ZENIT

El mundo visto desde Roma

Servicio diario - 29 de marzo de 2014

LA FRASE DEL SÁBADO 29 DE MARZO

"La verdadera ciencia descubre a Dios esperando detrás de cada puerta".

(Papa Pío XII, 1876 – 1958)

 


El papa Francisco

Francisco: familia lugar custodia de la creación
Mensaje del Santo Padre para la Jornada de Estudio promovida por el Consejo Pontificio para la Familia y la Asociación Greenaccord

El Papa: quien reconoce la propia fragilidad puede construir relaciones fraternas
Audiencia del Santo Padre con miembros del Movimiento Apostólico de Ciegos (MAC) y la Pequeña Misión para los Sordomudos

Santa Sede

El Papa confirma a los cardenales Braz de Aviz, Tauran y Ravasi en sus respectivos dicasterios
Prefecto de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso y Consejo Pontificio para la Cultura respectivamente

La Santa Sede dispuesta a hacer lo posible por el bien de Venezuela
Lombardi: compromiso también del cardenal Parolin, que conoce y ama el país

Cultura

Los manuscritos que cuentan la historia del viaje de la Biblia en el mundo
Exposición en el Vaticano con más de 200 documentos históricos bí­blicos. Por primera vez se podrán ver el Papiro Bodmer, manuscrito de aproximadamente el año 200 que transmite casi íntegro el texto de los evangelios según Lucas y Juan

Comunicación

Abogados y periodistas: una alianza por la vida, la familia y la libertad religiosa
Concluyó el «Catholic Media Symposium» organizado en Roma por Alliance Defending Freedom (ADF), del 24 al 27 de marzo

SANTOS Y BEATOS: EPOPEYAS DE AMOR. EJEMPLO DEL DÍA

Beato Bertoldo del Monte Carmelo (Bartolomé Avogadro)
«En los umbrales del Carmelo se halla la figura de este beato que defendió la fe en Tierra Santa y cinceló con su vida una hermosa ofrenda de amor a la Virgen María»

Espiritualidad

San Ambrosio y la fe en la Eucaristía
Tercera predicación de Cuaresma del padre Raniero Cantalamessa


El papa Francisco


Francisco: familia lugar custodia de la creación
Mensaje del Santo Padre para la Jornada de Estudio promovida por el Consejo Pontificio para la Familia y la Asociación Greenaccord

Por Redacción

CIUDAD DEL VATICANO, 29 de marzo de 2014 (Zenit.org) - El Santo Padre Francisco ha enviado su saludo a la Jornada de Estudio promovida por el Consejo Pontificio para la Familia y por la Asociación Greenaccord, que tiene lugar este sábado en Roma, para reflexionar sobre el tema 'Familia custodia la creación'. En un mensaje firmado por el cardenal Secretario de Estado Pietro Parolin, se puede leer: "con la certeza de que la familia, custodia privilegiada del don de la vida" deseando que "sea también lugar fundamental de educación al respeto del gran don de la Creación". Asimismo el papa Francisco pide que "se intensifique en los creyentes y en los no creyentes la conciencia de la responsabilidad común de toda la familia humana y el mundo, casa común encomendada a la custodia de todos".

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El Papa: quien reconoce la propia fragilidad puede construir relaciones fraternas
Audiencia del Santo Padre con miembros del Movimiento Apostólico de Ciegos (MAC) y la Pequeña Misión para los Sordomudos

Por Rocío Lancho García

CIUDAD DEL VATICANO, 29 de marzo de 2014 (Zenit.org) - Los aplausos hoy en el Aula Pablo VI del Vaticano no han sido solo sonoros, sino también visuales. Miles de manos de sordomudos se han alzado y agitado para recibir a Francisco. Además se ha podido ver a un gran número de perros lazarillos guiando y acompañando a sus dueños. Y es que el Papa ha recibido esta mañana a los miembros del Movimiento Apostólico Ciegos (MAC) y la Pequeña Misión para los Sordomudos, así como los miembros de la Unión Italiana Ciegos e invidentes.

El Papa ha basado su discurso en una breve reflexión a partir del tema "Testigos del Evangelio para una cultura del encuentro". Francisco ha señalado que para ser testigos del Evangelio es necesario encontrarse con Jesús, "quien lo conoce verdaderamente, se convierte en su testigo". Asimismo, testigo del Evangelio "es uno que ha encontrado a Jesucristo, que lo ha conocido, o mejor, se ha sentido conocido por Él, reconocido, respetado, amado, perdonado y este encuentro le ha tocado en profundidad, lo ha llenado de una alegría nueva, un nuevo significado para la vida". Y esto -ha precisado- se comunica, se transmite a los otros.

Y el Papa ha puesto como ejemplo de esto a la Samaratina, "un claro ejemplo del tipo de personas que Jesús amaba encontrar para hacer de ellos testigos: personas marginadas, excluidas, despreciadas". Por ello, ha invitado a pensar en tantas personas que Jesús quiso encontrar, "sobre todo personas marcadas por la enfermedad o la discapacidad, para sanarlas y restituirlas a la plena dignidad". De este modo, Francisco ha recordado que "es muy importante que precisamente estas personas se conviertan en testigos de una nueva actitud, que podemos llamar cultura del encuentro".

Otro personaje del Evangelio del que el Papa les ha hablado es el ciego de nacimiento, "ese hombre era ciego de nacimiento y era marginado en nombre de una falsa concepción que lo mantenía marcado por un castigo divino". Y Jesús -ha indicado el Santo Padre- "rechaza radicalmente esta forma de pensar- ¡verdaderamente blasfema!- y cumple para el ciego 'la obra de Dios', dándole la vista". Pero, ha recordado, mientras los jefes de los fariseos juzgan a Jesús y al ciego como 'pecadores', "el ciego sanado, con sencillez que desarma, defiende a Jesús y finalmente profesa la fe en Él, y comparte también su suerte: Jesús es excluido y también él es excluido". Pero en realidad, "ese hombre ha entrado a formar parte de la nueva comunidad, basada en la fe en Jesús y su amor fraterno", ha observado el Santo Padre.

