27.03.14

“Ama de casa ” y me siento muy orgulloso de ello, y estoy bastante segura de que ninguna mujer se sentiría humillada por dicho título. Cuando uno combina las demandas de llevar una casa con el cuidado y la crianza de niños, hay que estar tan preparado, que yo diría que clasificada entre las profesiones más demandantes del mundo (…) un hogar bien llevado y unos niños bien criados son más importantes que un negocio bien llevado (…) Más gente es afectada por el trabajo de una madre y ama de casa, que cualquier negocio o empresa, sin importar qué grande sea ésta”1

La mujer-esposa-madre-trabajadora en casa a tiempo completo NUNCA pasará de moda, y aunque son cada vez menos, es un orgullo y un privilegio del cual, afortunadamente, he podido gozar durante años.

Se trata de mujeres que pasan totalmente desapercibidas. Su trabajo es invisible, nunca termina, es de gran valía para el conjunto de la familia y la sociedad. “…si es cierto que el ser humano debe ser el centro y el corazón de toda sociedad y también es cierto que la familia constituye el entorno especial en el que la persona crece y desarrolla sus capacidades individuales y sociales, entonces es necesario asegurar que la tarea de la familia a ese respecto sea reconocido e incluso promovido por la sociedad. Y no puede dejarse la familia sola en esta tarea inmensa: las políticas públicas y la sociedad civil deben apoyar el trabajo que se lleva a cabo en el hogar con más decisión”2

Son las llamadas “marujas” o “mujeres-florero”. Y no porque lo sean, sino porque se tiene la impresión de que el trabajo en el hogar no tiene valor porque no está remunerado y porque no tiene repercusión social porque se desarrolla entre las cuatro paredes de la casa. De hecho, la sociedad las humilla, se mofan de ellas y las infravalora, a pesar de desempeñar su trabajo con gran profesionalidad. Pero “por mucho que degrademos lo doméstico, la palabra hogar todavía denota refugio, confort, seguridad, amor”.3

Son mujeres con estudios, la mayoría universitarios, que han ejercido su profesión antes de ser madres, y que deciden –libre y voluntariamente- abandonar su puesto de trabajo -en muchos casos haciendo un gran sacrificio personal, y por supuesto, profesional-, para dedicarse al cuidado de sus hijos, la atención a los ancianos, los enfermos y los incapacitados, para ocuparse de las labores domésticas y/o anteponer la proyección profesional de sus maridos, ofreciéndole un 100% de disponibilidad en su vida laboral. “El trabajo de las mujeres que eligen el trabajo de ama de casa es procurar el bienestar de su familia, creando un ambiente familiar acogedor y estando en todo momento al servicio de ellos. Es una labor sumamente importante, ya que este trabajo consiste en darse a los demás para contribuir eficazmente al bien familiar, contribuyendo de esta forma también al bien social”.4

Yo misma, durante años me he encontrado en este maravilloso grupo de mujeres y no me siento una “maruja” por ello. Es más, estoy muy orgullosa de haber tomado esa decisión en aquel momento. No me sentí victima por ello, ni dominada, ni minusvalorada. Al contrario. Este cuidado prioritario de mis hijos y de mi hogar me dio muchas satisfacciones.

Es verdad, que el trabajo de la mujer-esposa-madre-trabajadora en casa a tiempo completo parece sencillo, y no tiene reconocimiento social ni económico; incluso parece que pueda hacerlo cualquiera. La soledad de la mujer, la invisibilidad de sus quehaceres, la incomprensión, las jornadas laborales de 24 horas al día, sin el más mínimo reconocimiento social ni económico, la indiferencia y el desprecio por su trabajo son heridas que van mermando las maravillosas contribuciones que la mujer aporta a la familia y a la sociedad. Pero, ser madre, educar a unos hijos y llevar una casa en buenas condiciones para que funcione correctamente es una ardua y eficiente tarea que tiene precio. El trabajo doméstico, hecho día a día,requiere conocimientos y preparación específicos, y una dedicación de tiempo seria; es decir, que reúnen las condiciones para ser reconocidos como una profesión.

