25.03.14

 

Ayer mi queridísimo Luis I. Amorós en un comentario acertaba en el diagnóstico y las propuestas para la evangelización:

A ver cuando nuestros pastores dejan de atiborrarnos a papilla y empiezan a darnos jamón del bueno. Cuaresma es un momento magnífico para volver a hablar del pecado, el infierno, la libertad del hombre, la Gracia, el Amor (con mayúsculas, o sea, la donación y la renuncia), la Salvación y el camino de la Vida.

Parece que le leyeron. En la línea de J.M. Iraburu, hoy Mons. James Conley, obispo de Lincoln, USA, animaba a todos los matrimonios de su diócesis a la apertura a la vida, a tener hijos, decisión que, aunque conlleva sacrificios, conduce a una alegría profunda y auténtica. «Estamos hechos para el verdadero amor. El Matrimonio es una llamada a la grandeza, a amar como Dios ama: libremente, creativamente, generosamente».

Aprovechando la fiesta de la Anunciación, el obispo Conley publicaba la Carta Pastoral «El Lenguaje del Amor»:

Queridos hombres y mujeres casados: les exhorto a que rechacen el uso de anticonceptivos en su matrimonio. Los desafío a abrirse al plan amoroso de Dios para sus vidas. Los invito a compartir el don del Dios dador de vida. Fervientemente creo que, en el plan de Dios, ustedes redescubrirán el verdadero amor por su cónyuge, por sus hijos, por Dios y por la Iglesia. Sé que en esta apertura a la vida, ustedes hallarán la rica aventura para la cual fueron hechos. […]

Hoy la apertura a los hijos es raramente celebrada, raramente entendida y raramente apoyada. Muchos creen que la Iglesia pide un sacrificio demasiado grande. Pero el sacrificio es el lenguaje del amor. Y en el sacrificio, hablamos el lenguaje de Dios mismo.

Comienza citando a Santa Teresa de Calcuta, ligando amor, libertad y sacrificio, Amor y Cruz. Es precioso y verdadero. Y con un lenguaje desgraciadamente sorprendente por lo inusitado señala que la «anticoncepción roba la libertad de esas posibilidades» recordando el valor profético de la Humanae Vitae.

En la pastoral, que se distribuirá a todos los católicos de la diócesis de Lincoln, Conley reconoce que algunas parejas tendrán buenas razones para retrasar o espaciar los nacimientos de sus hijos. En tales casos, dice, la planificación familiar natural ofrece «un enfoque integral, orgánico y holístico para el cuidado de la fertilidad».

Y dirigiéndose a los profesionales de la salud afirma que «no hay ninguna razón médica legítima para ayudar en los actos de la anticoncepción o la esterilización. Ningún médico católico honestamente puede argumentar lo contrario». Y a los sacerdotes les insta a «predicar acerca de los peligros de los anticonceptivos, y a visitar a las familias de su parroquia sobre este asunto».

¿Hace cuánto tiempo que no oís en vuestras parroquias predicar así? Ojalá cunda el ejemplo y aunque venga de una recóndita diócesis de los Estados Unidos otros obispos hablen igual de clarito, los problemas son los mismos…, sin tener que esperar al tan traído Sínodo.