ZENIT

El mundo visto desde Roma

Servicio diario - 30 de marzo de 2014

LA FRASE DEL DOMINGO 30 DE MARZO

Al final, lo que importa no son los años de vida, sino la vida de los años.
Abraham Lincoln (1809–1865)

 


El papa Francisco

El Papa en el ángelus: abrirnos a la luz de Cristo para llevar fruto en nuestra vida
Texto completo. El ciego de nacimiento sanado por Jesús y los doctores de la ley desconfí­an, los presuntos videntes que permanecen ciegos en el alma

El Evangelio de Jesucristo, luz e inspiración en las vicisitudes cotidianas
Mensaje del Papa a los obispos de Bolivia reunidos en Cochabamba en la 97ª Asamblea Plenaria

Santa Sede

La gendarmeria vaticana detiene intento de fraude en el Ior
Incautados bonos falsificados. Detenidos un holandés y un estadounidense que no tienen cuenta en el Instituto para las Obras de Religión

Entrevista

Cuando Juan Pablo II quería ir a Medjugorje....
El postulador Slawomir Oder describe la santidad de Wojtyla a partir de su relación í­ntima con Dios y la Virgen, de la unión con el Padre Pío y de su profundidad espiritual que lo hacía rezar noches enteras sin tocar la cama

SANTOS Y BEATOS: EPOPEYAS DE AMOR. EJEMPLO DEL DÍA

San Pedro Regalado
«Flor de la reforma franciscana. Fue discípulo aventajado de Pedro de Villacreces. Pasó su vida consumido en oración y sacrificios, sosteniendo el rigor de la Regla que había heredado. Hizo muchos milagros»


El papa Francisco


El Papa en el ángelus: abrirnos a la luz de Cristo para llevar fruto en nuestra vida
Texto completo. El ciego de nacimiento sanado por Jesús y los doctores de la ley desconfí­an, los presuntos videntes que permanecen ciegos en el alma

Por Redacción

CIUDAD DEL VATICANO, 30 de marzo de 2014 (Zenit.org) - El Santo Padre ha rezado esta mañana el ángelus, como cada domingo, desde la ventana del estudio en el Palacio Apostólico Vaticano junto con los numerosos fieles reunidos en la plaza de San Pedro:

Publicamos a continuación la reflexión del Papa, previa a la oración mariana:

Queridos hermanos y hermanas,

el Evangelio de hoy nos presenta el episodio del hombre ciego de nacimiento, al cual Jesús dona la vista. El largo pasaje, es largo, se abre con un ciego que comienza a ver y se cierra -curioso esto- con los presuntos videntes que continúan a permanecer ciegos en el alma. El milagro es narrado por Juan en apenas dos versos, porque el evangelista quiere atraer la atención no sobre el milagro en sí, sino sobre lo que sucede después, sobre las discusiones que suscita. También sobre los chismeríos, muchas veces una obra buena, una obra de caridad, suscita chismeríos, discusiones, porque hay algunos que no quieren ver la verdad. El evangelista Juan quiere llamar la tentación sobre esto que sucede también en nuestros días cuando se hace una obra buena.

El ciego sanado es primero interrogado por la multitud sorprendida, han visto el milagro y le preguntan. Después por los doctores de la ley y estos interrogan también a sus padres. Al final el ciego sanado llega a la fe, y esta es la gracia más grande que le hace Jesús: no solo ver, sino conocerle, que es "la luz del mundo" (Jn, 9,5).

Mientras el ciego se acerca gradualmente a la luz, los doctores de la ley al contrario; se hunden cada vez más profundamente en la ceguera interior. Cerrados en su presunción, creen tener ya la luz; por esto no se abren a la verdad de Jesús. Hacen de todo para negar la evidencia. Ponen en duda la identidad del hombre sanado, después niegan la acción de Dios en la sanación, toman como escusa que Dios no cura el sábado; llegan incluso a dudar que el hombre hubiera nacido ciego. Su clausura a la luz se vuelve agresiva y acaba con la expulsión del templo del hombre sanado, expulsado del templo.

