7.05.14

 

En la liturgia, como en tantas cosas de la vida de la Iglesia, hay que saber distinguir entre lo mínimo, lo bueno, lo óptimo y lo posible. Lo mínimo es celebrar según mandan las rúbricas. Qué menos. Lo bueno, poder disponer de algo más como lectores que sepan su oficio, monitor si es necesario, algo de canto, acólitos.

Ayer estuve en la catedral de la Almudena en la misa que presidió el señor cardenal. Así cualquiera. Un cardenal, concelebrando un obispo, varios vicarios episcopales y unos cuantos sacerdotes. Diácono, varios acólitos, maestro de ceremonias, ayudante del maestro, religiosas, laicos contratados al servicio de la catedral, imponente órgano de tubos, organista, señora solista excelente por cierto animando el canto. Insisto: así cualquiera. Pero eso sí, en la catedral.

Por eso digo que al final, al final, uno acaba celebrando como buenamente es posible. Concelebrantes para empezar rara vez. Con dos curas o dos y medio en una parroquia, no están las cosas para concelebraciones no siendo un día muy especial. Lo de diácono ni en sueños. En lugar de acólitos, monaguillos siempre y cuando ese día no toque fútbol, comida con los primos de Albacete o el santo de la abuela. ¿Maestro de ceremonias dicen? Aquí uno se lo guisa y se lo come y se apaña con lo que hay.

Y si hablamos de música… a ver en qué parroquia se dispone de un órgano de tubos. Algunas llegamos a uno electrónico, y el de la parroquia no es de los peores. Luego falta el organista y el animador de canto litúrgico. Es que queremos todo. El canto al final se hace con unas guitarras, gente de buena voluntad que se lo trabaja cada semana y como algo muy especial alguna cosilla en gregoriano.

En la parroquia disponemos en el coro de un órgano electrónico que sin ser una maravilla no está mal. Muy bien. ¿Y quién lo toca? Algún voluntario… si lo hay. ¿Y si no? No me vengan con pagar un organista que tenemos un préstamo gordo de la construcción del templo y andamos para pocas fiestas. Pues eso, si voluntario no hay y dinero tampoco, nos apañamos con nuestras guitarras, guitarristas y cantores que además lo hacen con bastante dignidad a lo que añadimos alguna vez alguna cosita en gregoriano.

Ya quisiera un servidor tener a un Bach como maestro de capilla. También los feligreses a un cura mezcla de San Juan Crisóstomo y San Juan María Vianney y se tienen que aguantar conmigo.

Pues a eso me refiero.