3.05.14

 

Aunque por razones evidentes nos hemos centrado, al dar la noticia, en lo que el cardenal Velasio de Paolis dijo en una conferencia acerca de la imposibilidad de dar la comunión a los divorciados vueltos a casar, creo tan interesante o más sus reflexiones sobre lo que ocurrió tras el Concilio, y ocurre hoy, en todo lo relacionado con la relación entre la Iglesia y el mundo.

Cito y comento algunos de los párrafos:

El riesgo de confundir adaptación con conformidad al mundo es un riesgo no solo posible, sino real, que ya el Apóstol Pablo denunciaba en su tiempo, como lo escribió en la carta a los Romanos (Rom 2,12; Ef 4,17), mientras en la carta a los Filipenses indicaba el criterio moral del obrar cristiano. Este riesgo parece haber sido particularmente fuerte en tiempos recientes. Es bueno, más aún, es necesario, que lo tengamos en cuenta.

Como ya advirtió Benedicto XVI y ratificó recientemente el papa Francisco, existe la tentación de creer que el “sensus fidelium” tiene algo que ver con una posible opinión mayoritaria de los bautizados que está en consonancia con los valores del mundo y no los de la Revelación tal y como es enseñada por el magisterio de la Iglesia.

Por ejemplo, gran parte de los católicos en Occidente tienen un parecer en relación al aborto y la institución familiar que choca abiertamente contra la fe católica. Esto no es nuevo. Cuando Joseph Ratinzger era todavía arzobispo de Munich, hizo la siguiente valoración de Pablo VI:

Un Papa que hoy no sufriera críticas fracasaría en su tarea ante este tiempo. Pablo VI ha resistido a la telecracia y a la demoscopia, las dos potencias dictatoriales del presente. Pudo hacerlo porque no tomaba como parámetro el éxito y la aprobación, sino la conciencia, que se mide según la verdad, según la fe. Es por esto que en muchas ocasiones buscó el acuerdo: la fe deja mucho abierto, ofrece un amplio espectro de decisiones, impone como parámetro el amor, que se siente en obligación hacia el todo y, por tanto, impone mucho respeto. Por ello pudo ser inflexible y decidido cuando lo que se ponía en juego era la tradición esencial de la Iglesia. En él, esta dureza no se derivaba de la insensibilidad de aquellos cuyo camino lo dicta el placer del poder y el desprecio de las personas, sino de la profundidad de la fe, que le hizo capaz de soportar las oposiciones

Es muy fácil caer en la tentación de buscar el aplauso del mundo, pero el principal ministerio de nuestros pastores consiste en confirmarnos en la fe y no caer bien a la opinión pública.

Por otra parte, en Occidente tenemos la dichosa manía de creernos el ombligo del mundo, pero da la casualidad de que los fieles de la Iglesia en Asia y África no están tan contaminados por el laicismo radical y anticristiano que impera actualmente en nuestra civilización. La mayoría de esos fieles, según una encuesta publicada por Univisión, son bastante más “católicos” que lo que somos por estos lares.

Continúa el cardenal De Paolis:

El conflicto entre la modernidad y la Iglesia ha alcanzado su punto más alto en la publicación del Syllabus, la compilación de todos los errores de la sociedad moderna de parte del beato Pio IX. Tal conflicto ha entrado también en la Iglesia a través del modernismo, que ha sido definido por el Papa san Pio X como la síntesis de todos los errores, justamente porque minaba la misma raíz de la religión cristiana, porque en sus exponentes de relieve el modernismo era la tentativa de reducir la misma fe cristiana a pura racionalidad, apagando la luz de la fe y haciendo regla de fe el principio racionalista, en lugar del principio de la revelación.

Son muchos los que consideran hoy la Quanta Cura y Syllabus de San Pío X como una especie de error que fue “corregido” por el Concilio Vaticano II. Pero como dijo San Juan XXIII, Papa, “…el supremo interés del Concilio Ecuménico es que el sagrado depósito de la doctrina cristiana sea custodiado y enseñado en forma cada vez más eficaz” y “…la tarea principal de este Concilio no es, por lo tanto, la discusión de este o aquel tema de la doctrina fundamental de la Iglesia, repitiendo difusamente la enseñanza de los Padres y Teólogos antiguos y modernos, que os es muy bien conocida y con la que estáis tan familiarizados". La pena es que hoy no se podría decir que muchos están familiarizados con la enseñanza de los Padres y teólogos antiguos.

Mas una cosa son las buenas intenciones y otra lo que la realidad acaba haciendo manifiesto. Es por eso que el cardenal dice:

Se ha realizado en modo evidente aquella fractura entre la fe y la razón, que, al decir de Pablo VI, ha sido el drama de la época moderna particularmente para la Iglesia que ha buscado las vías más idóneas para arreglar este desgarro o fractura, sea en el Concilio sea, sobretodo, después del Concilio.