El camino del ciego sin embargo es un recorrido a etapas, que comienza en el conocimiento del nombre de Jesús. No conoce a otro que Él, de hecho dice: "El hombre que se llama Jesús me puso barro en los ojos" (v.11). A continuación de las preguntas apremiantes de los doctores, lo considera primero un profeta (v. 17) y después un hombre cerca de Dios (v. 31). Después que fuera alejado del templo, excluido de la sociedad, Jesús lo encuentra de nuevo y le "abre los ojos" por segunda vez, revelándole la propia identidad. "Yo soy el Mesías", le dice. A este punto el que había sido ciego exclama: "¡Creo, Señor! (v. 38), y se postra delante del Señor.  Pero esto es un fragmento del Evangelio que hace ver el drama de la ceguera interior de tanta gente, también la nuestra, porque nosotros a veces tenemos momentos de ceguera interior.

Nuestra vida a veces es parecida a la del ciego que se ha abierto a la luz, a Dios y a su gracia. A veces lamentablemente es un poco como la de los doctores de la ley: desde lo alto de nuestro orgullo juzgamos a los otros, ¡e incluso al Señor! Hoy, somos invitados a abrirnos a la luz de Cristo para llevar fruto en nuestra vida, para eliminar los comportamientos que no son cristianos; todos nosotros somos cristianos, pero todos nosotros, todos,tenemos comportamientos algunas veces no cristianos. Comportamientos que son pecados, y debemos arrepentirnos de esto. Y eliminar este comportamiento para caminar decididamente sobre la vía de la santidad que tiene su origen en el Bautismo. Y en el Bautismo hemos sido "iluminados" para que, como nos recuerda san Pablo, podamos comportarnos como "hijos de la luz" (Ef 5, 8), con humildad, paciencia y misericordia. Estos doctores de la ley no tenían ni humildad, ni paciencia, ni misericordia. Yo os sugiero hoy, cuando volváis a casa, tomar el Evangelio de Juan, leed el pasaje del capítulo 9, que es este. Os hará bien porque así veis este camino de la ceguera a la luz, y el otro camino malo hacia una ceguera más profunda. Y preguntémonos cómo es nuestro corazón, ¿cómo es mi corazón? ¿cómo es tu corazón? ¿Yo tengo un corazón abierto o un corazón cerrado? ¿Abierto o cerrado hacia Dios? ¿Abierto o cerrado hacia el prójimo? Siempre tenemos en nosotros alguna clausura que nace del pecado, nacida de las equivocaciones, de los errores. No tengamos miedo, no tengamos miedo. Abrámonos a luz del Señor, Él nos espera siempre, Él nos espera siempre para hacernos ver mejor, para darnos más luz, para perdonarnos. No olvidéis esto. Él nos espera siempre.

A la Virgen María confiamos el camino de la cuaresma, para que también nosotros, como el ciego curado, con la gracia de Cristo podamos "venir a la luz", renacer a la vida nueva.

Tras la oración del ángelus el Santo Padre ha realizado los saludos:

Saludo cordialmente a las familias, los grupos parroquiales, las asociaciones y los fieles particulares procedentes de Italia y de tantos países, en particular a los de Ponferrada y Valladolid; los estudiantes y los profesores de los colegios de Murcia, Castelfranco de Córdoba y Laganés; los alumnos de los colegios de París y los emigrantes portugueses de Londres.

Saludo al Movimiento Juvenil Lasalliano, el grupo "Jóvenes, arte y fe de Santa Paola Frassinetti", los universitarios de Venecia.

Dirijo un saludo particular a los militares italianos que han realizado un peregrinaje a pie desde Loreto a Roma, rezando por la pacífica y justa resolución de las controversias.  Y esto es muy bonito, Jesús en las bienaventuranzas dice que son bienaventurados aquellos que trabajan por la paz.

Un pensamiento va a los grupos de fieles de Potenza, Atella, Sulmona, Lomagna, Conegliano, Locara, Nápoles, Afragola, Ercolano y Torre del Greco; a los jóvenes de confirmación de Gardone Valtrompia, Ostia, Reggio Emilia, Fane, Serramazzoni y Parma; a los estudiantes de Massa Carrara y Génova-Pegli.