Y aquí están las dos culturas opuestas: la del encuentro y la de la exclusión, el prejuicio. De este modo, el Pontífice ha subrayado que "la persona enferma o discapacitada, precisamente a partir de su fragilidad, de su límite, puede convertirse en testigo del encuentro: el encuentro con Jesús, que abre a la vida y a la fe; y el encuentro con los otros, con la comunidad". Francisco ha añadido que "solo quien reconoce la propia fragilidad, el propio límite, puede construir relaciones fraternas y solidarias, en la Iglesia y en la sociedad".

Al concluir, el Papa ha pedido a los presentes que se dejen encontrar por Jesús, "solo Él conoce realmente el corazón del hombre, solo Él puede liberarlo de la clausura y del pesimismo estéril y abrirlo a la vida y a la esperanza".

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Santa Sede


El Papa confirma a los cardenales Braz de Aviz, Tauran y Ravasi en sus respectivos dicasterios
Prefecto de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica, Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso y Consejo Pontificio para la Cultura respectivamente

Por Redacción

CIUDAD DEL VATICANO, 29 de marzo de 2014 (Zenit.org) - El Santo Padre ha confirmado tres nuevos cargos en la Curia romana. En un comunicado publicado esta mañana por la Sala de Prensa del Vaticano, se informa de la confirmación del prefecto de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedad de Vida Apostólica en la persona del cardenal João Braz de Aviz.
Asimismo, en el Consejo Pontificio para el Diálogo Interreligioso ha confirmado como presidente al cardenal Jean-Louis Tauran y como secretario a Miguel Ángel Ayuso Guixot, M.C.C.J.
Finalmente, ha confirmado también en el Consejo Pontificio para la Cultura al cardenal Gianfranco Ravasi como presidente; monseñor Carlos Alberto de Pinho Moreira Azevedo como delegado y monseñor Barthélemy Adoukonou como secretario.

Además, se han nombrado y confirmado a otros miembros en cada uno de los tres dicasterios. Puedes leer los nombres aquí

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La Santa Sede dispuesta a hacer lo posible por el bien de Venezuela
Lombardi: compromiso también del cardenal Parolin, que conoce y ama el país

Por Redacción

CIUDAD DEL VATICANO, 29 de marzo de 2014 (Zenit.org) - La tensión política y social que está viviendo Venezuela desde hace algunas semanas no parece estabilizarse. Desde hace un mes y medio, los enfrentamientos entre el gobierno y opositores han dejado ya 37 muertos y unos 500 heridos.

Los periodistas han preguntado al padre Federico Lombardi, portavoz de la Santa Sede, sobre la posibilidad de una intervención del secretario de Estado Vaticano, el cardenal Pietro Parolin -antes nuncio apostólico en Venezuela-. Por ello, el padre Lombardi ha señalado que la Santa Sede y también personalmente el cardenal Pietro Parolin que conoce bien y ama Venezuela al haber sido nuncio, "está ciertamente dispuesta y deseosa de hacer lo posible por el bien y la serenidad del país. Es necesario todavía profundizar y tener más elementos para verificar mejor cuáles son las expectativas y si hay las premisas para desarrollar un rol útil para alcanzar el fin deseado. Es lo que está haciendo en este momento".

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Cultura


Los manuscritos que cuentan la historia del viaje de la Biblia en el mundo
Exposición en el Vaticano con más de 200 documentos históricos bí­blicos. Por primera vez se podrán ver el Papiro Bodmer, manuscrito de aproximadamente el año 200 que transmite casi íntegro el texto de los evangelios según Lucas y Juan

Por Rocío Lancho García

CIUDAD DEL VATICANO, 29 de marzo de 2014 (Zenit.org) - “La Palabra del Señor va a las naciones”, es el título de la exposición Verbum Domini II, que agrupa más de 200 hallazgos históricos, textos y artículos bíblicos que cuentan la historia del viaje de la Biblia en todo el mundo. La muestra es patrocinada por el Museo de la Biblia y se podrá visitar en el Braccio di Carlo Magno en el Vaticano del 2 de abril al 22 de junio de 2014.

Para presentar la exposición en la Sala de Prensa del Vaticano, la mañana del 28 de marzo  han estado presentes Cary Summers, director de Área del Museo de la Biblia; el padre José María Abrego de Lacy, S.I., rector del Pontificio Instituto Bíblico; Ambrogio M. Piazzoni, vice-prefecto de la Biblioteca Vaticana, y monseñor Melchor José Sánchez de Toca y Alameda, subsecretario del Pontificio Consejo de la Cultura.

Las obras que componen la exposición pertenecen a la Colección Green, la Biblioteca Vaticana, los Museos Vaticanos y a otras colecciones institucionales y privadas de Estados Unidos y de Europa. Piazzoni indicó en la presentación algunos de los manuscritos más destacados que se podrán ver en la exposición. En primer lugar señaló el rollo del Papiro Bodmer (XIV-XV), manuscrito creado alrededor del año 200 que transmite casi íntegro todo el texto de los evangelios según Lucas y Juan; que será expuesto por primera vez. Asimismo mencionó una doble página del famoso Codex Vaticanus de la Biblia, manuscrito realizado sobre pergamino en la primera mitad del siglo IV; y el Codex Claromontanus de los siglos V y VII, precoz testigo de los Evangelios traducidos al latín en la Vulgata de San Jerónimo. También serán expuestos el llamado Evangeliario Barberini, espléndido testigo de la miniatura insular del VIII siglo, realizado en las islas británicas; así como un octateuco griego del siglo XI. Finalmente también señaló el manuscrito no específicamente bíblico, pero que constituye en homenaje a Beda el Venerable, estudioso y comentarista de numerosos libros bíblicos, del que se presenta una copia de la Historia eclesiástica de los siglos XII-XIII. Este último como homenaje al papa Francisco, cuyo lema es 'miserando atque eligendo', extraído precisamente de un texto de Beda que comenta el episodio evangélico de la vocación de san Mateo.

