes de comunidades eclesiales protestantes que NO han conservado la sucesión apostólica. Tal hecho sería un gesto feo por parte de los ortodoxos. Si tratan el legado papal como a los legados de protestantes liberales que casan obispas lesbianas, tendremos un problema. Será interesante también si se suscita la cuestión de los uniatas (orientales en comunión con Roma).

En todo caso, este sínodo pan-ortodoxo va a servir para algo bien interesante. A saber, constatar de nuevo que entre los ortodoxos no existe ni sombra alguna de modernismo o liberalismo, ni en cuestiones litúrgicas ni doctrinales. Ellos están prácticamente libres de la plaga del progre-eclesialismo. No verán ustedes un jesuita como Masiá ni una benedictina como Forcades entre los ortodoxos. Si asomara alguno parecido, duraría dentro de sus iglesias menos de cinco minutos. Como ven, algo tenemos que aprender de nuestros hermanos orientales.

Luis Fernando Pérez Bustamante