Saludo finalmente a la Coral de Brembo, la Polisportiva Laurentino de Roma, los motoristas de Terni-Narni; los representantes del WWF-Italia, animándoles en su compromiso a favor del ambiente.

Y no olvidéis hoy en casa tomar el Evangelio de Juan, capítulo 9 y leer esta historia del ciego que se ha convertido en vidente y de los presuntos videntes que han caído más en su ceguera. Capítulo 9 del Evangelio de Juan.

A todos os deseo feliz domingo y buena comida. ¡Hasta la vista!

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El Evangelio de Jesucristo, luz e inspiración en las vicisitudes cotidianas
Mensaje del Papa a los obispos de Bolivia reunidos en Cochabamba en la 97ª Asamblea Plenaria

Por Redacción

CIUDAD DEL VATICANO, 30 de marzo de 2014 (Zenit.org) - El Santo Padre ha mandado un mensaje a los obispos de Bolivia, reunidos en su 97ª Asamblea Plenaria en Cochabamba. En el texto, enviado a través del Secretario de Estado el cardenal Pietro Parolin, les anima a "acoger con gozo el Evangelio de Jesucristo". Asimismo, el Papa agradece el mensaje, enviado en nombre de la Conferencia Episcopal Boliviana, por su presidente monseñor Óscar Aparicio Céspedes, en el que se manifiesta el afecto filial y la firme adhesión del episcopado de Bolivia al sucesor del apóstol Pedro. 



Francisco ha apreciado mucho este elocuente gesto de comunión eclesial -escribe el cardenal Parolin- y, en su oración, pide a Dios “invocando la intercesión de María Santísima, que ayude a los pastores y fieles bolivianos a acoger con gozo el Evangelio de Jesucristo, en donde siempre hallarán luz e inspiración para afrontar las vicisitudes cotidianas con fe y caridad, así como para edificar una sociedad cada vez más fraterna y justa, más esperanzada y solidaria”. 



Para concluir, el Santo Padre pide que recen por él y los frutos de su servicio a la Iglesia universal y, "como prensa de copiosas gracias celestiales, les imparte complacido la implorada bendición apostólica, que de corazón hace extensiva a los queridos hijos e hijas de Bolivia".

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Santa Sede


La gendarmeria vaticana detiene intento de fraude en el Ior
Incautados bonos falsificados. Detenidos un holandés y un estadounidense que no tienen cuenta en el Instituto para las Obras de Religión

Por Redacción

CIUDAD DEL VATICANO, 30 de marzo de 2014 (Zenit.org) - La gendarmeria vaticana junto con la guardia de finanza italiana han detenido un intento de fraude en el Instituto para las Obras de Religión (Ior).

Según informa Radio Vaticana, dos hombres -un holandés y un estadounidense- habían intentado entrar en territorio vaticano con una maletín que contenía bonos falsos pero fueron detenidos por los servicios de seguridad del vaticano en los controles de ingreso a la Ciudad del Vaticano.

Los dos hombres, que intentaban dirigirse al Ior, no eran titulares de ninguna cuenta, no eran conocidos, ni su llegada era esperada. Ambos han sido denunciados tanto por las autoridades vaticanas como por las italianas.

Basándose en los acuerdos en vigor entre los dos Estados, los autores del intento de estafa, han sido entregados a la guardia de finanza italiana; que con las investigaciones posteriores han descubierto que se trataba de estafadores.