Por su parte, monseñor Sánchez de Toca explicó el porqué de la presencia del Consejo Pontificio para la cultura en esta muestra. La Biblia -señaló- entre otras muchas cosas es un producto cultural. Por un lado porque los actores humanos de la Biblia han elaborado las tradiciones culturales de los pueblos de Israel y por otro porque la cultura occidental es impensable sin la contribución de la Escritura. Por eso, monseñor Sánchez de Toca indicó que uno de los grandes males de nuestro tiempo es el desconocimiento de la Biblia. Por tanto, el deseo del dicasterio para la Cultura, es que muchas personas vengan a esta muestra y puedan 'tocar' los inicios de la Biblia.

También participó el padre José María Abrego, subrayando el gran interés que hay por parte del público de poder ver, conocer y palpar estos textos antiguos. Y por ello, citó el párrafo 56 de la exhortación apostólica de Benedicto XVI Verbum Domini en la que se observa que " la sacramentalidad de la Palabra se puede entender en analogía con la presencia real de Cristo bajo las especies del pan y del vino consagrados. Al acercarnos al altar y participar en el banquete eucarístico, realmente comulgamos el cuerpo y la sangre de Cristo. La proclamación de la Palabra de Dios en la celebración comporta reconocer que es Cristo mismo quien está presente y se dirige a nosotrospara ser recibido".

La muestra, que es gratuita para todo el público, tendrá a disposición audioguías en cinco idiomas -italiano, inglés, español, chino y ruso- para facilitar la comprensión a los visitantes. Verbum Domini II, es una muestra internacional itinerante del Museo de la Biblia, que sigue el Verbum Domini I, que se inauguró en la Ciudad del Vaticano en el año 2012.  

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Comunicación


Abogados y periodistas: una alianza por la vida, la familia y la libertad religiosa
Concluyó el «Catholic Media Symposium» organizado en Roma por Alliance Defending Freedom (ADF), del 24 al 27 de marzo

Por Jorge Enrique Mújica

ROMA, 29 de marzo de 2014 (Zenit.org) -  Cuando mass media y leyes se juntan las más de las veces es para litigios de unos contra otros por causas diversas como tergiversaciones, difamaciones, violación de derechos de autor o conflictos en esa línea. Pero hay excepciones: una de ellas ha sido el «Catholic Media Symposium» organizado en Roma por Alliance Defending Freedom(ADF), del 24 al 27 de marzo de 2014.

El primer día del simposio inició con una cena en la que el orador principal fue el Card. Raymond Leo Burtke, quien habló del «Evangelio de la vida y la defensa de la libertad» (puede leerse el discurso íntegro en inglés este enlace). Durante la cena se presentó un video sobre el trabajo realizado por el actual presidente de ADF, Alan Sears, anfitrión de la cena.

Al día siguiente los periodistas y comunicadores pudieron escuchar las relaciones de Benjamin Bull y Roger Kiska, quienes hablaron acerca de la proyección internacional de ADF y el panorama europeo sobre vida, familia y libertad religiosa. Momentos después tomó la palabra Rocco Buttiglione para una conferencia que llevó por título «El sueño y la pesadilla: de la alegría de la esperanza al paganismo en la ciudad».

El miércoles 26, por la mañana, los participantes en el «Catholic Media Symposium» acudieron a la audiencia general del Papa en la plaza de san Pedro. Posteriormente se reunieron en el auditorio del Hotel Aldrovandi para escuchar la ponencia del sociólogo Massimo Introvigne quien ofreció una relación en torno a conceptos como discriminación y tolerancia.

Finalmente, el jueves 27, los ponentes fueron Carlo Casini, George Weigel y el arzobispo de Denver, Mons. Charles Chaput. Concluyeron la jornada Jeff Ventrella y Paul Coleman, abogados de ADF.

En este simposio participaron más de 60 organizaciones y medios de comunicación como ZENIT News Agency, Catholic News Serive, Catholic News Agency, Hazte Oír, Familia Cristiana (Francia), CitizenGo, Aleteia, Cadena COPE, RomeReports News Agency, Catholic Voices, Religión en Libertad, Catholic.netForumLibertas.com, Instituto Acton, The Irish Catholic, European Dignity Watch, Libertad Digital, EWTN TV, María Visión TV, C-FAM, Priest for Life, entre otros.

Las dinámicas de las jornadas estuvieron enriquecidas con visitas a diversos lugares de la Ciudad Eterna, además de la convivencia y conocimiento entre los mismos abogados y periodistas participantes.

Alliance Defending Freedom es una alianza legal que aboga por el derecho de las personas a vivir libremente su fe. Para conocer más acerca de asociación puede visitarse su webhttp://www.alliancedefendingfreedom.org/ o sus perfiles oficiales en redes sociales, a saber: Facebook (https://www.facebook.com/AllianceDefendingFreedom), Twitter (https://twitter.com/AllianceDefends) y YouTube (http://www.youtube.com/AllianceDefends).

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SANTOS Y BEATOS: EPOPEYAS DE AMOR. EJEMPLO DEL DÍA


Beato Bertoldo del Monte Carmelo (Bartolomé Avogadro)
«En los umbrales del Carmelo se halla la figura de este beato que defendió la fe en Tierra Santa y cinceló con su vida una hermosa ofrenda de amor a la Virgen María»

Por Isabel Orellana Vilches

MADRID, 29 de marzo de 2014 (Zenit.org) - No es fácil reconstruir los hechos de instituciones religiosas tan vetustas como la del Carmelo, identificando los pilares que sostuvieron su primera andadura. Sin embargo, siempre hay alguna pista que merece la pena rastrear, indicios que esta insigne orden primitiva, que tanta gloria viene dando a la Iglesia, consigna en sus anales puntualizando aspectos que han de tenerse en cuenta. El beato Bertoldo, cuya su vida aparece envuelta en cierta neblina, fue uno de los artífices de la misma.

