22.03.14

Libro: La sociedad desvinculada

A las 12:12 AM, por Eleuterio
Categorías : General, Libros y otros textos

La sociedad desvinculada

Título: ”La sociedad desvinculada”.
Autor: Josep Miró.
Editorial: Stella Maris.
Páginas:192.
Precio aprox.: 17’90 € versión papel y 7’27 € versión digital.
ISBN : 978-84-16128-02-0.
Año edición: 2014.
Lo puedes adquirir en Editorial Stella Maris

“La sociedad desvinculada”, de Josep Miró.

El subtítulo de este libro de Josep Miró dice mucho del contenido del mismo: “Fundamentos de la crisis y necesidad de un nuevo comienzo”.

En realidad ¿la crisis profunda por la que está pasando la sociedad occidental tiene mucho que ver con algo más que la economía? Responder a esto, como hace el autor del libro, supone entender el verdadero origen de la misma. Dar solución, por tanto, a la situación por la que pasamos es una cuestión, simplemente, de mera supervivencia. Y la cosa está, sencillamente, fatal.

Hay un antes y un después de la Ilustración y de lo que supuso “eso” para la humanidad. Un antes que tenía mucho de conciencia de comunidad y un después que tenía y tiene demasiado de individualismo y de subjetivismo.

Ya desde la Introducción (titulada, precisamente, “El malestar”) deja las cosas claras el autor del libro: “El problema radical de Europa, y el de la mayoría de estados que la configuran, es que no saben por qué pasa lo que le pasa, a pesar de la magnitud de la tragedia cotidiana” (p. 13) Ya podemos imaginar que desde tal impresión lo que sigue no ha de ser, precisamente, gozoso sino expresión, precisamente, de lo que pasa.

De todas formas, este libro no es pesimista pues no trata de no proponer solución alguna a lo que pasa sino, muy al contrario, trata de poner las cartas sobre la mesa para que, a ser posible, los jugadores (o sea, todos nosotros) nos demos cuenta de que, en realidad, estamos jugando y nos la estamos jugando.

Utiliza una figura muy bien traída: la bóveda, pues

“toda la civilización occidental se ha desarrollado bajo una bóveda cultural que articulaba y aportaba sentido a su forma de razonar y actuar. Uno de los sistemas de pilares que soportaba la carga era la concepción helénica, en toda su evolución desde los tiempos homéricos. El otro es el gran relato bíblico. El cristianismo articuló aquellas dos grandes cosmovisiones que parecían inconmensurables, incompatibles entre sí”

(p. 16)

Y luego ¿qué pasó? Pues que “Sólo Europa, sobre todo a partir del siglo XVII, y en términos populares desde una fecha tan reciente como la segunda mitad del siglo XX, ha intentado construir su sociedad con otro tipo de razón: precisamente, la que ha destruido la bóveda” (p. 17)

La conclusión a todo este proceso es la que sigue:

“Ahora la Modernidad surgida de la Ilustración concibe al ser humano de una manera distinta. El individuo por sí mismo, por su sola razón, por sus propias fuerzas, con independencia de toda tradición cultural, es quien debe encontrar la verdad entendida como correspondencia con la realidad, presuponiendo que esta forma de proceder mejorará la condición humana, y hará posible encontrar una razón común a partir de las distintas subjetividades. Pero esta presunción ha quedado muy lejos de cumplirse, y sus consecuencias, han terminado por ser destructivas” (p. 21)

El autor del libro, por eso mismo, entiende, de forma aceptable (a las pruebas se remite) que la sociedad en la que vivimos está enferma. Por eso se pregunta que cuándo se abordará “la causa profunda que lo provoca” (p. 28) Eso lo dice porque está más que seguro (tesis que, por cierto, demuestra en este libro) que hay una relación directa entre algunas realidades que, en principio pudieran no tenerla con, por ejemplo, “la crisis del matrimonio, de la natalidad” (p. 28) ad exemplum.