            





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Entrevista


Cuando Juan Pablo II quería ir a Medjugorje....
El postulador Slawomir Oder describe la santidad de Wojtyla a partir de su relación í­ntima con Dios y la Virgen, de la unión con el Padre Pío y de su profundidad espiritual que lo hacía rezar noches enteras sin tocar la cama

Por Salvatore Cernuzio

ROMA, 30 de marzo de 2014 (Zenit.org) - El 27 de abril unos 5 millones de personas procedentes de todo el mundo se conmoverán viendo la tela de la Loggia de la Bendición bajarse y descubrir el rostro de Juan Pablo II. El deseo de numerosos fieles que a su muerte gritaban "¡Santo subito!" se ha cumplido: Wojtyla será canonizado junto a Juan XXIII. Como Roncalli, también el Pontífice polaco ha cambiado la historia, a través de un pontificado revolucionario que ha esparcido las semillas de tantos frutos que se viven hoy en la Iglesia y en el mundo. Pero el secreto de esta fuerza, de esta fe, de esta santidad, ¿de dónde nacía? De una relación íntima con Dios, que se realizaba en una oración incesante que, más de una vez, ha hecho que el beato dejara la cama intacta, porque prefería transcurrir la noche en el suelo, en oración. Lo confirma el postulador de la causa de canonización, monseñor Slawodir Oder, en la entrevista realizada a ZENIT que publicamos a continuación.

***

De Juan Pablo II se ha dicho todo, se ha escrito de todo. Pero ¿realmente se ha pronunciado la última palabra sobre este "gigante de la fe"?
--Mons. Oder: El mismo Juan Pablo II sugirió cuál era la clave para su conocimiento: "Muchos intentan conocerme mirando fuera, pero yo pueo ser conocido solo desde dentro, es decir, desde el corazón". Seguramente el proceso de beatificación, antes, y de canonización, después, ha permitido acercarse más al corazón de esta persona. Cada experiencia y testimonio ha sido una pieza que ha compuesto el mosaico de la extraordinaria figura de este Pontífice. Si embargo, seguramente, llegar al corazón de una persona como Wojtyla permanece un misterio. Podemos decir que en el corazón de este Papa esté seguramente el amor por Dios y por los hermanos, un amor siempre cambiante, que no es nunca un hecho consumado en la vida.

¿Qué ha descubierto de nuevo o de poco conocido sobre Wojtyla durante sus investigaciones?
--Mons. Oder: Hay distintos aspectos históricos y de su vida que han surgido en el proceso y que son poco conocidos. Uno de estos es sin duda la relación con el Padre Pío, con el que se vio a menudo y con el que mantuvo una larga relación epistolar. Más allá de algunas cartas ya conocidas, como aquella en la que pedía oración por la profesora Poltawska, su amiga y colaboradora; surgió otra en la que el beato pedía al Santo de Pietrelcina oraciones de intercesión por la sanación de los fieles. O pedía oraciones para sí mismo, que, al mismo tiempo, desarrollaba el encargo de vicario capitular de la diócesis de Cracovia, en espera al nombramiento del nuevo arzobispo que después será él mismo.

¿Algo más?
--Mons. Oder: Hemos descubierto mucho sobre la espiritualidad de Juan Pablo II. Más que nada se ha tratado de una confirmación de cuanto ya era perceptible, visible de su relación con Dios. Una relación íntima con Cristo vivo, sobre todo en la Eucaristía donde surgía todo lo que nosotros fieles hemos visto en él como fruto de extraordinaria caridad, celo apostólico, pasión por la Iglesia, amor por el cuerpo místico. Y este es el secreto de santidad de Juan Pablo II.

Por tanto, más allá de los grandes viajes y los grandes discursos, ¿el aspecto espiritual es el corazón del pontificado de Juan Pablo II?
--Mons. Oder: Absolutamente. Y hay un episodio muy tocante que lo identifica muy bien. El Papa enfermo, al final de uno de sus últimos viajes apostólicos, sus colaboradores le llevan a la habitación. Los mismos, la mañana después, encuentran la cama intacta porque Juan Pablo II pasó toda la noche en oración, de rodillas, en el suelo. Para él, recogerse en oración era fundamental. Tanto que, en los últimos meses de vida, pidió tener en la habitación un espacio para el Santísimo. Su relación con el Señor era realmente extraordinaria.