Se sabe que era francés, que pudo venir al mundo en el seno de una noble familia, y que su existencia discurrió a lo largo del siglo XII, ya que habría nacido a finales del siglo XI. Mientras que algunos le han atribuido la fundación de la orden carmelita, la voz autorizada de estos religiosos solo reconocen en él a su primer maestro general. Cuando Bertoldo –de nombre de pila Bartolomé– llegó a Monte Carmelo, los primeros integrantes hacía un tiempo que gozaban de la vida eremítica. Un flujo incesante de cruzados dispuestos a dar su vida para defender la fe fue una de las características de la época. Muchos jóvenes aguerridos se sumaban a la contienda con este único fin. Era un alto honor que no quisieron eludir. Bertoldo, que se había formado teológicamente en la universidad de París y había sido ordenado sacerdote, se sintió llamado a empuñar las armas contra los infieles. Jerusalén era el objetivo. Allí se dirigía junto a su tío Aimerico, luego primer patriarca de Antioquia, cuando esta ciudad fue tomada por aquéllos. Posiblemente en el fragor de la batalla, es un hecho que no está comprobado, se le pudo dar a entender por revelación que la enconada lucha que se libraba había sido desencadenada por la impenitencia de los soldados cristianos. Bertoldo hizo entonces solemne promesa de consagrarse a la vida religiosa, dedicándola a la Virgen María, si salían sanos y salvos. Obtuvieron el triunfo y emitió los votos.

 La cuestión es que pudo llegar a Monte Carmelo, y seducido por la vida eremítica se estableció allí junto a un nutrido grupo de compañeros configurando en 1154 una comunidad cenobítica. Gozaban del favor eclesiástico ya que en 1141 el patriarca de Jerusalén había reformado las órdenes monásticas. Era un momento propicio para ellas. Abrió una veda fértil que dio incontables vocaciones. La capilla que erigieron en las proximidades de la «fuente de Elías», poblada por anacoretas, fue dedicada inicialmente a Nuestra Señora del Monte Carmelo. Su presencia revitalizó el espíritu de oración, meditación y ayuno característico de los primeros integrantes de la orden carmelita que tenían su origen en el profeta Elías. Por esa razón, también se le ha considerado «restaurador» de la misma. El grupo tomó el nombre de Hermanos de Santa María del Monte Carmelo. Siendo Aimerico patriarca de Antioquia visitó el lugar. Iba como legado ad latere de la Santa Sede para Tierra Santa, y designó a Bertoldo de Malefaida primer prior general de los carmelitas. Éste impulsó la creación y reconstrucción de monasterios. De hecho, se le atribuye la expansión de la Orden por otros rincones de Palestina, que luego se extendería por Europa. Es lo que se desprende de la información que Pedro Emiliano proporcionó al monarca Eduardo I de Inglaterra en una carta que le remitió en 1281.

Dios pudo querer consolar el afligido corazón de Bertoldo por las feroces luchas que no tenían tregua y que iban diezmando la comunidad. Le permitió ver cómo entraban en la gloria escoltados por ángeles un importante número de hermanos que habían derramado su sangre en defensa de la fe cristiana sucumbiendo a manos de los sarracenos. De este favor dio cuenta el historiador de la Orden, Paleonidoro. Bertoldo murió el 29 de marzo de 1195. Durante cuarenta y cinco años había dirigido sabiamente a las comunidades manteniendo vivo el amor a la Virgen. Y las huellas del carisma carmelitano se hallaban presentes en las obras que habían emprendido: monasterios en Acre, Tiro y el de Beaulieu en Líbano, una capilla en Sarepta, un hospicio en Jerusalén, etc., además de haber sembrado de comunidades el entorno del Jordán. Tras el deceso de Bertoldo, Alberto, patriarca de Jerusalén, entregó la regla a sus seguidores basada en la contemplación, la meditación sobre las Sagradas Escrituras y el trabajo. Tomando el testigo, Brocardo sustituyó al beato como segundo prior general. Era uno de los carmelitas que había sido formado por aquél gozando de su confianza. El culto dedicado a Bertoldo se fijó en 1564 por el capítulo general de la Orden. Y tras el periodo comprendido entre 1585, fecha en la que su nombre se extrajo del breviario que había sido reformado, en 1609 volvió a consignarse en él.

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Espiritualidad


San Ambrosio y la fe en la Eucaristía
Tercera predicación de Cuaresma del padre Raniero Cantalamessa

Por Redacción

CIUDAD DEL VATICANO, 29 de marzo de 2014 (Zenit.org) - Publicamos a continuación el texto completo de la tercera predicación de Cuaresma 2014 realizada ayer por la mañana por el padre Raniero Cantalamessa, O.F.M., predicador de la Casa Pontificia, en la Capilla "Redemptoris Mater" en el Vaticano.

1. La reflexión sobre los sacramentos

Junto al tema de la Iglesia, otro tema en el que se nota un progreso en el paso de los Padres griegos a los latinos es el de los sacramentos. En los primeros había faltado una reflexión sobre los sacramentos en sí, es decir, sobre la idea de sacramento, aun habiendo tratado de manera excelente cada uno de los misterios: bautismo, unción, Eucaristía[1] .

