25.04.14

Las llaves de Pedro - Urbi et Orbi 2014

A las 12:01 AM, por Eleuterio
Categorías : General, Las llaves de Pedro

Escudo papal Francisco

El Papa, obispo de Roma y sucesor de San Pedro, “es el principio y fundamento perpetuo y visible de unidad, tanto de los obispos como de la muchedumbre de los fieles” (Lumen Gentium, 23)

Como es propio del Domingo de Resurrección, el Santo Padre se dirige al creyente católico con un mensaje denominado “Urbi et orbi”. Tal sucedió el pasado 20 de abril.

Queridos hermanos y hermanas, Feliz y santa Pascua.

El anuncio del ángel a las mujeres resuena en la Iglesia esparcida por todo el mundo: « Vosotras no temáis, ya sé que buscáis a Jesús el crucificado. No está aquí. Ha resucitado… Venid a ver el sitio donde lo pusieron» (Mt 28,5-6).

Esta es la culminación del Evangelio, es la Buena Noticia por excelencia: Jesús, el crucificado, ha resucitado. Este acontecimiento es la base de nuestra fe y de nuestra esperanza: si Cristo no hubiera resucitado, el cristianismo perdería su valor; toda la misión de la Iglesia se quedaría sin brío, pues desde aquí ha comenzado y desde aquí reemprende siempre de nuevo. El mensaje que los cristianos llevan al mundo es este: Jesús, el Amor encarnado, murió en la cruz por nuestros pecados, pero Dios Padre lo resucitó y lo ha constituido Señor de la vida y de la muerte. En Jesús, el Amor ha vencido al odio, la misericordia al pecado, el bien al mal, la verdad a la mentira, la vida a la muerte.

Por esto decimos a todos: «Venid y veréis». En toda situación humana, marcada por la fragilidad, el pecado y la muerte, la Buena Nueva no es sólo una palabra, sino un testimonio de amor gratuito y fiel: es un salir de sí mismo para ir al encuentro del otro, estar al lado de los heridos por la vida, compartir con quien carece de lo necesario, permanecer junto al enfermo, al anciano, al excluido… «Venid y veréis»: El amor es más fuerte, el amor da vida, el amor hace florecer la esperanza en el desierto.

Con esta gozosa certeza, nos dirigimos hoy a ti, Señor resucitado.
Ayúdanos a buscarte para que todos podamos encontrarte, saber que tenemos un Padre y no nos sentimos huérfanos; que podemos amarte y adorarte.

Ayúdanos a derrotar el flagelo del hambre, agravada por los conflictos y los inmensos derroches de los que a menudo somos cómplices.

Haznos disponibles para proteger a los indefensos, especialmente a los niños, a las mujeres y a los ancianos, a veces sometidos a la explotación y al abandono.

Haz que podamos curar a los hermanos afectados por la epidemia de Ébola en Guinea Conakry, Sierra Leona y Liberia, y a aquellos que padecen tantas otras enfermedades, que también se difunden a causa de la incuria y de la extrema pobreza.

Consuela a todos los que hoy no pueden celebrar la Pascua con sus seres queridos, por haber sido injustamente arrancados de su afecto, como tantas personas, sacerdotes y laicos, secuestradas en diferentes partes del mundo.

Conforta a quienes han dejado su propia tierra para emigrar a lugares donde poder esperar en un futuro mejor, vivir su vida con dignidad y, muchas veces, profesar libremente su fe.

Te rogamos, Jesús glorioso, que cesen todas las guerras, toda hostilidad pequeña o grande, antigua o reciente.

Te pedimos por Siria: la amada Siria, que cuantos sufren las consecuencias del conflicto puedan recibir la ayuda humanitaria necesaria; que las partes en causa dejen de usar la fuerza para sembrar muerte, sobre todo entre la población inerme, y tengan la audacia de negociar la paz, tan anhelada desde hace tanto tiempo.
Jesús glorioso, te rogamos que consueles a las víctimas de la violencia fratricida en Irak y sostengas las esperanzas que suscitan la reanudación de las negociaciones entre israelíes y palestinos.

Te invocamos para que se ponga fin a los enfrentamientos en la República Centroafricana, se detengan los atroces ataques terroristas en algunas partes de Nigeria y la violencia en Sudán del Sur.