El Papa era también muy devoto de María...
--Mons. Oder: Sí, y el proceso de canonización nos ha ayudado a acercarnos también a esto. Hemos profundizado la relación profundísima de Wojtyla con la Virgen. Una relación que la gente externa a veces no conseguía comprender y que parecía sorprendente. A veces el Papa durante la oración mariana aparecía en éxtasis, se alienaba del contexto, ya fuera un paseo o un encuentro. Vivía una relación personalísima con la Virgen.

Entonces, ¿también hay un aspecto místico en Juan Pablo II?
--Mons. Oder: Decididamente sí. No puedo confirmar visiones o elevaciones, con las que a menudo se identifica la vida mística; pero con Juan Pablo II el aspecto de un profundo y auténtico misticismo estaba presente y se manifestaba con su estar en la presencia de Dios. Un verdadero místico es, de hecho, aquel que tiene la conciencia de estar en presencia de Dios, y vive todo a partir de un profundo encuentro con el Señor.

Usted vive desde hace años con la figura de este hombre considerado ya Santo en vida. ¿Cómo se siente al verlo ahora elevado a los honores de los altares?
--Mons. Oder: El proceso de canonización ha sido una aventura extraordinaria. Seguramente marca mi vida sacerdotal. Agradezco mucho a Dios que me ha puesto delante este maestro de vida y de fe. Para mí estos 9 años del proceso han sido una aventura humana y un curso extraordinario de ejercicios espirituales predicados "indirectamente" con su vida, sus escritos, con todo lo que ha surgido de las investigaciones.

¿Tiene recuerdos personales?
--Mons. Oder: Nunca he sido uno de los más estrechos colaboradores de Wojtyla, pero conservo en el corazón distintas ocasiones en las que he podido respirar la santidad del Pontífice. Una de estas es del inicio de mi sacerdocio, el Jueves Santo de 1993, el año en el que el Papa quiso lavar los pies a los sacerdotes comprometidos en la formación de seminaristas. Yo estaba entre estos sacerdotes. Además del valor simbólico del ritual, para mí permanece el primer contacto con una persona que en ese gesto auténticamente humilde, lleno de amor, me ha comunicado su amor por Cristo y por el mismo sacerdocio. Otra ocasión se presentó en los últimos meses de vida del Papa: estaba ya enfermo, y al imprevisto tuve oportunidad de cenar con él, junto a los secretarios, a los colaboradores y a otros pocos sacerdotes. También allí recuerdo esta sencillez y el gran sentido de acogida, de humanidad, que transpiraba en la sencillez de sus gestos.

Benedicto XVI ha declarado recientemente en una entrevista que siempre supo que estaba viviendo junto a un Santo. Es famoso su "hacedlo rápido, pero hacedlo bien", cuando autorizó el inicio del proceso de beatificación.
--Mons. Oder: Me ha gustado mucho leer el testimonio del papa emérito. Ha sido la confirmación de lo que él ha hecho transpirar a lo largo de su pontificado: siempre que era posible hablaba de su amado predecesor, en privado o en público durante las homilías y los discursos. Siempre ha dado gran testimonio del afecto hacia Juan Pablo II. Y, por mi parte, puede expresar una fuerte gratitud a Benedicto por la actitud que ha mostrado en estos años. Le he sentido siempre muy cerca y puedo afirmar que fue determinante en el abrir el proceso de beatificación poco después de la muerte. Mirando después a los últimos eventos históricos, debo decir que la Divina Providencia ha hecho una "dirección" magnífica de todo el proceso.

¿Ve una continuidad también con el papa Francisco?
--Mons. Oder: El Magisterio continúa, el carisma de Pedro continúa. Cada uno de los Papas da consistencia y forma histórica determinada de la vivencia personal y de la propia personalidad. No se puede no ver una continuidad. Más en detalle, hay distintos aspectos por los que Francisco recuerda a Juan Pablo II: el deseo profundo de estar cercano a las personas, la valentía de ir más allá de ciertos esquemas, la pasión por Cristo presente en su Cuerpo místico, el diálogo con el mundo y con otras religiones.