El iniciador de la teología sacramentaria —es decir, de lo que, a partir del siglo XII, será el De sacramentis— es nuevamente Agustín. San Ambrosio, con sus dos series de discursos «Sobre los sacramentos» y «Sobre los misterios», anticipa el nombre del tratado, pero no su contenido. También él, en efecto, se ocupa de cada uno de los sacramentos y no, todavía, de los principios comunes a todos los sacramentos: ministro, materia, forma, modo de producir la gracia…

¿Por qué, entonces, elegir a Ambrosio como maestro de fe de un tema sacramentario como es el de la Eucaristía sobre el cual queremos meditar hoy? El motivo es que Ambrosio, más que ningún otro, contribuyó a la afirmación de la fe en la presencia real de Cristo en la Eucaristía y puso las bases de la futura doctrina de la transustanciación. En el De sacramentis escribe:

«Este pan es pan antes de las palabras sacramentales; cuando interviene la consagración, de pan pasa a ser carne de Cristo [...] ¿Con qué palabras se realiza la consagración y de quién son estas palabras? [...] Cuando se realiza el venerable sacramento, el sacerdote ya no usa sus palabras, sino que utiliza las palabras de Cristo. Es la palabra de Cristo la que realiza este sacramento»[2].

En el otro escrito, Sobre los misterios, el realismo eucarístico es todavía más explícito. Dice:

«La palabra de Cristo que pudo crear de la nada lo que no existía, ¿no puede transformar en algo diferente lo que existe? No es menos dar a las cosas una naturaleza del todo nueva que cambiar lo que tienen [...]. Este cuerpo que producimos (conficimus) sobre el altar es el cuerpo nacido de la Virgen. [...] Es, ciertamente, la verdadera carne de Cristo que fue crucificada, que fue sepultada; es, pues, verdaderamente el sacramento de su carne [...]. El mismo Señor Jesús proclama: “Esto es mi cuerpo”. Antes de la bendición de las palabras celestes se usa el nombre de otro objeto, después de la consagración se entiende cuerpo»[3].

Sobre este punto la autoridad de Ambrosio, en el desarrollo posterior de la doctrina eucarística, prevaleció sobre la de Agustín. Éste cree ciertamente en la realidad de la presencia de Cristo en la Eucaristía pero, como hemos visto en la anterior meditación, acentúa todavía más fuertemente su significado simbólico y eclesial. Algunos de sus discípulos llegarán a afirmar no sólo que la Eucaristía hace la Iglesia, sino que la Eucaristía es la Iglesia: «Comer el cuerpo de Cristo no es otra cosa que hacerse cuerpo de Cristo»[4]. La reacción a la herejía de Berengario de Tours que reducía la presencia de Jesús en la Eucaristía a una presencia sólo dinámica y simbólica, suscitó una reacción coral en la que las palabras de Ambrosio desempeñaron una parte importante. Él es la primera autoridad que aduce santo Tomás de Aquino en su Suma en favor de la tesis de la presencia real[5] .

La expresión «cuerpo místico» de Cristo, que hasta entonces había servido para designar a la Eucaristía, pasó poco a poco a indicar la Iglesia, mientras que la expresión «cuerpo verdadero» se reservó ya sólo a la Eucaristía[6]. Esta singular inversión marca, en cierto sentido, el triunfo de la herencia de Ambrosio sobre la de Agustín. Expresiones como las del himno Ave verum, en el que el cuerpo eucarístico de Cristo es saludado como «el verdadero cuerpo, nacido de María Virgen, que fue inmolado en la cruz y de cuyo costado brotaron agua y sangre», parecen casi copiadas de las palabras arriba recordadas de Ambrosio.

Podemos resumir así la diferencia entre las dos perspectivas. De los tres cuerpos de Cristo —el cuerpo verdadero o histórico de Jesús nacido de María, el cuerpo eucarístico y el cuerpo eclesial— Agustín une entre sí estrechamente el segundo y el tercero, el cuerpo eucarístico y el de la Iglesia, distinguiéndolos del cuerpo real e histórico de Jesús; Ambrosio une, más aún, identifica el primero y el segundo, es decir, el cuerpo histórico de Cristo y el eucarístico, distinguiéndolos del tercero, es decir, del cuerpo eclesial.

 En esta dirección se podía ir demasiado lejos, cayendo en un realismo exagerado, casi que —como decía una fórmula contrapuesta a la herejía de Berengario— el cuerpo y la sangre de Cristo estuvieran presentes sobre el altar «sensiblemente y fueran, en verdad, tocados y partidos por las manos del sacerdote y masticados por los dientes de los fieles»[7]. Pero el remedio a tal peligro estaba en la noción misma de sacramento ya clara en teología. La eucarística no es una presencia física, sino sacramental, mediada por signos que son, precisamente, el pan y el vino.

2. La Eucaristía y la beraká judía

Si hay un límite en la visión de Ambrosio, es la ausencia de cualquier referencia a la acción del Espíritu Santo en la producción del cuerpo de Cristo sobre el altar. Toda la eficacia reside en las palabras de la consagración. Ellas son para él palabras creativas, es decir, palabras que no se limitan a afirmar una realidad existente, sino que producen la realidad que significan, como la frase «Fiat lux» de la creación. Esto ha influido en el escaso relieve que ha tenido en la liturgia latina la epíclesis del Espíritu Santo, que, como sabemos, desempeña en las liturgias orientales un papel tan esencial como el de las palabras de la consagración. Las nuevas Plegarias eucarísticas, con la invocación del Espíritu Santo que precede a la consagración, han querido llenar precisamente esta laguna.

Pero hay una laguna mayor de la que se empieza a tener en cuenta y que no se refiere sólo a Ambrosio y ni siquiera sólo a los Padres latinos, sino a la explicación del misterio eucarístico en su conjunto. Más que nunca se ve aquí cómo el estudio de los Padres no nos ayuda sólo a recuperar riquezas antiguas, sino también a abrirnos a lo nuevo que aparece en la historia; a imitarlos no sólo en los contenidos, sino también en el método que era el de poner al servicio de la palabra de Dios todos los recursos y los conocimientos disponibles en su contexto cultural.