Y te pedimos por Venezuela, para que los ánimos se encaminen hacia la reconciliación y la concordia fraterna.

Que por tu resurrección, que este año celebramos junto con las iglesias que siguen el calendario juliano, te pedimos que ilumines e inspires iniciativas de paz en Ucrania, para que todas las partes implicadas, apoyadas por la Comunidad internacional, lleven a cabo todo esfuerzo para impedir la violencia y construir, con un espíritu de unidad y diálogo, el futuro del País. Que como hermanos puedan hoy cantar Хрhctос Воскрес.

Te rogamos, Señor, por todos los pueblos de la Tierra: Tú, que has vencido a la muerte, concédenos tu vida, danos tu paz. Queridos hermanos y hermanas, feliz Pascua.”

Todo lo que acaba bien, empieza bien.

Eso podríamos decir de lo que sucede el domingo de Resurrección: Jesús resucita y, a partir de entonces, todo empieza de nuevo.

El Papa Francisco, en el mensaje aquí traído, abunda en lo que eso significa para nosotros, discípulos de Cristo e hijos, todos, de Dios.

Es bien cierto que Cristo ha vencido a la muerte con su Resurrección. Como dijo, al tercer día volvería a la vida y lo haría para no dejarnos nunca.

Tal es la Buena Noticia que destaca el Santo Padre.

La verdad es que todos los creyentes estamos seguros que, en efecto, si Cristo no hubiera resucitado nuestra fe sería vana. Eso bien que lo escribe San Pablo pues de no haberse cumplido tal “requisito” para la salvación de la humanidad no se habría producido ésta.

Por eso aquel momento histórico (cuando Cristo resucitó y todo lo que luego pasó hasta Pentecostés) es tan importante para nosotros.

Y es tanto lo que sucedió entonces…

Por ejemplo, lo malo, lo nigérrimo, lo negativo salió perdiendo. Así, por ejemplo, como bien dice el Papa Francisco, perdieron el odio, el pecado, al mal, la mentira y… la muerte. ¡Perdió la muerte que ya no será la que prevalezca tras nuestra marcha de este mundo!

Y, al contrario, salió ganando lo bueno, el Amor, la misericordia, el bien, la verdad y la vida. ¡La vida, ganada, para nosotros, por Cristo Señor nuestro!

Y eso lo ha de decir quien, ahora, es Vicario de Cristo. Y lo dice porque sabe que en muchas situaciones por las que pasa ahora mismo el ser humano, todos hijos de Dios somos, es muy importante que venza lo que venció con la Resurrección del Mesías. Así quien se sienta mal sabe que tiene esperanza y que la funda en Quien se entregó por él; quien pase malos momentos sabe que cuenta con el Amor de Dios y quien haya pecado está más que seguro que la Misericordia del Todopoderoso sabrá contemplar su fragilidad a cambio, al menos, de no volver a pecar.

Y todo esto hay que anunciarlo: ¡Ha resucitado Cristo y todo se ha cumplido!

Y, como consecuencia del mensaje primordial que recibimos, de parte de Dios, con la vuelta a la vida de su Hijo, tener en el corazón del Papa (y, por extensión, en el nuestro) a todos aquellos hermanos que sufren en el mundo. De una manera o de otra, el hambre, los conflictos bélicos o los abusos sobre los más indefensos han de ser contemplados por nuestro corazón como necesidades de necesaria solución. Dios, que escucha a sus hijos, ha de tener en cuenta nuestras peticiones de auxilio por mucho que no conozcamos, personalmente, a quienes sufren tanto como está sufriendo un mundo que ha querido dejar al Creador de lado por una mala entendida suficiencia.

Por eso el Santo Padre nombra, concretamente, muchos casos que en el mundo hay de padecimientos del más amplio tipo y situación. Para cada uno de ellos nos pide oración, implora de nosotros el ruego a Dios de ayuda y de auxilio pues con las solas fuerzas del hombre será difícil, sino imposible, que las cosas se solucionen simplemente con el paso del tiempo. Hace falta oración.

El ángel les dijo a las mujeres que acudieron al sepulcro donde habían dejado a Jesús tras su muerte que no debían tener miedo. Que Dios haga otro tanto con nuestro corazón y nos lo llene de la valentía propia de sus hijos que saben que nada han de temer sabiendo que el Todopoderoso es su Padre.

Eleuterio Fernández Guzmán