Uno de los deseos irrealizables de Wojtyla fue el de visitar China y Rusia. Parece que Francisco está abriendo camino en este sentido...
--Mons. Oder: Es extraordinario que los esfuerzos cumplidos por Juan Pablo II para una apertura hacia Oriente está proliferando con sus sucesores. El camino abierto por Wojtyla ha encontrado terreno fértil con el pensamiento de Benedicto XVI y, ahora, gracias a los eventos históricos que acompañan el pontificado de Francisco, se realizan concretamente. Es siempre esa dialéctica de la continuidad de la que hablaba antes, que es además la lógica de la Iglesia: ninguno comienza de cero, la piedra es Cristo que ha actuado en Pedro y en sus sucesores. Hoy vivimos la preparación de aquello que en la Iglesia sucederá mañana.

Se dice también que Juan Pablo II tenía el deseo de visitar Medjugorje. ¿Lo puede confirmar?
--Mons. Oder: Hablando privadamente con sus amigos, más de una vez el Papa dijo: "Si fuera posible quisiera ir". Son palabras que no se deben interpretar con un carácter de reconocimiento u oficialidad a los eventos en el pueblo bosnio. El Papa siempre ha estado muy atento al moverse, consciente de la importancia de su encargo. No hay duda de que en Medjugorje suceden cosas que transforman los corazones de las personas, sobre todo en el confesionario. Por tanto, el deseo expreso del Papa se puede interpretar en la óptica de su pasión sacerdotal, es decir, del querer estar en un lugar donde un alma busca a Cristo y lo encuentra, gracias a un sacerdote, a través del sacramento de la reconciliación o de la eucaristía.

¿Y por qué no fue?
--Mons. Oder: Porque no todo es posible en la vida...

Traducido del italiano por Rocío Lancho García

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SANTOS Y BEATOS: EPOPEYAS DE AMOR. EJEMPLO DEL DÍA


San Pedro Regalado
«Flor de la reforma franciscana. Fue discípulo aventajado de Pedro de Villacreces. Pasó su vida consumido en oración y sacrificios, sosteniendo el rigor de la Regla que había heredado. Hizo muchos milagros»

Por Isabel Orellana Vilches

MADRID, 30 de marzo de 2014 (Zenit.org) - Pedro Regalado y de la Costanilla nació en Valladolid, España, hacia 1390. Perdió a su padre siendo muy pequeño. Su madre lo llevaba temprano al convento de San Francisco donde actuaba como monaguillo, por lo que fácilmente se estableció un vínculo entrañable con los religiosos a los que acompañaba en la santa misa, despertando en él una temprana vocación. A los 13 años ingresó en el convento.

Era jovencísimo cuando le impusieron el hábito. Los muros de los claustros albergaban a personas sin escrúpulos ni vocación. Se habían recluido en esos recintos con variadas y distintas intenciones, lo cual se evidenciaba en una falta de espíritu religioso. A nada de ello fue ajeno el momento histórico que propició numerosos arribismos de esta naturaleza. En esa época, el venerable fray Pedro de Villacreces, egregio maestro en teología por las universidades de París, Toulouse y Salamanca, estaba dispuesto a actuar para renovar la vida monástica que se había impregnado de muchas sombras proyectadas en ella al margen de la consagración. Con este objetivo, el obispo de Osma le autorizó a fundar por tierras burgalesas.

En 1404 llegó a Valladolid. Procedía de las cuevas de Arlanza y del eremitorio de La Salceda donde se hallaba buscando seguidores para secundarle en tan delicada misión. Cuando Pedro Regalado lo conoció a sus 14 años, entró en inmediata sintonía con él. La diferencia de edad –el fraile superaba los 60–, nunca fue un muro entre ambos; todo lo contrario. Y es que los dos compartían el anhelo de conquistar la santidad, y ante este altísimo fin nada se interpone. Entonces fray Pedro ya era considerado santo por muchos, y fue instructor del joven que aprendió a estimar junto al fraile el cumplimiento de la observancia franciscana.

