24.03.14

 

Una de las noticias que más impresión me ha causado últimamente viene de la diócesis catalana, y por tanto española, de Gerona. Le dimos este título: El Obispado de Gerona aplica un baremo para elegir los profesores de religión.

Dentro se lee:

Lo que más puntúa del baremo es la entrevista personal, valorada con 15 puntos. El objetivo principal, según Micaló, es ver cómo es el candidato, como se expresa y su capacitación para el trabajo. Asegura que no preguntan aspectos personales como si es practicante o si está casado, separado o soltero. «No podemos valorar la vida personal porque sus convicciones o circunstancias personales pueden cambiar y porque de lo que se trata es de ofrecer un puesto de trabajo en una escuela pública», añade. Por eso tampoco se pide que haga profesión de fe.

Es decir, para enseñar la asignatura de religión católica, da absolutamente lo mismo que el profesor sea católico, no católico, practicante, divorciado vuelto a casar, arrejuntado, amancebado con alguien de su mismo sexo, etc. El obispo le dará la licencia sea lo que sea y crea lo que crea.

Pues bien, si yo viviera en Gerona y llevara a la única hija en edad escolar que me queda a una escuela pública, les aseguro que de ninguna de las maneras la apuntaría a clase de religión. Y si todos los católicos gerundenses hicieran lo mismo, el señor Micaló, delegado episcopal de Enseñanza del Obispado de Gerona, no tendría que hacer ninguna entrevista personal. Es más, al señor obispo, Mons. Pardo, le ahorraríamos un puesto en la curia. Porque, ¿para qué quiere un delegado episcopal de enseñanza que actúa con esos criterios?

Hay algunos que parecen empeñados en acabar con lo poquísimo que les queda de catolicismo en sus diócesis. Y van camino de conseguirlo. Ánimo, muchachos, que en diez-quince años más, la fe católica será una reliquia del pasado allá donde vivís. El último, que apague la luz y cierre la puerta.

Luis Fernando Pérez Bustamante