De hecho, “una profesión es una ocupación que se caracteriza por tres rasgos. En primer lugar, una profesión tiene una base común de conocimientos teóricos y las habilidades prácticas que pueden o no pueden ser certificadas por un título o algún tipo de reconocimiento oficial. Esencialmente, que tiene un cuerpo común de conocimientos . En segundo lugar, una profesión tiene un compromiso ético que va más allá de lo que podríamos llamar un código de ética. (…) Por lo tanto, si confiamos en un profesional es porque creemos que él o ella va a poner nuestros intereses ante él o de ella. Ese es el compromiso ético. En tercer lugar, una profesión tiene algo de tipo de organización global(…)de acuerdo con las reglas y normas de la profesión. (…) En este punto debemos preguntarnos si la definición de profesional puede ser aplicado a las amas de casa”.5

Por eso, es necesario que sean ellas mismas las que valoren su trabajo, donde desempeñan un papel insustituible como eje familiar que organiza y dirige el hogar. No se puede permitir que la sociedad discrimine el trabajo doméstico. Para evitarlo, es imprescindible que las mujeres dejen de avergonzarse y valoren y transmitan lo importancia de su trabajo”.6

Es verdad que “algunos trabajos considerados en sí mismos pueden resultar poco atractivos y gratificantes pero, como sucede en todo, el logro de un objetivo da sentido y sabor a todas las fases intermedias de su realización. Un artista, un escultor, un pintor, mientras realiza su obra de arte, pasa por momentos en los que se ensucia con un poco de yeso o de pintura y podrá experimentar cansancio, pero el pensamiento de su obra no sólo le lleva a no desistir, sino que hace amable aquello que a los ojos de un extraño parece molesto. Y cuando la obra de arte no es un objeto, sino la misma felicidad de las personas, ¿quién se atreverá a decir que no vale la pena? (…) El trabajo en el hogar, dado que a quien más beneficia es a la familia, debe adquirir una mayor importancia para la sociedad, y sobre todo, para las instituciones mediante apoyos que fomenten su reconocimiento. “7

Caroline Sanderson, miembro del equipo de Home Renaissance Foundation, destaca los estudios de Mary Hunt 8, cuyo trabajo compara las competencias necesarias en el mercado laboral y en la gestión de un hogar que señala : “planteamos que las competencias directivas más importantes –planear, organizar, dirigir y supervisar– son totalmente necesarias en la gestión efectiva de un hogar. En su práctica se incluyen además práctica de gestión del tiempo, delegación y multitarea. Las competencias interpersonales de comunicación, trabajo en equipo, inteligencia emocional y flexibilidad necesitan aplicarse constantemente en el hogar, si se trata de lograr un entorno más sostenible en el micro nivel familiar. Dada la vital importancia del entorno familiar para formar familias sanas y sociedades sanas, deberíamos examinar con más atención la naturaleza de las destrezas y conocimientos necesarios para la gestión sostenible del hogar, para luego promover formas de desarrollar esas competencias en los que trabajan en el hogar.”9

Pero ser mujer-esposa-madre-trabajadora en casa a tiempo completo no significa estar siempre en casa ocupadas en cosas del hogar. En nuestra vida de familia el saber es importante, el saber hacer es indispensable y el querer hacer es determinante. A estas tres áreas los anglosajones las llaman «know», «know how» y «want».

Por este motivo, es importante, y muy enriquecedor, buscar tiempo para dedicarlo a realizar alguna actividad intelectual, cultural, solidaria, o simplemente, darse un tiempo para sí misma. A fin de cuentas, “dependiendo de su capacidad de trabajo y de su situación familiar, la mujer puede considerar incluso como su obligación, realizar alguna forma de trabajo en la sociedad en que vive —ya sea a través de la labor profesional, de la ayuda voluntaria a los demás o de otro tipo de trabajo personal— y abrir su hogar a los demás. Está claro que, el bien de su familia es la primera prioridad, tanto para la madre, como para el padre. Asimismo, hay que tener presente que la educación de los hijos exige más creatividad, flexibilidad e iniciativa que casi cualquier trabajo fuera de la casa.”10


