10.03.14

 

Las charlas cuaresmales siempre fueron algo así como los ejercicios espirituales del pueblo de Dios. Ante la proximidad de la semana santa era normal, lo sigue siendo en muchos lugares, organizar unas charlas cuaresmales para alentar en el camino de la conversión y animar a los fieles a una buena confesión.

Recuerdo aquellas charlas cuaresmales de mi niñez, impartidas por el párroco o por sacerdotes llegados para la ocasión, y que congregaban prácticamente al pueblo entero. Incluso las había para jóvenes, para hombres, para mujeres… Todo un acontecimiento.

Hoy seguimos programando charlas cuaresmales en las parroquias de la misma forma que se hacía “in illo tempore”, pero con resultados bien dispares. Ya no acude la práctica totalidad de los feligreses. Más bien sucede todo lo contrario. Cada vez menos y cada vez gente menos necesitada de ellas, aunque a todos vienen bien.

Pienso ahora en el año pasado. El día de más éxito no sé si llegamos a cincuenta o sesenta personas. De ellas, la inmensa mayoría, gente de misa diaria, confesión frecuente y vida ordenada. Lo que me dicen otros compañeros es que por más que intentes llevar a “primeros espadas”, a predicadores “de renombre”, por más que animas, insistes y suplicas… acuden los de siempre. Justo los menos necesitados de ellas.

Este año, revisando esto en el consejo pastoral parroquial, decidimos que no vamos a tener en la parroquia charlas cuaresmales al uso. A cambio, eso sí, tendremos cinco “mini charlas” aprovechando la riqueza de los textos de la Escritura en las misas dominicales.

La gente va a donde va, que es básicamente a la misa dominical. Ahí, en la masa de asistentes a la misa, es donde están los cristianos más necesitados de empuje, de aliento, de ánimo, de estímulo en su vida de fe. Si insistimos por arriba, por abajo, por activa, pasiva y perifrástica para que acudan a las charlas, aparte de ser unos palizas, quizá pueda lograrse que en vez de ser cincuenta sean sesenta, quizá setenta. Muy pocos en cualquier caso.

Pero… si convertimos las homilías de cuaresma en homilías bien preparadas, nos tomamos la molestia de prepararlas con especial cuidado, y sabemos exponer los grandes temas de las catequesis cuaresmales por ejemplo de este año: tentaciones, transfiguración, la samaritana, el ciego de nacimiento y Lázaro, pensamos que los resultados pueden ser mucho mejores. Es decir, que en lugar de dos o tres charlas a las que acuden los de siempre, este año tendremos cinco mini charlas que van a escuchar todos. Ayer fue la primera. Uno se da cuenta si la gente atiende, y vaya si lo hicieron. Lo noté en la misma homilía y sobre todo en la consagración: si alguien me hubiera dicho, por el silencio que se hizo, apenas roto por la campanilla, que estaba consagrando solo, lo hubiera creído.

Me admiran los compañeros que consiguen arrastrar a cientos de personas de su parroquia a las charlas cuaresmales. Nosotros somos incapaces. Así que lo de Mahoma y la montaña. ¿Qué no vienen a las charlas? Pues trasladamos las charlas a las misas dominicales, evidentemente sin necesidad de alargarlas, que no por hablar más se consiguen mejores frutos. A ver qué tal se nos da este año.