14.03.14

El Papa Francisco y su pasado “demasiado jesuita”

A las 9:46 AM, por Andrés Beltramo
Categorías : Congregaciones y órdenes

Del Vatican Insider

Conoció a Jorge Mario Bergoglio más de 30 años atrás. El Papa fue su provincial, su formador y su amigo. El jesuita argentino Humberto Miguel Yañez siempre mantuvo buena relación con Francisco, incluso cuando se distanció de la Compañía por sus responsabilidades como obispo. En entrevista con el Vatican Insider habló de la relación entre el Papa y la orden fundada por san Ignacio de Loyola.

¿Un año de pontificado es muy poco tiempo para hacer un balance?

Ya existen muchos aspectos que llaman la atención. El primero es su estilo nuevo, es un Papa original. No es el estilo formal de los Papas reyes. Bergoglio no tiene nada de rey. En ese sentido es un cambio grande, por el cual muchos todavía están impactados y les cuesta aceptar. Por eso no ocupa los aposentos pontificios, vive en la Casa de Santa Marta para tener contacto con la gente. Un estilo de vida más de los religiosos. Esa es otra de sus característica, es un Papa religioso después de muchos siglos y el primer jesuita. Todo eso se percibe en su modo de conducirse, de ser y de tratar a las personas. No ama para nada el protocolo. Un estilo llano, sencillo, espontáneo, natural. Eso llama la atención, que sea tan normal.

¿Es un Papa realmente jesuita? ¿Cuánto de jesuita tiene Francisco?

Hay un chiste que se escucha por los pasillos en estos días: “Tiene nombre franciscano, se viste como dominicano, pero en el fondo es jesuita”. Es profundamente jesuita, eso no lo ha perdido. La Compañía de Jesús tiene un carisma eclesial, de apertura y diálogo con todos. Eso él lo ha puesto en práctica desde obispo. Ha tenido una evolución y eso lo ha preparado para el puesto que tiene ahora. Al mismo tiempo, no obstante su gran apertura, no pierde la capacidad de conducción. En definitiva es él quien decide, lo cual es muy bueno. Es una persona que jamás se ha dejado presionar por nadie, es muy libre y se le nota. No es que finge escuchar y ya tiene pensado cómo actuar. Al proceso de diálogo, va sumando un discernimiento espiritual. Eso le da una perspectiva no ideológica y una gran imprevisibilidad.

¿Qué puede significar para la Compañía este pontificado? Después de los problemas del pasado reciente, ¿Francisco está promoviendo una especie de “reforma” para los jesuitas?

Creo que sí, ya nos ha lanzado algunos dardos que nos han dejado pensando. Sobre todo en la última homilía que nos dirigió en la Iglesia del Jesús (de Roma), con motivo de la canonización de Pietro Fabro. Nos recordó que el jesuita es una persona incompleta, nos quería decir que debemos estar siempre en la búsqueda. Esa idea, junto con la de ir a las periferias existenciales, nos está sacudiendo para continuar un camino de creatividad que después del Concilio Vaticano II la Compañía ha tenido con las dificultades que eso le ha traído, con los errores que ha cometido. Pero no todo fueron errores, por lo pronto ha dado a la Iglesia a un Papa. No obstante esta etapa post conciliar ha sido la más traumática desde la fundación. El haber tenido tensiones con los Papas, con Pablo VI y Juan Pablo II, es algo nuevo en la historia de la Orden. Ahora el Papa jesuita en lugar de decirnos: “Muchachos, quédense cayados, no hagan lío”, más bien nos dice todo lo contrario: “Sigan adelante por el surco de la tradición de la Compañía”.

Pero es también un doble mensaje, porque Bergoglio tiene una idea muy clara del carisma original de la Compañía. Les pide que vayan a las periferias, pero no que se pasen, ¿es así?

Para ir a las periferias se tiene que hacer como Pedro Fabro, con una profunda espiritualidad. Eso lo indicó (el Papa) claramente en la homilía del 3 de enero. Es claro que los problemas de la Compañía han sido por un vuelco hacia lo social descuidando la dimensión espiritual, que no es un problema nuevo en la Iglesia pero que en la etapa post conciliar se hizo bastante crítico. Eso hizo caer en planteos ideológicos o posturas radicalizadas que en el fondo desfiguran el evangelio.

Bergoglio encarna esas turbulencias que vivió la Compañía, desde su difícil salida del provincialato en Argentina y su posterior “exilio” en Córdoba. De hecho algunos jesuitas confesaron haber tenido una muy mala imagen de él como arzobispo de Buenos Aires. ¿Están ante una oportunidad histórica de sanar esas heridas del pasado reciente?

Él las conoce desde dentro y reaccionó en su momento a esas turbulencias con una posición muy clara, muy definida. Su postura estuvo en continuidad con el Concilio. Pero en su momento no se lo entendió, tal vez porque fue un poco visionario, profético.

¿Fue demasiado jesuita para los mismos jesuitas?

(Ríe) Tal cual. En cierto sentido sí. Él entendió muy bien la propuesta del Concilio de volver a las fuentes. A nosotros nos hizo estudiar los ejercicios, las Constituciones de la Compañía, las misiones jesuíticas. Pero no para quedarnos adentro, para ir a los pobres, para comprometernos con ellos. En él existe esa tensión entre la espiritualidad y la acción. Lo difícil es mantener esa tensión en equilibrio, porque donde se rompe ese equilibrio es cuando nos vamos a los extremos. Es un equilibrio muy frágil, al cual estamos llamados a mantener desde la oración.