18.04.14

La monja descuartizada y dada a comer a los cerdos


Seis mártires de la guerra civil nacieron un 18 de abril: un carmelita leonés, un claretiano gerundense, una monja navarra -general de las Carmelitas de la Caridad-, un franciscano de Toledo, un lasaliano turolense y un hospitalario granadino.

Fray Perfecto (de la Virgen del Carmen) Domínguez Monge, alumno de Teología de los carmelitas descalzos de Toledo, de 22 años y natural de Besande (León), fue asesinado en Toledo el 22 de julio de 1936 (ver artículo del 21 de febrero) y beatificado en 2007.

Ramón Novich Rabionet, alumno de teología claretiano, de 23 años y oriundo de La Sellera de Ter (Girona), fue asesinado el 13 de agosto de 1936 en Barbastro (ver artículo del 30 de marzo) y beatificado en 1992.

Vendían “chorizos de monja”

Apolonia (del Santísimo Sacramento) Lizárraga y Ochoa de Zabalegui, del 69 años y natural de Lezáun (Navarra), fue asesinada el 8 de septiembre de 1936 y beatificada en 2007. Hizo sus primeros votos como carmelita de la Caridad en 1888 y en 1925 la eligieron superiora general. Al estallar la guerra, estaba en la casa generalicia de Vic; tras encontrar refugio para las religiosas, fue la última en abandonar la casa y se escondió en casas de amigos. Marchó a Barcelona el 2 de agosto, y se movió entre las casas de dos familias amigas, hasta que el POUM siguió su pista y la detuvo. Desapareció en la checa de San Elías y Antonio Montero, en su Historia de la persecución religiosa, se hizo eco del rumor de que pudo se aserrada viva y sus restos echados a los cerdos que supuestamente mantenía uno de los jefes de esa checa, apodado Jorobado. Según el relato de Hispania Martyr, tal suposición fue declarada por la hermana de la mártir, Bonifacia Lizárraga, y el padre de María Elena del Río Hijas lo contaba como algo cierto:

“Fue cogida prisionera, llevada por los milicianos a una checa, la desnudaron y la llevaron a un patio. La ataron muñecas y tobillos y fue colgada de un gancho a la pared del patio. Con un serrucho la cortaron. Ella rezaba y rogaba por sus asesinos. Estos luego dieron su cuerpo a comer a unos cerdos que tenían allí, que al poco tiempo los mataron y los comían y vendían diciendo que eran chorizos de monja“.

El franciscano que tenía miedo pero soportó 33 días de tortura

Perfecto (del Santísimo Sacramento) Carrascosa Santos, sacerdote franciscano de 30 años y natural de Villacañas (Toledo), fue asesinado el 17 de octubre de 1936 en Tembleque (Toledo) y beatificado en 2007. Con diez años se fue al seminario franciscano de Belmonte (Cuenca), donde con los compañeros hablaba con frecuencia de su sueño: llegar a ser misionero y mártir. Hizo la profesión temporal en 1922, la solemne en 1927 y se ordenó sacerdote en 1929. Un tumor en el tobillo le complicó la vida, pero no le quitó el optimismo. Hasta 1935 fue profesor de ciencias en el convento de Pastrana. En noviembre, marchó al convento de San Antonio, de la calle Duque de Sesto, en Madrid, como secretario de la provincia franciscana de Castilla. El 20 de julio se refugió en casa de unos vecinos, pero para no comprometerlos, marchó a su pueblo Villacañas (Toledo), tras pedir permiso al guardián de su comunidad y confesarse con él. Llegó el 24 de julio y estuvo 50 días, preparándose para el martirio y confesando a otros. Tenía miedo a la muerte y le sacudían los nervios al oír relatar los asesinatos, pero decía: “Si Dios me quiere mártir, ya me dará fuerzas para soportar el martirio”. Repetía con frecuencia: “¡Qué ocasión para ser mártir!”. Ni los izquierdistas del pueblo querían delatarlo, pues lo sabían inocente, hasta que uno de ellos que -según Marcos Rincón Cruz- luego se ufanaría de haberle dado una paliza al fraile, se presentó en casa de los Carrascosa en la madrugada del 14 de septiembre acompañado de tres hombres armados, y ordenó: “¡Que salga el fraile!”. Avisado, Perfecto se vistió y salió. A partir de ese momento perdió todo miedo. Dijo a la familia: “No teman ustedes por mí”. El padre le dijo: “Hijo mío, a decir la verdad”. Y él: “Sí, padre, sí”.

Se lo llevaron a la ermita del Cristo, donde tenían presos a algunos más. Fueron 33 días de prisión y tortura: el rostro amoratado, hinchado y desfigurado, los ojos enrojecidos, el cuerpo como si no cupiese en la ropa, en ésta, manchas de sangre. Una persona atestiguó: “¡Hay que ver las palizas que le están dando para que blasfeme y no lo logran!”. Una vez le presionaban: “Di que tu madre es una mala mujer y que la Virgen también lo fue”. Él respondió: “Mi madre no es lo que decís, aunque pudo haberlo sido; pero la Virgen ni lo fue ni pudo serlo”. Alentaba a los compañeros a aceptar el martirio, a no blasfemar, a perdonar a los verdugos y a rezar, y les administraba el sacramento del perdón. Uno de ellos dijo: “era un ángel para todos”. En la madrugada del 17 de octubre, fue conducido junto con cinco seglares al cementerio de Tembleque (Toledo). Expresó su gozo porque iba a alcanzar a Dios con el martirio, animó a los compañeros y les fue dando la absolución, para lo cual pidió ser fusilado el último.

Andrés Zorraquino Herrero (hermano Honorato Andrés de las Escuelas Cristianas), de 28 años y oriundo de Bañón (Teruel), fue asesinado el 23 de octubre de 1936 en Benimaclet (Valencia) -ver artículo del 7 de enero- y beatificado en 2001.

Antonio Hilario Delgado Vílchez (hermano Hilario), miembro de la Orden Hospitalaria de los Hermanos de San Juan de Dios (Hospitalarios) en Ciempozuelos, de 18 años y natural de Cañar (Granada), fue asesinado el 28 de noviembre de 1936 en Paracuellos de Jarama (Madrid) y beatificado en 1992.

Más sobre los 1.523 mártires beatificados, en “Holocausto católico”.