12.04.14

Las "cosillas" del cura D. José

A las 10:52 AM, por Jorge
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Decían de don José que era un cura raro. El caso es que su parroquia marchaba como una seda: liturgia cuidada, confesiones, misas, buena formación, Cáritas, asociaciones de fieles… Definitivamente una buena parroquia cultivada por su buen cura que, entre otras cosas, estaba horas y horas pero que a la vez se las apañaba para hacerse presente en ese domicilio con problemas o visitar a un enfermo.

Rarezas muchas tenía el bueno de D. José. Algunas malas lenguas contaban que mucha parroquia y mucho apostolado pero que él personalmente ya se sabe: se decía, se rumoreaba, que si una vez vieron, que… Pues eso, que…

Conocí a D. José. Un ejemplo de vida sacerdotal y celo apostólico. Hablamos largo y tendido. Y así, a lo tonto, le pregunté una cosa: ¿es posible que un sacerdote sea realmente un buen sacerdote, un buen pastor y luego en su vida personal tenga importantes lagunas?

Yo era un cura joven. Pero no he olvidado su respuesta. Me dijo: mira, ante Dios todos somos pecadores, tú y yo. También los sacerdotes, unos más que otros, pero todos infieles de alguna manera a la gracia de Dios. Siguió hablando con el corazón en la mano: “el día en que Dios me llame me presentaré ante él con una vida llena de miserias, quizá incluso más de lo que tú te piensas. Difícil sostener la mirada ante el Señor y aceptar mi pecado, pero aún eso creo que podría hacerlo. Pero hay algo que no podría soportar ante el Señor: haber dejado perder a los otros”.

No me atrevía a decir nada. Estábamos en el terreno de las confidencias de hermano a hermano. Proseguía, era como un abrir el corazón y no poder callar: ¿te imaginas, decía con su voz serena y profunda, colocarte delante de Dios y reconocer que dejaste perder a tus feligreses, que por tu negligencia se vieron privados de la fe, de los sacramentos, de la gracia, de conocer al Señor? Presentarte ante Dios como pecador es duro… pero hacerlo como pastor negligente que permitió que sus ovejas fueran pasto del maligno tiene que ser terrible…

Eres pecador, no dejes de pedir misericordia. Pero sobre todo, por encima de todo, date, sé sacerdote, sirve a tu gente, da la vida por ellos, predica, celebra, confiesa, ayuda a los pobres, enséñales cuánto les ama Dios que hasta entregó por ellos a su propio hijo.

La gente decía que D. José tenía sus cosillas… Seguro. Pero qué gran sacerdote D. José.