El recurso nuevo que hoy disponemos para comprender la Eucaristía es el acercamiento entre cristianos y judíos. Desde los primeros días de la Iglesia, varios factores históricos llevaron a acentuar la diferencia entre el cristianismo y el judaísmo, hasta contraponerlos entre sí, como hace ya Ignacio de Antioquía[8]. Distinguirse de los judíos —en la fecha de la Pascua, en los días de ayuno y en muchas otras cosas— se convierte en una especie de consigna. Una acusación a menudo dirigida a sus adversarios y a los herejes es la de «judaizar».

En relación con la Eucaristía, el nuevo clima de diálogo con el judaísmo ha hecho posible un mejor conocimiento de su matriz judía. Igual que no se entiende la Pascua cristiana si no se considera como el cumplimiento de lo que preanunció la Pascua judía, así no se entiende a fondo la Eucaristía si no se la ve como el cumplimiento de lo que los judíos hacían y decían a lo largo de su comida ritual. El nombre mismo, Eucaristía, no es otra cosa que la traducción de Beraká, la oración de bendición y acción de gracias hecha durante esa comida. Un primer resultado importante de este cambio ha sido que hoy ningún estudioso serio sostiene ya la hipótesis de que la Eucaristía cristiana se explique a la luz de la cena en boga según algunos cultos mistéricos del helenismo, como se ha intentado hacer durante más de un siglo.

Los Padres de la Iglesia mantuvieron las Escrituras del pueblo judío, pero no su liturgia, a la cual ya no tenían forma de acceder, tras la separación de la Iglesia respecto de la Sinagoga. Así, para la Eucaristía, utilizaron las figuras contenidas en las Escrituras —el cordero pascual, el sacrificio de Isaac, el de Melquisedec, el maná—, pero no el contexto litúrgico concreto en el que el pueblo judío celebraba todos estos recuerdos, que era la comida ritual celebrada una vez al año en la cena pascual (el Seder) y semanalmente en el culto sinagogal. El primer nombre con el que es designada la Eucaristía en el Nuevo Testamento por Pablo es el de «comida del Señor» (kuriakon deipnon) (1 Cor 11,20), con referencia evidente a la comida judía de la que se distingue ahora por la fe en Jesucristo.

Es la perspectiva en la que se sitúa también Benedicto XVI en el capítulo dedicado a la institución de la Eucaristía en su segundo volumen sobre Jesús de Nazaret. Siguiendo la opinión ya prevalente entre los estudiosos, él acepta la cronología joánica según la cual la última cena de Jesús no fue una cena pascual, sino que fue una solemne comida de despedida; con Louis Bouyer, sostiene, además, que se pueda «trazar el desarrollo de la eucaristía cristiana, es decir del canon, desde la beraká judía»[9].

Por diversas razones culturales e históricas, desde la escolástica en adelante, se ha tratado de explicar la Eucaristía a la luz de la filosofía, en particular de las nociones aristotélicas de sustancia y de accidente. Esto también era un poner al servicio de la fe los nuevos conocimientos del momento y, por tanto, una imitación del método de los Padres. En nuestros días, debemos hacer lo mismo con los nuevos conocimientos de orden, esta vez, históricos y litúrgicos más que filosóficos.

Sobre la base de algunos estudios ya iniciados en esta dirección, sobre todo el de L. Bouyer[10], quisiera tratar de mostrar la luz viva que cae sobre la Eucaristía cristiana cuando situamos los relatos evangélicos de la institución sobre el trasfondo de lo que sabemos de la comida ritual judía. La novedad del gesto de Jesús no resultará disminuida, sino engrandecida al máximo.

3. ¿Qué ocurrió esa noche?

Un texto que muestra el estrecho vínculo entre la liturgia judía y la cena cristiana es la Didaché. Dicho texto no es otra cosa que una colección de oraciones de la sinagoga, con la adición, aquí y allá, de las palabras «por tu servidor Jesucristo»; por lo demás, es idéntico a la liturgia de la sinagoga. El rito sinagogal estaba compuesto por una serie de oraciones llamadas «berakah» que en griego se tradujo con «Eucaristía». La beraká resume la espiritualidad de la Antigua Alianza y es la respuesta de bendición y de agradecimiento que Israel da a la palabra de amor que su Dios le había dirigido.

El ritual seguido por Jesús al dar la forma definitiva de la Eucaristía acompañaba todas las comidas de los judíos, pero asumía una importancia particular en las comidas en familia o en comunidad el sábado y los días festivos. Es suficiente un primer vistazo sobre el rito para ambientar adecuadamente la última Cena. Al comienzo de la comida, cada uno por turno tomaba en la mano una copa de vino y, antes de llevarla a los labios, repetía una bendición que la liturgia actual nos hace repetir casi literalmente en el momento del ofertorio: «Bendito seas, Señor, Dios nuestro, Rey de los siglos, que nos has dado este fruto de la vid». Es el primer cáliz de vino.

Pero la comida comenzaba oficialmente sólo cuando el padre de familia, o el jefe de la comunidad, había partido el pan que debía ser distribuido entre los comensales. Y, en efecto, Jesús, inmediatamente después de la frase, toma el pan, recita la bendición, lo parte y lo distribuye diciendo: «Esto es mi cuerpo...». Y aquí el ritual, que era sólo una preparación, se convierte en la realidad. Después de la bendición del pan, que era considerada como una bendición general para toda la comida, se servían los platos habituales.

Si los precedentes de la Eucaristía se encuentran en la comida ritual de los judíos, entonces ya no tiene significado especial saber si la fiesta de Pascua coincidía con el Jueves Santo o con el Viernes Santo. Jesús no vinculó la Eucaristía con ningún detalle propio de la comida de Pascua (aparte del desajuste de la fecha, falta toda referencia a la manducación del cordero y de las hierbas amargas), sino sólo con aquellos elementos que forman parte del rito de cada día: es decir, la fracción del pan al comienzo y con la gran oración de acción de gracias al final. El carácter pascual de la última cena es innegable, pero es independiente de estas discusiones y se explica con el nexo que Jesús plantea entre la Eucaristía («mi sangre derramada por vosotros») y su muerte de cruz. Es allí donde se realiza la figura del cordero pascual al que «no se le quiebra ningún hueso» (Jn 19,36).

