15.04.14

 

Hoy, 15 de abril, martes de la Semana Santa para los cristianos, está anunciado un curioso fenómeno astronómico: la denominada “luna roja”. Hace mucho tiempo que no sucedía, y ahora pasará en cuatro ocasiones seguidas. Pero, contra lo que dicen algunos agoreros, hay que aclarar que no tiene nada que ver con el Apocalipsis y otras profecías bíblicas. Extractamos a continuación el artículo que ha publicado en el portal Aleteia el sacerdote Luis Santamaría, miembro de la Red Iberoamericana de Estudio de las Sectas (RIES).

La luna roja: un fenómeno insólito, pero normal

Lo peculiar de este eclipse es el color rojizo con el que se podrá ver el satélite natural de la Tierra durante 78 minutos. Miguel Gilarte, presidente de la Asociación Astronómica de España, afirma que “es uno de los espectáculos más sublimes que podemos contemplar a simple vista”, aunque reconoce que se trata de un fenómeno simple, bien conocido y con una explicación totalmente normal.

Será el primer episodio de lo que los expertos han denominado una “tétrada” o un “eclipse tetraedro”, ya que habrá cuatro eclipses cercanos en el tiempo, el último el 28 de septiembre de 2015. Miquel Serra-Ricart, del Instituto de Astrofísica de Canarias, explica que “el último de estas características sucedió hace una década y el próximo no ocurrirá hasta el 2032”. Así es: ya pasó algo semejante entre 2003 y 2004 y no vino ningún fin del mundo. Es más, no se recuerda ninguna preocupación apocalíptica por aquel tiempo.

Profetas de calamidades… o de positividades

La luna roja, un fenómeno que en antiguas civilizaciones dio lugar a miedos a los dioses por el recuerdo de la sangre, ha servido para todo tipo de especulaciones en esta ocasión. Si algunos quedaron defraudados por el fallo estrepitoso de sus profecías para diciembre de 2012, aprovechan la ocasión ahora para infundir miedo en la población. Algunos lo han hecho refiriéndose a la Biblia y a sus alusiones a que “la luna se teñirá de sangre” (lo que comentaremos más adelante). Y, por eso, dicen, ahora “todos los signos se cumplen… las profecías de Dios han sido dadas y se cumplirán”.

En concreto, ha cobrado mucha popularidad un pastor evangélico radical estadounidense, John Hagee, que en su libro Four blood moons: something is about to change afirma que esta tétrada de eclipses supone el cumplimiento de la profecía apocalíptica. Además, escudriña las fechas para subrayar que el primer y tercer eclipse de la serie coinciden con la fiesta judía de la Pascua, mientras que el segundo y el cuarto sucederán mientras los judíos celebren la fiesta de los Tabernáculos. Esto, unido a que en ocasiones anteriores de eclipse lunar la coincidencia se dio con acontecimientos importantes para el pueblo hebreo, hace que Hagee prediga “un gran evento que va a cambiar la historia”.

Hay algunos que han vinculado esto con el fenómeno OVNI, afirmando que “estos seres [los extraterrestres] están pendientes de nosotros, dispuestos a ayudarnos si nos dejáramos”. Por el contrario, algunos han aprovechado la ocasión para interpretar el fenómeno de la luna roja en clave espiritual y simbólica positiva: el eclipse significaría “el verdadero cambio de conciencia esperado, no el fin del mundo”.

Cuando la Biblia dice que la Luna se teñirá de sangre

¿Y qué dice realmente la Biblia de todo esto? Hay tres lugares en los que se alude a nuestro satélite natural asociándolo al color rojo. El primero de ellos es en el profeta Joel, cuando relata la conmoción cósmica que sucederá en el día del Señor: “el sol se cambiará en tinieblas y la luna en sangre, ante la venida del Día de Yahvé, grande y terrible” (Jl 3,4).

Segunda aparición: nada menos que una cita textual del texto de Joel, hecha por Pedro en el discurso del día de Pentecostés (Hch 2,20). Y tercera, la que más le gusta a sensacionalistas y cantamañanas: en el libro del Apocalipsis, cuando al abrirse el sexto sello “el sol se puso negro como un paño de crin, y la luna toda como sangre” (Ap 6,12).

Más allá de esto, los que defienden el carácter de cumplimiento profético de este eclipse citan al mismo Jesús, cuando habla de señales en el sol, la luna y las estrellas, o afirma que en el momento del fin la luna dejará de dar su resplandor (Mt 24,29; Mc 13,24; Lc 21,25).

Cuestión importante: cómo hay que entender las palabras proféticas de la Biblia en general, y el libro del Apocalipsis en particular. Se trata de un género literario peculiar, el apocalíptico, que no puede leerse de forma literal. Un género plagado de simbolismo y metáforas, en el que los números, las formas, los colores, los animales… tienen cada uno su significado teológico. Se trata de un discurso religioso, de unas palabras que expresan algo desde la fe, y no de un meticuloso programa de futuros acontecimientos históricos, políticos o astronómicos.

Y yendo ya al libro del Apocalipsis, fechado por los exegetas a finales del siglo I en su redacción final, y escrito que concluye la Biblia, hay que reconocer su carácter de libro sagrado que pretende infundir esperanza a los cristianos perseguidos. En un momento crítico para la primera Iglesia, cuando se ve acosada por los poderes de su tiempo, constata la propia mediocridad comunitaria y descubre que se retrasa la segunda venida de Jesús, el escrito sagrado llama a confiar en la victoria de Cristo resucitado sobre las fuerzas del mal.

La última palabra la tendrá Dios, porque el principal acontecimiento de la historia ya ha sucedido: el triunfo del Cordero degollado, que es el mismo Jesús, sobre el misterio del mal, sobre el pecado y la muerte. Ni Jesús es el hijo de una oveja, aunque se le llame Cordero, ni se van a ir al cielo sólo 144.000 elegidos. Como se ha dicho antes, los números, hechos astronómicos, animales, colores… hay que interpretarlos simbólicamente.

¿Hay motivos para preocuparse?

No hay motivos para preocuparse, desde luego que no. Fijándonos en la Biblia, lo que más preocupa a muchos –y más nos interesa a los creyentes–, también es bueno que se aclaren algunas cosas con respecto a los textos bíblicos que hablan de la Luna teñida de sangre y que han sido citados antes. En primer lugar: cuando el profeta Joel habla de esa conmoción cósmica, dice en el versículo siguiente (versículo que, curiosamente, no citan los apocalípticos postmodernos): “y sucederá que todo el que invoque el nombre del Señor se salvará” (Jl 3,5). El mensaje profético es, pues, de salvación.

Segundo momento: cuando Pedro cita las palabras de Joel el día de Pentecostés ante la multitud reunida en Jerusalén lo hace señalando que ya se han cumplido esas palabras, porque ha sido derramado el Espíritu Santo sobre los hijos de Israel. No habla del Sol ni de la Luna, ni le importan. Sin tener estudios exegéticos ni teológicos sabe perfectamente que se ha cumplido la profecía de Joel.

En cuanto al tercer texto, el del libro del Apocalipsis, no habla sólo de una Luna “como sangre”, sino también de un violento terremoto, de un sol negro y de estrellas que caen del cielo. Por lo que yo sé, nadie de la NASA ha hablado de esto. Mucha coincidencia sería. Y, si se diera, el Apocalipsis seguirá siendo un escrito que anuncia la salvación de Cristo de una forma extraordinariamente bella y sugerente, como en una inmensa liturgia, como una gran Misa cósmica que concluye con unas bodas: las de Jesús con la Iglesia, que es la humanidad salvada.

El artículo completo, en Aleteia.