Sin embargo, es más que cierto que tales realidades (como, por ejemplo, la “corrupción y desafección política, la burbuja inmobiliaria, las subprime, los excesos en el crédito y en la deuda, la crisis económica, y la práctica del capitalismo financiero blogalizado de ‘coge el dinero y corre’”) (p. 28) tienen mucho que ver con la crisis citada. Y tienen que ver porque “se trata, en último término, del menosprecio de la tradición por parte de la Modernidad, y el olvido de que cada tradición necesita de una comunidad que la escuche y transmita” (p. 31) y, como es de imaginar, si la tal tradición es escondida, olvidada y, en fin, finiquitada, poco va a sostener a la propia sociedad a la que daba forma.

Y así está la cosa porque realidades como el amor, el compromiso y el deber (entendido, éste, como “capital moral”, p. 64 ss.) han dado forma, dieron, a una sociedad que, como la occidental, sabía a qué atenerse y en qué sostener su existencia. Todo eso, además, daba lugar a un capital social sin el cual la sociedad difícilmente puede desarrollarse si sólo se tiene en cuenta a sí misma no como un agregado de personas que actúan en comunidad sino como una serie de individuos subjetivamente individualizados que van, por así decirlo, “a la suya”.

Y eso ha producido, ha provocado que exista, una sociedad desvinculada donde, al no existir tal vínculo, cualquier aberración ha sido, es, posible.

Y como instrumento de desviculación, la diferenciación entre razón instrumental y razón objetiva ha provocado que, basándose en la primera, se establezca una sociedad donde se entiende que “lo relacional es lo útil o lo deseable para mí” (p. 81) y eso, se diga lo que se diga, no es un pilar muy fuerte donde se pueda apoyar la construcción de nada bueno al convertirse todo en subjetivo, en un exceso fragmentado de voluntades. Al fin y al cabo “la destrucción de la razón objetiva fue progresiva y lenta, y ha venido en representar una pérdida insustituible” (p. 85)

Y, para terminar el análisis que hace Josep Miró Ardèvol de la realidad en la que vivimos, no es nada falso dejar sentado que todo esto ha producido una serie de “estragos” que está padeciendo la sociedad en la que ahora vivimos.

Así, realidades como la eutanasia (pp. 146-147), el aborto (p 147 ss.), la ideología de género (pp. 150-151), las parejas de hecho y la cohabitación (p. 163 ss.) han provocado y producido una “ruptura generacional” que ha establecido un antes y un después entre lo que era una sociedad que se desarrollaba en base a una tradición y una razón objetiva a una en la que ha desaparecido toda referencia a la citada tradición o a la moral y en la que la razón instrumental se ha apoderado del pensamiento de forma generalizada.

Todo, pues, ha quedado desvinculado de lo que fue para venir a no ser nada concreto ni tangible sino una amalgama de decisiones personales donde el espíritu, simplemente esto ya es grave, de “pueblo” ha dejado de tener sentido. No existe, pues, tal “pueblo” sino un “unomismo” que lo ha desvirtuado todo.

¿Acaso, de todas formas, esto no tiene solución?

Difícil es, ciertamente, dar cabida en el pensamiento general a una realidad que “vuelva” a los orígenes de constitución de una sociedad occidental que se apoyó en la concepción helénica y el relato bíblico correctamente contemplados por el cristianismo. Y de eso nació una sociedad con fuertes vínculos que, para desgracia de la misma, han llegado a desaparecer.

Sin embargo llevar a cabo “un cambio profundo” (p. 188) y un “despertar, un nuevo inicio, que exige continuidad y ruptura” (p. 188) ha de ser la forma mejor (seguramente la única) de salvar lo que parece actualmente insalvable: una sociedad que ha devenido desvinculada por haber perdido aquello que, precisamente, le daba forma y la vinculaba a un devenir clarificado por su propia forma y sustancia.

De todas formas, este libro contiene muchísimo más de lo apenas aquí traído. Se recomienda, encarecidamente, su lectura completa para, en primer lugar, darse cuenta de en qué nos están haciendo vivir y, en segundo lugar, para apreciar si es posible corregir eso. Es lo mínimo que se nos puede pedir a los cristianos.

Eleuterio Fernández Guzmán