18.03.14

Un amigo de Lolo - De allí venimos

A las 12:10 AM, por Eleuterio
Categorías : General, Un amigo de Lolo

Presentación

Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infringían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.

Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y tan franco.

De allí venimos

“Creación: el más hermoso fruto de la fecundidad de Dios. Por eso es tan hermosa”
Manuel Lozano Garrido, Lolo
Bien venido, amor (91)

La Creación o, mejor dicho, aquello que constituye la misma, que lo forma y da sustancia, es un hecho maravilloso que, seguramente, nunca llegaremos a entender. Queda muy lejos de nuestro entendimiento el hacer de Dios en tal caso. Sin embargo, sí estamos seguros que nada de lo que existe puede ser fruto de la casualidad ni de la conjunción de moléculas que, a lo largo de millones de años pasaron de ser algo microscópico a constituir un ser que es capaz de pensar por sí mismo, de decidir por sí mismo y de saberse privilegiado sin merecerlo. Es decir, el ser humano.
Cualquiera que se pare a pensar siquiera unos minutos y mire a su alrededor (mucho mejor si se está en el campo y no en la ciudad donde el ser humano ha “creado” su propio entorno) se dará cuenta que el funcionamiento de la naturaleza (incluido él mismo) es muy perfecto, está muy bien hecho y tanta perfección sólo puede estar causada por una mano inteligente. Vamos, por una mano que depende de un ser más que inteligente.

Algunos creen que todo ha surgido de la nada y que de la nada todo es todo. Sin embargo, sabemos que de la nada no puede surgir nada pues es, en efecto, nada y nadie puede sostener que de lo que no es nada pueda surgir o aparecer algo.

Por tanto, ha debido mediar Alguien entre lo que no existía y la existencia de lo que existe. Y esto no es alta teología o filosofía sino simple ver lo que pasa y lo que sucede en el mundo que vivimos. Qué decir si nos ponemos a contemplar lo que el ser humano no conoce pero que sin duda, pues algo hemos conocido de ello por las expediciones de aparatos enviados al espacio, ha de existir. La voluntad de Dios es la que es porque es el Creador y nadie puede decir (y si puede, sin duda, se equivoca) que no haya creado otras especies inteligentes en los muchos mundos que existen en el universo y que, sin duda alguna, ni conocemos y es más que probable que nunca conozcamos.

Pero la Creación que vemos, la que hay en nuestro planeta Tierra, es más que suficiente como para adorar a Dios. Nada más hace falta para darnos cuenta de que debemos demasiado, mucho, más de lo que nunca agradeceremos a Quien, un día, quiso decir “sea” y fue, “exista” y existió. Y sólo puede haber sido así por mucho que los relatos bíblicos acerca de la creación se pueda decir que están escritos para una mentalidad determinada y para un momento tal o cual. Lo que hay es lo que hay y nadie puede negarlo. Y lo que hay es demasiado maravilloso como para que olvidemos que ha debido ser por alguna razón que, eso es cierto, no acabamos de alcanzar a entender.

En realidad, no nos hace falta entenderla. Hay realidades que están muy lejos de nuestro alcance pero que, sin duda alguna, debemos tener por ciertas. Nos debería bastar con tener por bueno lo hecho pues es bueno lo hecho. Así lo pensó y dijo Dios. Es más, de nosotros, de su semejanza, dijo que estaba “muy bien hecho” porque sabía que, como se diría castizamente, lo bordó. Luego, eso sí, le salimos rana y nos gustó más el árbol prohibido que hacer prevalecer la voluntad de nuestro Creador. Pero, a lo mejor, Dios ya contaba con que su creatura saliera por peteneras haciendo uso de la libertad que le había donado para echarse a perder y hacer, de una tacaba, que entrara el pecado en el mundo y, ¡Ay!, también la muerte.

Hasta entonces no estaba prescrita la muerte para el ser humano pues si Dios aconsejó no comer de aquel árbol bajo pena de caer en la muerte es que, sin duda alguna, el Creador no había prescrito el fin de tal forma para el ser humano. Y entonces, nuestros primeros nosotros, hicimos lo que nos vino en gana. Eso sí, engañados pero, al fin y al cabo, cayendo en la tentación que había sido puesta ahí por quien ya era Príncipe de este mundo, nuestro más encarnizado enemigo.

De todas formas, la Creación, hecha por Dios para bien y beneficio del hombre, siguió donde estaba. Y nosotros, desde entonces, también… pero con una carga muy pesada de la que aún no nos hemos librado. No obstante llevamos dos mil años pidiéndole a Dios que no nos deje caer en la tentación.

Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, ruega por nosotros.

Eleuterio Fernández Guzmán