Partieron juntos rumbo a La Aguilera, lugar colindante a Aranda de Duero, para fundar un convento. Con sumo gozo, y sin temor a la austeridad porque buscaba la gloria de Dios con todas sus fuerzas, se abrazó el muchacho al rigor de la regla. Y no era baladí. De las veinticuatro horas que tiene el día, diez estaban destinadas a la oración comunitaria y personal, trabajo y limosna. Éste era, en esencia, el plan cotidiano. El bondadoso fraile se ocupó de formar a Pedro Regalado para el sacerdocio. Éste celebró su primera misa en la ermita del convento en 1412. De algún modo era su credencial para realizar el apostolado en la cuenca media del Duero. Su virtud, percibida en palabras y gestos, era bendecida con hechos prodigiosos por los que fue reconocido como «el santo del Duero». Nadie quedaba indiferente ante sus dotes taumatúrgicas. Fray Pedro de Villacreces podía respirar tranquilo; Dios había bendecido a la Orden con un gran santo. Durante once años cumplió con alegría las humildes misiones que le encomendaron. Ofrecía limosnas a los pobres que llegaban al convento, trabajó en la cocina como ayudante, y fue sacristán, entre otras.

En 1415 cuando fray Pedro fundó El Abrojo en la provincia de Valladolid, su discípulo estaba tan bien formado y había dado tales muestras de virtud que no dudó en elegirlo maestro de novicios. Y como tal prosiguió su vida de intensísima mortificación y penitencia. Recorría el entorno como un consumado predicador. Con su sencillez y ardor apostólico arrebataba numerosas conversiones. Todos acudían a él con el corazón contrito y la certeza de que saldrían plenamente renovados después de mostrarle las huellas de sus heridas. Nada tiene de particular que en octubre de 1422, cuando se produjo la muerte de Villacreces, tras el capítulo de Peñafiel los religiosos de las dos casas fundadas por él pensaran en Pedro Regalado para que siguiera al frente de todos como prelado o vicario. Y no se equivocaron. La reforma se extendió como un floreciente rosario de nuevas fundaciones, conocidas como «las siete de la fama».

Pedro, con su inflamada devoción por la Eucaristía, la Pasión de Cristo y María, hilvanaba las jornadas consumiéndose en oración y sacrificios, sosteniendo el rigor de la regla que había heredado. Toda disciplina cabía en su acontecer. Los habitantes del lugar sabían de su severo ascetismo. Veían su escuálida figura perfilada sobre el cerro del Águila, rebosante de austeridades, portando los símbolos del Redentor: cruz, corona de espinas y soga, mientras realizaba el Via Crucis.

Los milagros se sucedían, como también los favores celestiales que recibía. Uno de ellos, quizá el más renombrado, alude a un 25 de marzo, festividad de la Anunciación; estuvo vinculado a su amor por María. Fue Ella quien debió colmar el anhelo del santo de poder postrarse ante su imagen en la iglesia de La Aguilera mientras rezaba maitines. El lugar distaba unos ochenta km. del Abrojo. Pero los ángeles hicieron posible este sueño de Pedro trasladándole en un santiamén al templo, mientras una estrella que simbolizaba a la Virgen los conducía. Devuelto del mismo modo al convento, una vez hubo cumplido su anhelo, todo se produjo en tan brevísimo espacio de tiempo que ninguno de sus hermanos llegó a percatarse de su ausencia, ignorando lo concerniente a este hecho prodigioso.

En 1456 Pedro viajó a San Antonio de Fresneda, cerca de Belorado, y se reunió con un religioso antiguo compañero suyo que se hallaba enfermo. También él regresó al Abrojo debilitado. Ante la cercanía de su muerte, se trasladó a La Aguilera y el 30 de marzo de ese año entregó su alma a Dios. Cuando en el estío de 1493 la reina Isabel la Católica visitó el convento, se dirigió a las damas de su séquito y aludiendo a la tumba de Pedro, dijo: «Pisad despacio, que debajo de estas losas descansan los huesos de un santo». Fue beatificado por Inocencio XI el 17 de agosto de 1683. Benedicto XIV lo canonizó el 29 de junio de 1746. Es el Patrón de Valladolid.

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