Eminentísimo Señor Cardenal Presidente, Eminentísimos Señores Cardenales, Excelentísimos Señores Arzobispos y Obispos:

Al expresarles mi sentido agradecimiento por esta oportunidad de saludarles, deseo en primer lugar, hacerme eco del mensaje que acaba de dirigirles el Santo Padre Francisco con ocasión de la Visita ad Limina Apostolorum, acerca de la cual me he mantenido muy atento. Les felicito por su feliz desarrollo y agradezco vivamente esta nueva prueba de comunión con el Sucesor de Pedro y de atención para con la Iglesia Universal.

Permítanme evocar juntos este gozoso contacto reciente, y repensar resumidamente la palabra del Papa. El Santo Padre, sin ignorar la presencia en la realidad actual de “la indiferencia” de muchos bautizados y del influjo de una “cultura mundana”, ha querido dar ánimo al episcopado español: “seguid adelante con esperanza”- ha dicho-. Una esperanza que se apoya en la acción“generosa” del Espíritu Santo en el corazón de los fieles, y en la realidad histórica de la Iglesia que peregrina en España, en cuya trayectoria, prevalece“la gracia divina que nunca se extingue”.

Convencidos de esta Caridad infundida, el Papa les ha pedido en particular “abrir caminos nuevos al evangelio”,caminos por los cuales los fieles “descubran lo que ya anida en su interior” y cultiven el don por el que se hacen“amigos y hermanos de Cristo”. Es desde la perspectiva de la semilla, de la divina gracia, desde donde el Papa ha señalado, particularmente a esta Conferencia Episcopal, el acompañamiento de las familias, el incremento de las vocaciones sacerdotales y el cuidado testimonial en la atención a los pobres. El Amor de Dios se manifiesta en la entrega y el sentido del otro, particularmente del débil. Todo esto invita a ponerse en “estado de misión permanente… de anuncio incesante y animación constante”, teniendo en cuenta, a la luz del modo divino, la paciencia en el proceso de maduración inherente a todo crecimiento, sabiendo “respetar con humildad, los tiempos de Dios”.

Estas particulares consignas, canalizan, si así puede decirse, aquellas otras más generales con las que, mirando el libro de los Hechos de los Apóstoles, el Santo Padre, no hacía mucho, había dibujado el ministerio episcopal en su Discurso a la Congregación para los Obispos. La Iglesia en la tierra está en desarrollo. Es la gracia de Dios la que afianza en la fe a su Iglesia y hace que crezca y se propague. Esto constituía la alegría de los apóstoles (Cf Act 11, 23).  La Iglesia “que Dios ha adquirido con su propia sangre” (Act. 20, 28) es, en el tiempo presente, una Iglesia que camina y va creciendo.

En ese camino – señala el Papa – la persona “necesita encontrar en la Iglesia lo permanente: la indeleble gracia inicial” (nº 3) la cual está en la Iglesia Apostólica como fuente. En este marco, los sucesores de los apóstoles, sabiendo que las personas “necesitan ser guiadas por quien es capaz de ver las cosas desde lo alto…con la amplitud del corazón de Dios” (nº1) deben practicar, en su hacer pastoral, dos virtudes: la valentía y la paciencia. La valentía de ofrecer con generosidad la propia vida, de consumirse por el rebaño (Cf. nº4), y la paciencia que descansa en la confianza en el Señor y nos llena de esperanza cada día, ya que sabemos “que la cizaña nunca será tanta como para llenar el campo. El corazón humano está hecho para el trigo; ha sido el enemigo quien, a escondidas, ha arrojado la mala semilla. Pero la hora de la cizaña ya está irrevocablemente fijada… Por tanto, hay que trabajar, más bien, en la preparación del terreno, en la amplitud de la siembra. Actuar como sembradores confiados, evitando el miedo de quien cree que la cosecha solo depende de él” (nº 6). Nuestro legado como Obispos es solamente “la santidad” sabiendo, como hemos ya señalado, que “la Iglesia permanece cuando se dilata la santidad de Dios en sus miembros” (nº 8), cuando, en nuestras personas y comunidades, crece la gracia de Dios.

Refiriéndome en concreto a los temas señalados en la presente Asamblea, que procederá a la renovación de Cargos, me dirijo a Vuestra Eminencia, Sr. Cardenal Presidente, haciendo propios los sentimientos de viva gratitud de esta Conferencia Episcopal por la tarea desarrollada al servicio de la Iglesia que peregrina en España. En su delicada encomienda, Sr. Cardenal, he apreciado su generosa entrega con sentido eclesial, su saber actuar desde el conocimiento real de las causas y su confianza en el Señor, sabiendo que es El, el que“guía a la nave de su Iglesia sabiamente, asistiéndola con la fuerza del Espíritu Santo” (Prefacio IX dominical T.O.). Muchas gracias por todo, Sr. Cardenal.

Al mismo tiempo anticipo ya mis mejores votos al nuevo Presidente que será elegido, asegurándole de antemano mi fraterna ayuda en la labor confiada al servicio de este episcopado.

A punto de cumplirse el primer aniversario de la elección del Papa Francisco, el próximo jueves día 13, termino mis palabras agradeciendo las expresiones de felicitación y la seguridad de sus oraciones, a las que, sin duda, invitan también a los fieles de sus queridas diócesis como signo de la comunión que Cristo ha puesto en su Iglesia.

Señores Obispos, con los expresados sentimientos seguiré con la oración esta Reunión confiando en la materna intercesión de la Virgen María, Madre de Dios y de la Iglesia. Muchas gracias.