De hecho el Concilio, en la mente del Papa Juan XXIII tuvo como modos la pastoral y el «aggiornamento»; mientras debía proponer el rostro de la Iglesia debía también presentar la naturaleza y la misión de la Iglesia como asimismo su doctrina y mensaje no como estandarte de condena del mundo moderno sino más bien de reconciliación. De hecho, los documentos del Concilio al proponer la doctrina de la Iglesia han querido evitar en la medida de lo posible los tonos conflictivos; más aún el diálogo con el mundo moderno ha sido la tonalidad característica. Esto se revela también en la doctrina de la visión positiva de las realidades temporales y en la invitación a la lectura de los signos de los tiempos que la Iglesia estaba llamada a reconocer. Esta visión y perspectiva del Concilio no ha sido de hecho siempre correctamente interpretada. Las interpretaciones incorrectas han sido denunciadas en el Sínodo de los Obispos de 1983. De hecho, el diálogo con el mundo se ha transformado en adaptación, y tal vez ha comportado una cierta mundanización y secularización de la Iglesia, que ha terminado por no tener un lugar suficiente en la cultura actual ni fuerza en el trabajo de penetración de su mensaje. Esto ha llevado a una crisis al interior de la Iglesia misma.

Algo se ha hecho mal, por no decir muy mal, si lo que se buscaba era un diálogo con el mundo que facilitara la transmisión del evangelio y lo que se ha “logrado” es una mundanización y secularización de la Iglesia. Y con esto no se dice que todo lo que ha venido tras el Concilio haya sido malo. Afirmar tal cosa sería profundamente injusto. Pero no podemos tapar el sol con un dedo.

Tras analizar periodos de crisis por los que ha pasado la Iglesia, el cardenal De Paolis vuelve a centrarse en la actual:

La crisis moderna es mucho más compleja. La estamos viviendo en su momento más alto y crítico. Tiene raíces lejanas, eminentemente racionalistas. Se enraíza en el iluminismo que le da la doctrina y en la revolución francesa que le da la potencia militar y política.

Se quiera o no, esa crisis fue advertida y combatida por los Papas de la primera mitad del siglo XX. No es por ello extraño que haya obispos que piensen que sería necesario un nuevo Syllabus. Alguno incluso lo dice abiertamente, como es el caso de Mons. Schneider. A decir verdad, no parece que el papa Francisco vaya a recorrer ese camino, lo cual no significa que vaya a recorrer el contrario. Aunque creo un error pensar que ambas cosas son compatibles e incluso contradictorias, estamos ante un papado de tono eminentemente pastoral y no tan doctrinal como el de Benedicto XVI. Quiera Dios que el actual Vicario de Cristo tenga éxito.

Es evidente que los medios de comunicación juegan hoy un papel determinante a la hora de comunicar lo que la Iglesia hace o deja de hacer. Pero no siempre se trata de un papel positivo, especialmente si hablamos de los medios generalistas y no los propiamente católicos. Dice el cardenal De Paolis:

El matrimonio y la familia es el tema que el Santo Padre propuso a la reflexión de la Iglesia colocándolo como argumento de un sínodo de los obispos en dos etapas distantes un año la una de la otra, octubre de 2014 y octubre de 2015. El mismo ha sido precedido de un amplísimo cuestionario en orden a tener un panorama lo más realista posible. Desgraciadamente los medios de comunicación ponen de relieve los aspectos más marginales del tema y los tratan prevalentemente, por no decir exclusivamente, en la perspectiva de las novedades, que se ven en todas las direcciones imaginables y posibles. Del tema se ha tenido casi un anticipo en el Consistorio del 20 y 21 de febrero que ha discutido del matrimonio y de la familia. En él según los pocos elementos ofrecidos por el portavoz de la sala de prensa vaticana, han tenido lugar todos los temas; pero el punto focal parece haber sido aquel de la Eucaristía a los divorciados vueltos a casar, según la impresión atribuida al Card. Barbarin.

¿A qué palabras del cardenal Barbarin se refiere? Pues a estas… que se comentan por sí solas:

…habíamos sido llamados para hablar del matrimonio y nos encontramos en cambio discutiendo sobre los divorciados vueltos a casar.

Ciertamente significativa la afirmación del actual arzobispo de Lyon, ¿no les parece?

De Paolis lanza una clara advertencia:

¿Qué podemos esperar de toda esta atención? Si no se toma el camino justo corremos el riesgo de extraviarnos y no recoger ningún fruto.

Para que tal cosa no ocurra, me parece fundamental fijarnos en el párrafo final de la conferencia del prelado italiano:

La Iglesia, aún cuando debe tener en cuenta la cultura y los tiempos que cambian, no puede no anunciar a Cristo, que es siempre el mismo, ¡ayer, hoy y siempre! (Hb 13, 8). La referencia a la cultura no puede ser la referencia principal, y mucho menos la única y la determinante para la Iglesia, sino que su punto de referencia debe ser Cristo y su verdad. No puede no ser motivo de reflexión el hecho de que no pocos cristianos hoy tienden a diluir el mensaje cristiano para hacerse aceptar por la cultura del tiempo. Aun más, a menudo dan la impresión de padecer el peso de la disciplina de la Iglesia y de los mandamientos de Dios que la regulan. En particular Jesús ha venido para reconducir al hombre al proyecto de Dios. ¡En lo que respecta al matrimonio ha anunciado el gozo del amor indisoluble en el sacramento del matrimonio! ¿Cómo puede ser que tantos cristianos sientan esto como un peso más bien que como un don y lleven a cabo grandes esfuerzos para redimensionarlo o aun mas para anularlo en vez de trabajar para defender la verdad y dar el testimonio del gozo de vivirlo?

Como solía decir Cristo, el que tenga oídos para oír y ojos para ver, que oiga y vea.

Luis Fernando Pérez Bustamante

Los divorciados vueltos a casar y los sacramentos de la Eucaristía y la Penitencia (Conferencia completa)