En definitiva, como señalaba Juan Pablo II , férreo defensor de la mujer trabajadora, la mujer ama de casa, la mujer madre, la mujer esposa,.. : “Se debe recordar todo lo que (las mujeres) han hecho, a menudo en silencio y con discreción (…) A la luz de los magníficos testimonios del pasado, la Iglesia manifiesta su confianza en lo que las mujeres pueden hacen hacer hoy en favor del crecimiento de la esperanza en todas sus dimensiones. Hay aspectos de la sociedad europea contemporánea que son un reto a la capacidad que tienen las mujeres de acoger, compartir y engendrar en el amor, con tesón y gratuidad. (…) La Iglesia no deja de alzar su voz para denunciar las injusticias y violencias cometidas contra las mujeres, en cualquier lugar y circunstancia que ocurran. Pide que se apliquen efectivamente las leyes que protegen a la mujer y que se establezcan medidas eficaces contra el empleo humillante de imágenes femeninas en la propaganda comercial, así como contra la plaga de la prostitución; desea que el servicio prestado por la madre, del mismo modo que por el padre, en la vida doméstica, se considere como una contribución al bien común, incluso mediante formas de reconocimiento económico."11

“Y qué decir también de los obstáculos que, en tantas partes del mundo, impiden aún a las mujeres su plena inserción en la vida social, política y económica? Baste pensar en cómo a menudo es penalizado, más que gratificado, el don de la maternidad, al que la humanidad debe también su misma supervivencia. Ciertamente, aún queda mucho por hacer para que el ser mujer y madre no comporte una discriminación. (…) Se trata de un acto de justicia, pero también de una necesidad. Los graves problemas sobre la mesa, en la política del futuro, verán a la mujer comprometida cada vez más: tiempo libre, calidad de la vida, migraciones, servicios sociales, eutanasia, droga, sanidad y asistencia, ecología, etc. Para todos estos campos será preciosa una mayor presencia social de la mujer, porque contribuirá a manifestar las contradicciones de una sociedad organizada sobre puros criterios de eficiencia y productividad, y obligará a replantear los sistemas en favor de los procesos de humanización que configuran la « civilización del amor »".12


Próxima entrega: Mujer-esposa-madre-trabajadora “carrera de obstáculos”

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1.Eleanor Roosevelt ,Las amas de casa,NUEVA YORK , 17 de octubre 1955, My Day, Women Issues
Cita extraída de: http://www.miheroe.org/hero.asp?hero=eleanorroosevelt. Un extracto de “La sabiduría y perspicacia de Eleanor Roosevelt”, Mi Día, 17 de octubre de 1955.
2.Sergio Belardinelli,profesor de Sociología de la Universidad de Bolonia, i, ‘L’ altro Illuminismo. Politica, religione e funzione pubblica della verità’ (Rubbettino, 2009).
3.Prudence Leith,"Todos necesitamos aprender a crear hogar",Aceprensa, 7 de junio 2006
4.Trinidad Aparicio Pérez, Psicóloga clínica. Universidad de Granada, La mujer y el trabajo de casa
5.Mª Julia Prats, ‘Being Professional at Home or Home-making as a Profession’ (Home Renaissance Foundation, 2011). Disponible en: http://www.homerenaissancefoundation.org/homeorg/pdf/Julia%20Prats.pdf
6.Trinidad Aparicio Pérez, Psicóloga clínica. Universidad de Granada, La mujer y el trabajo de casa
7.Luciana Allora, Mi trabajo es la familia, 11 de enero de 2002. Disponible en : http://www.es.josemariaescriva.info/articulo/mi-trabajo-es-la-familia
8.Mary Hunt , ‘Building and Sustaining Home Management Competency’ (Home Renaissance Foundation, 2011). Disponible en: http://homerenaissancefoundation.org/homeorg/pdf/Mary%20Hunt_Building%20and%20Sustaining.pdf
9.Caroline Sanderson,¿Conciliación, vínculo o interacción? Trabajo y hogar: dos conceptos, un reto cultural, The Family Watch, 1 de marzo 2013.Disponible en : http://iffd.org/wp-content/uploads/2013/03/IFFDPapers18ES.pdf
10.Jutta Burggraf, Juan Pablo II y la vocación de la mujer
11.Juan Pablo II, ECCLESIA IN EUROPA, 28 de junio de 2003
12.Juan Pablo II, Carta a las mujeres, n.4