Pero volvamos al ritual judío. Cuando la comida está a punto de terminar y las viandas se han consumido, los comensales están listos para el gran acto ritual que concluye la celebración y le confiere el significado más profundo. Todos se lavan las manos, como al comienzo. Estaba prescrito que el presidente recibiera el agua del más joven de los presentes y es quizá Juan quien se la da a Jesús. Pero el maestro, en lugar de dejarse servir, da una lección de humildad, al lavarles los pies. Acabado esto, teniendo delante de sí una copa de vino mezclado con agua, invita a hacer las tres oraciones de agradecimiento: la primera, por Dios creador; la segunda, por la liberación de Egipto; la tercera, porque su obra continua en el presente. Concluida la oración, la copa pasaba de mano en mano y cada uno bebía. Este es el rito antiguo, realizado por Jesús muchas veces durante su vida.

Luca dice que, después de haber cenado, Jesús tomó el cáliz diciendo: «Este cáliz es la nueva Alianza en mi sangre que se derrama por vosotros». Algo decisivo ocurre en el momento en que Jesús añade estas palabras a la fórmula de las oraciones de agradecimiento, es decir, a la beraká judía. Ese rito era un banquete sagrado en el que se celebraba y se daban las gracias a un Dios salvador, que había redimido a su pueblo para estrechar con él una alianza de amor, sellada con la sangre de un cordero. La comida diaria bendecía a Dios por esa alianza, pero ahora, es decir, en el momento en que Jesús decide dar la vida por los suyos como el verdadero cordero, él declara concluida esa antigua Alianza que todos juntos estaban celebrando litúrgicamente.

En ese momento, con unas pocas y simples palabras, él abre, ofrece y estrecha con los suyos la nueva y eterna Alianza en su Sangre. Cuando Jesús ofrece ese cáliz es como si dijera: «Hasta aquí, cada vez que habéis celebrado esta comida ritual habéis conmemorado el amor de Dios salvador que os ha redimido de Egipto. De ahora en adelante, cada vez que repitáis lo que hemos hecho hoy, lo haréis no ya en conmemoración de una salvación de la esclavitud material en la sangre de un animal; lo haréis en memoria de mí, Hijo de Dios que da su Sangre para redimiros de vuestros pecados. Hasta aquí habéis comido un alimento normal para celebrar una liberación material. Ahora me comeréis a mí, alimento divino sacrificado por vosotros, para haceros una sola cosa conmigo. Y me comeréis y beberéis mi sangre en el acto mismo en que yo me sacrifico por vosotros. Esta es la nueva y eterna Alianza en mi amor».

Al añadir las palabras: «Haced esto en memoria de mí», Jesús confiere un alcance ilimitado a su don. Desde el pasado, la mirada se proyecta hacia el futuro. Todo lo que él ha hecho hasta ahora en la cena es puesto en nuestras manos. Al repetir lo que él hizo, se renueva ese acto central de la historia humana que es su muerte por el mundo. La figura del cordero pascual sobre la cruz se convierte en acontecimiento, en la cena se nos da como sacramento, es decir, como memorial perenne del acontecimiento. El acontecimiento sucede una sola vez (semel) (Heb 10,12); el sacramento, cada vez que lo queremos (quotiescumque) (1 Cor 11,26).

La idea del «memorial» que Jesús retoma del ritual judío del sábado y de los días festivos, referida en Ex 12, 14, encierra la esencia misma de la Misa, su teología, su significado íntimo para la salvación. El memorial bíblico es mucho más que una simple conmemoración, que un simple recuerdo subjetivo del pasado. Gracias a él, interviene, fuera de la mente del orante, una realidad que tiene una existencia propia, que no pertenece al pasado, sino que existe y actúa en el presente y seguirá obrando en el futuro. El memorial que hasta ahora era la prenda de la fidelidad de Dios con Israel, es ahora el cuerpo partido y la sangre derramada del Hijo de Dios, el sacrificio del Calvario «re-presentado» (es decir, hecho nuevamente presente) en la Eucaristía de la Iglesia.

Aquí se descubre el sentido y la preciosidad de la insistencia de Ambrosio, y tras él, en forma más evolucionada, de los teólogos escolásticos y del Concilio de Trento, sobre la presencia «verdadera, real y sustancial de Cristo» en la Eucaristía[11]. En efecto, sólo así es posible conservar en el «memorial» instituido por Jesús su carácter objetivo de don absoluto, sin condiciones, independiente de todo, incluso de la fe de quien lo recibe, como lo había sido su encarnación.

4. Nuestra firma sobre el don

¿Cuál es nuestro lugar en el drama humano-divino que hemos recordado? Nuestra reflexión sobre la Eucaristía debe conducirnos precisamente a descubrir esto. Por nosotros, en efecto, para implicarnos en su acción, Jesús ha hecho de su don un «sacramento».

En la Eucaristía tienen lugar dos milagros: uno es el que hace del pan y del vino el cuerpo y la sangre de Cristo; el otro es el que hace de nosotros «un sacrificio vivo agradable a Dios», que nos une al sacrificio de Cristo, como actores, y no sólo como espectadores. En el ofertorio hemos ofrecido pan y vino, que para Dios no tenían, obviamente, ni valor ni significado por sí mismos. Ahora, en la consagración, es Cristo quien pone ese valor que yo no puedo poner en mi ofrenda. En este momento pan y vino se convierten en cuerpo y sangre de Cristo que se entrega a la muerte en un supremo acto de amor al Padre.

He aquí, entonces, lo que ha ocurrido: mi pobre don, carente de valor, se ha convertido en el don perfecto para el Padre. Jesús, no se da solo en el pan y el vino, nos toma también a nosotros y nos cambia (místicamente, no realmente) en sí mismo, nos da también a nosotros el valor que tiene su don de amor al Padre. En ese pan y en ese vino estamos también nosotros: «En lo que ofrece, la Iglesia se ofrece sí misma», escribe Agustín[12].

