25.03.14

Un amigo de Lolo - La redención desde la Cruz

A las 12:11 AM, por Eleuterio
Categorías : General, Un amigo de Lolo

Presentación

Manuel Lozano Garrido

Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infringían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.

Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y tan franco.

“La Cruz no es sino una suma de fuerzas redentoras”
Manuel Lozano Garrido, Lolo
Bien venido, amor (714)

Para cualquier cristiano que se precie de serlo y sepa lo que significa ser discípulo de Cristo, la Cruz, aquella sobre la que pusieron al Maestro y sobre la que expiró entregando su alma a Dios, es algo más que la conjunción de dos maderos puestos de determinada forma y con un concreto fin.

No cabe duda alguna que sobre la Cruz se ha escrito mucho y mucho han meditado aquellos que están especialmente dotados por el Espíritu para hacernos ver la importancia de la misma. Sin embargo, también para los sencillos en la fe un símbolo tan grande como el que representa la misma nos dice mucho.

Básicamente, para nosotros la Cruz representa la sangre de Cristo. Y la representa porque en ella quedó impresa, bien impresa debió quedar, el precioso líquido que corrió por las venas del Redentor.

Eso es, exactamente, lo que podemos decir acerca de la Cruz: supone la redención para la humanidad.

Gracias a Dios, nunca mejor dicho, Aquel que había enviado murió por cada uno de nosotros. Cuando se dice eso nos puede parecer algo increíble porque hemos sido muchos a lo largo de los siglos desde que el Mesías muriera a sabiendas de que moría por ser Hijo de Dios y aceptar tal muerte perdonando. Además, perdonó a los que le estaban matando e intercedió por ellos, primer intercesor ante el Creador.

Qué no es la Cruz que no tenga que ver con el Amor de Dios y con lo que hace posible quien acepta su voluntad hasta las últimas consecuencias. Y últimas, como últimas, no hay nada más allá del morir y del hecho de dejarse arrebatar la vida. Es bien cierto que iba a resucitar (y lo dijo Él mismo a sus apóstoles) pero no quita eso el terror vivido en Gethesemaní justo hasta cuando dijo aquello de que se cumpliera, en todo caso, la voluntad del Padre y momento que fue en el que venció el hombre espiritual al carnal o humano. Entonces Jesús descansó, de verdad, antes de descansar en el corazón de Dios.

Y luego… la Cruz, aquella muerte infamante que le habían procurado, precisamente, los infames urdidores de acusaciones falsas y de terribles asechanzas del enemigo. Ellos sí supieron ser fieles pero no a Quien debían sino a quien, en sus corazones, había sembrado la semilla de la cizaña y del querer mal al Único que no era pecador. Por eso, precisamente, le tenían tanta envidia y por eso lo condenaron, juicio además ilegal, con las armas que son muy propias de los aturdidores de las masas y que no son otras que la ira y la venganza.

La Cruz, aquellas astillas que, juntas, constituían dos maderos sobre los cuales fijaron con clavos las santas manos y los santos pies del único Santo. Tal Cruz es nuestro ser al que debemos todo. Pero todo, todo: esto de ahora y, sobre todo, lo porvenir que es aquello que llamamos vida eterna.

Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, ruega por nosotros.

Eleuterio Fernández Guzmán