15.04.14

Matanzas de presos en Bilbao (Cabo Quilates y Altuna Mendi)


Un mártir de la guerra civil española nació un 15 de abril: el salesiano Antonio Cid Rodríguez, asesinado en el contexto de las matanzas de los barcos-prisión de Bilbao.

De 46 años y natural de Casaldoira de San Juan de Seoane (Ourense), profesó como coadjutor salesiano en 1909, siendo sus mayores temporadas de trabajo las que pasó en Salamanca de 1919 a 1929 y en Santander de 1931 en adelante. Al dispersarse la comunidad del colegio de María Auxiliadora, marchó a Bilbao, con unos familiares que vivían en Basurto. Pero allí fue pronto identificado como religioso y, tras el bombardeo del 25 de septiembre al que siguieron las matanzas de los barcos prisión, a medianoche, cuatro milicianos llegaron su casa, la registraron, y al encontrar un crucifijo y otros objetos religiosos, se lo llevaron para fusilarlo. Se supone que lo asesinaron en el Alto de Castrejana o, más probablemente, el cuartel de Garellano.

70 asesinados tras un bombardeo con una víctima mortal confirmada

Hasta ahora ha sido beatificado uno de los 70 presos asesinados en Bilbao como represalia por un bombardeo en el que, en el momento de ejecutarse la represalia, solo se había confirmado una víctima mortal. Se trata del hermano Luis Fermín Huerta Lara, de 31 años y natural de Torrecilla del Monte (Burgos), que tomó el hábito marista en Les Avellanes (Lleida) en 1921 y allí hizo su profesión perpetua en 1927. Por su gran miopía no podía estudiar y ser profesor, por lo que fue cocinero y hortelano, aunque por fin pudo dar clases en los colegios de Carrejo (Cantabria) y Arceniega (Álava). Allí lo detuvieron en agosto de 1936, conduciéndole al barco-prisión Cabo Quilates, fondeado en Bilbao, donde fue uno de los 41 presos asesinados el 25 de septiembre. Algunos testigos afirman que murió en la matanza ocurrida el 2 de octubre, de la que han sido beatificados dos dominicos, pero la Conferencia Episcopal da por buena la fecha del 25 de septiembre.

El fiscal José María Carreras Arredondo relató así para la Causa General (legajo 1333, expediente 12, folios 15 y 16) lo sucedido el 25 de septiembre:

“El 25 de septiembre de 1936, aproximadamente a las 10 de la mañana, la aviación Nacional bombardeó la ciudad de Bilbao. Dispuestos a realizar la venganza largamente meditada, los guardianes de los presos comenzaron desde que sonaron las sirenas los preparativos para llevar a cabo sus designios criminales. Además desde que el bombardeo cesó, gran número de hombres y mujeres de la más baja calaña, se dirigieron vociferando hacia los muelles de la ría próximos a la factoría de Altos Hornos, a cuya altura se hallaban fondeados los barcos Altuna-Mendi y Cabo Quilates, convertidos en prisiones en las que sufrían cautiverio, sometidos a vejaciones materiales y morales cruelísimas, gran número de patriotas bilbainos y donostiarras, trasladados éstos al ser evacuado San Sebastián, en el vapor Aranzazu-Mendi. Desde la orilla, los grupos vociferaban contra los presos e instigaban a los guardianes, para que no dejaran un preso con vida, y algunos componentes de dichos grupos consiguieron entrar en los barcos a los que se trasladaron utilizando gabarras.

En el barco Cabo-Quilates, los guardianes fueron seleccionando los presos destinados al sacrificio y los condujeron a una bodega libre en donde permanecieron esperando la hora del martirio. En las primeras horas de la noche, comenzó la matanza, siendo llamados los presos uno a uno con varios pretextos (declarar ante el Juez, pelar patatas…) con el fin de que subieran a cubierta en donde eran inmediatamente asesinados. Como los que quedaban en la bodega oían los disparos, los gritos y el caer de los cuerpos, llegó un momento en que se negaron a obedecer la orden de que fueran subiendo, pero entonces se les disparó desde arriba matando a varios, hiriendo a otros, a los que luego se remató, y obligando a los restantes a cumplir la orden. Así perecieron en dicho barco-prisión 41 mártires”.

Según José María Cazorla Crespo, los mismos periódicos que ocultaron los asesinatos de presos, escribieron “al día siguiente sobre las víctimas del bombardeo que en una relación primera y aproximada había habido un muerto y multitud de heridos, pero que las víctimas podían calcularse en más de 20 muertos”. A diferencia del fiscal, Cazorla afirma que no fueron los guardianes quienes eligieron a los presos, aunque “los 20 milicianos y los 15 carabineros que constituían la guardia, al mando de Pedro Garmendia, ofrecieron muy escasa, por no decir ninguna resistencia a las pretensiones de los asaltantes. Dueños los asaltantes de la situación, leyeron primero algunos nombres, cuyos titulares, llevados a cubierta, maniatados de dos en dos y puestos de seis en seis en la toldilla de popa, iban siendo barridos por las descargas. Sacaron luego a granel, y ya sin nombrar a nadie, a algunos grupos más para el matadero de cubierta. Hasta que, jugándoselo todo, los presos restantes se rebelaron, quitaron la escalera de la escotilla y apagaron las luces, dispuestos a lo peor. Sin dar el brazo a torcer, los asaltantes hicieron fuego directamente desde el orificio de arriba sobre las sombras de la bodega, dejando muertos y malheridos a varios presos más. Todavía, antes de marcharse, lograron que les subieran a los heridos, so pretexto de curarlos, y los remataron junto a los cadáveres de sus compañeros.”. El mismo día, en otro barco prisión, el Altuna-Mendi, fueron asesinados 29 presos, por lo que el total de asesinados en represalia al bombardeo fue de 70.

Más sobre los 1.523 mártires beatificados, en “Holocausto católico“.