29.04.14

Un amigo de Lolo - El poder total de Dios

A las 12:01 AM, por Eleuterio
Categorías : General, Un amigo de Lolo

Presentación

Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infringían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.

Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y tan franco.

El poder total de Dios

“Estrellas, árboles, ríos, mariposas y átomos: ¿No es ¡Hosanna! lo que estás diciendo y oigo?”
Manuel Lozano Garrido, Lolo
Bien venido, amor (127)

Muchas veces decimos que Dios es Todopoderoso. Eso lo tenemos como una verdad de las buenas, de las que no fallan nunca. Y lo decimos porque, además, confiamos en su poder para que nos eche, más veces de las que deberíamos necesitar, una mano.

Pero, en realidad, ¿acabamos de comprender lo que eso significa?

Nosotros vemos la creación, todo aquello que hay a nuestro alrededor y, es más, nuestras mismas personas, y estamos más que seguros que todo eso no ha podido ser fruto de la casualidad, del azar o de cualquier otra intervención que no haya sido la de una que lo sea superior y totalmente inteligente.

Es más, de pararnos a analizar el funcionamiento de todo el engranaje que supone que las cosas funcionen como funcionan, sólo podemos concluir que, en efecto, Dios existe y, es más, ha hecho lo que ha hecho porque es Todopoderoso. Y tal poder, absoluto y total, lo utiliza, que no está mal, en beneficio del ser humano que es, como leemos en las Sagradas Escrituras, una criatura de la que pensó, al crear, que estaba muy bien creada pues estaba hecha a imagen y semejanza del propio Creador.

Eso, siendo cierto como es (no hay explicación mejor que la de tener por buena la idea de un Dios Creador y Todopoderoso) ha de ser alabado con suma diligencia por toda la creación. Y, como es verdad como la vida misma que los seres que no son humanos (recordemos que somos, Boecio dixit, una substancia individual de naturaleza racional) no están capacitados para agradecer a Dios que los haya creado, tenemos que ser nosotros, los muy bien creados, aquellos que alabemos al Creador por su labor de creación y, luego, ¡no lo olvidemos!, de mantenimiento de la creación.

Alabamos, pues, alabemos, a Quien todo lo es porque todo lo puede dar, y lo da, para que aquello que ha creado pueda subsistir.

A este respecto, resulta oportuno recordar aquellos salmos que hablan del creador que alimenta a los animales, que da el agua para que crezcan las plantas y los ríos la lleven para provecho del ser humano, etc. Resulta oportuno porque, por muy arcaico que pueda resultar el lenguaje empleado, es absolutamente cierto lo que dice. Dios todo lo provee porque su Santa Providencia todo lo puede.

Es, sin embargo, verdad, que esto (tal forma de proceder; cómo lo hace) es un misterio y,como tal, no somos capaces de comprenderlo. Es más, lo mejor es no tener preocupación alguna por comprenderlo ahora pues no es el momento oportuno y adecuado para llegar a conclusiones que no están puestas a nuestro alcance. Nos basta con saber que eso pasa porque ha de pasar y porque Dios quiere que así pase. Y nos basta, también, saber que, cuando el Creador quiera, nos revelará, en su definitivo Reino, aquello que ahora es imposible, limitados como somos, comprender. Es, además, algo innecesario para nosotros.

Nos ha de bastar, eso es cierto, la fe. Confiando en Dios (que ve en lo secreto de nuestros corazones) nos ha de bastar y sobrar para saber que todo lo hecho está bien hecho y que todo el poder del Creador está puesto a nuestra disposición, ¡Sí, a la nuestra!

No miremos, pues, con desconfianza a Quien todo lo puede pues si hizo las cosas como has hizo, ¿no será porque quiso así hacerlas? Entonces, ¿quiénes somos nosotros para desconfiar de tan gran favor?

Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, ruega por nosotros.

Eleuterio Fernández Guzmán