Quisiera resumir, con la ayuda de un ejemplo humano, lo que sucede en la celebración eucarística. Pensemos en una familia numerosa en la que hay un hijo, el primogénito, que admira y ama desmedidamente a su padre. Por su cumpleaños quiere hacerle un regalo valioso. Pero antes de presentárselo pide, en secreto, a todos sus hermanos y hermanas que estampen su firma sobre el regalo. Éste llega, pues, a manos del padre como signo del amor de todos sus hijos, indistintamente, aunque, en realidad, uno sólo ha pagado el precio del mismo.

Eso es lo que ocurre en el sacrificio eucarístico. Jesús admira y ama ilimitadamente al Padre celeste. A él le quiere hacer cada día, hasta el final del mundo, el regalo más valioso que se pueda pensar, el de su propia vida. En la Misa él invita a todos sus «hermanos» a que estampen su firma sobre el don, de manera que llegue a Dios Padre como el don indiferenciado de todos sus hijos, aunque uno sólo ya ha pagado el precio de dicho don. ¡Y qué precio!

Nuestra firma son las pocas gotas de agua que se mezclan con el vino en el cáliz; nuestra firma, explica Agustín, es sobre todo el «amén» que los fieles pronuncian en el momento de la comunión: «A lo que sois respondéis: Amén y al responder lo suscribís. Se te dice, en efecto: El cuerpo de Cristo, y tú respondes: Amén. Sé miembro del cuerpo de Cristo, para que sea verídico tu Amén… Sed lo que veis y recibid lo que sois»[13]. Toda la eclesiología eucarística de Agustín que hemos recordado la vez pasada encuentra aquí su campo de aplicación. Si no se puede decir que la Eucaristía es la Iglesia (como llevaron a afirmar algunos de sus discípulos), se puede y se debe decir que la Eucaristía hace ala Iglesia.

Sabemos que quien ha firmado un compromiso tiene luego el deber de honrar la propia firma. Esto quiere decir que, al salir de la Misa, debemos hacer también nosotros de nuestra vida un regalo de amor al Padre y para los hermanos. Debemos decir también nosotros, mentalmente, a los hermanos: «Tomad, comed; esto es mi cuerpo». Tomad mi tiempo, mis capacidades, mi atención. Tomad también mi sangre, es decir, mis sufrimientos, todo lo que me humilla, me mortifica, limita mis fuerzas, mi propia muerte física. Quiero que toda mi vida sea, como la de Cristo, pan partido y vino derramado por los otros. Quiero hacer de toda mi vida una Eucaristía.

He mencionado al comienzo la Didaché, como el documento que marca el tránsito desde la liturgia judía a la cristiana. Terminamos con una de sus oraciones que ha inspirado muchas plegarias eucarísticas posteriores de la Iglesia:

«Como este pan fue repartido sobre los montes, y, recogido, se hizo

uno,

así sea recogida tu Iglesia desde los límites de la tierra en tu Reino

porque tuya es la gloria y el poder, por Jesucristo, en los siglos. Amén»[14].

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© Traducido del original italiano por Pablo Cervera Barranco

[1] Cf. J. Kelly, Il pensiero cristiano degli origini (Bolonia 1972) 415ss.

[2] Ambrosio, De sacramentis, IV,14-16 [trad. esp. San Ambrosio de Milán, Explicación del símbolo; Los sacramentos; Los misterios (Introd., trad. y notas de P. Cervera) (Editorial Ciudad Nueva, Madrid 2005)].

[3] Ambrosio, De mysteriis, 52-53 [trad. esp. San Ambrosio de Milán, Explicación del símbolo; Los sacramentos; Los misterios (Introd., trad. y notas de P. Cervera) (Editorial Ciudad Nueva, Madrid 2005)].

[4] Guillermo de Saint-Thierry: PL 184, 403.

[5] Cf. S. Th., III, q. 75, aa. 1ss.

[6] Es el proceso reconstruido por H. de Lubac, en Corpus Mysticum. L’Eucharistie et l’Eglise au Maoyen Age (Aubier, París 1949) [trad. ital. Corpus Mysticum. L’Eucaristia e la Chiesa nel Medioevo (Jaka Book, Milán 1996).

[7] Denzinger-Schönmetzer, Enchiridion Symbolorum, n. 690.

[8] Ignacio de Antioquía, Carta a los Magnesios, 10,3.

[9] J. Ratzinger – Benedicto XVI, Gesù di Nazaret, vol. II (LEV, Roma 2011) 132-163 [trad. esp. Jesús de Nazaret (La Esfera de los Libros, Madrid 22011)]; cf. L. Bouyer, Eucharistie. Théologie et spiritualité de la prière eucharistique (Desclée, Tournai 1966) [trad. esp. Eucaristía. Teología y espiritualidad de la Plegaria eucarística (Herder, Barcelona 1969)].

[10] Además del libro citado de L. Bouyer, cf. A. Baumstark, Liturgie comparée (Chevetogne 1953); L. Alonso Schökel, Meditaciones biblicas sobre la Eucaristía (Sal Terrae, Santander 1986); Seung Ai Yang, Les repas sacrés dans le Judaisme de l'époque hellénistique, en Encyclopedie de l’Eucaristie (Du Cerf, París 2000) 55-59 [trad. esp. Enciclopedia de la Eucaristía (Desclée de Brouwer, Bilbao 2004)].

[11] Cf. Conc. Tridentino, Canon 1 de SS. Eucharistiae sacramento: DS 1651.

[12] Agustín, De civitate Dei, X, 6: CCL 47, 279 («In ea re quam offert, ipsa offertur»).

[13] Agustín, Sermo 272: PL 38,1247s.

[14] Didache, IX,4.

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