ZENIT

El mundo visto desde Roma

Servicio diario - 11 de mayo de 2014

La frase del día

No hay cosa tan terrible como la desgracia de perder la inocencia
François de Chateaubriand  -  (1768 -1848)

 


El papa Francisco

El Papa a los nuevos sacerdotes: 'no se cansen nunca de ser misericordiosos'
Homilía del papa Francisco en la misa del IV domingo de pascua, en la cual han sido ordenados 13 sacerdotes

Francisco en el Regina Coeli: Los fieles nos ayuden a ser buenos pastores
El Santo Padre: no tenga miedo de importunar con su pedido como el ternero pide su leche. Y rezó y envió un saludo a todas las mamás del mundo

Mirada al mundo

Los obispos de Argentina pidieron no acostumbrarse al clima de violencia actual
La presidenta Cristina de Kirchner recordó al padre Mugica asesinado hace 40 años y dijo que la violencia antes era peor

Espiritualidad

San Ignacio de Láconi
«El padre santo, así era conocido este virtuoso lego capuchino, originario de Cerdeña, que se sobrepuso a su débil salud poniéndose bajo el amparo de María. Fue agraciado con numerosos dones, en particular, el de milagros»


El papa Francisco


El Papa a los nuevos sacerdotes: 'no se cansen nunca de ser misericordiosos'
Homilía del papa Francisco en la misa del IV domingo de pascua, en la cual han sido ordenados 13 sacerdotes

Por Redacción

CIUDAD DEL VATICANO, 11 de mayo de 2014 (Zenit.org) - Queridos hermanos, estos nuestros hijos y hermanos han sido llamados al Orden del presbiterato.

Como ustedes bien saben, el Señor Jesús es el sólo sumo sacerdote del Nuevo Testamento, pero él y todo el pueblo santo de Dios que fue constituido pueblo sacerdotal. No lo fueron menos todos discípulos, el Señor Jesús quiere elegir algunos en particular, para que ejercitando públicamente en la Iglesia en su nombre el ministerio sacerdotal a favor de todos los hombres, continuaran su personal misión de maestro, sacerdote y pastor.

Después de una atenta reflexión nosotros estamos por elevar al orden del presbiterado a estos nuestros hermanos, porque siriviendo a Cristo maestro, sacerdote y pastor, cubran las necesidades del Cuerpo de Cristo, que es la Iglesia, el pueblo de Dios y el templo santo del Espíritu.

Ellos serán de hecho configurados en Cristo, sumo y eterno sacerdote, o sea come herederos sacerdotes del Nuevo Testamento, y este título que los une al sacerdocio a su obispo, serán predicadores del evangelio, pastores del pueblo de Dios, y presidirán las acciones de culto especialmente en la celebración del Sacrificio del Señor.

En cuanto ustedes, hermanos e hijos dilectísimos, que están por ser promovidos al Orden del presbiterio, consideren que ejercitando el ministerio de la sagrada doctrina, serán partícipes de la misión de Cristo, único maestro. Dispensen a todos aquella palabra que ustedes mismos recibieron con alegría de vuestras mamás y de vuestros catequistas. Lean y mediten asiduamente la palabra del Señor para creer en aquello que han leído, enseñar lo que han aprendido en la fe, para vivir aquello que han enseñado. Sea por lo tanto nutrición para el pueblo de Dios vuestra doctrina, que no es vuestra: ustedes no son dueños de la doctrina, es la doctrina del Señor y ustedes tiene que ser fieles a la doctrina del Señor.

Sea por lo tanto nutrición al pueblo de Dios vuestra doctrina. Alegría y apoyo a los fieles de Cristo y perfume de vuestra vida, para que con la palabra y el ejemplo edifiquen la casa de Dios y la Iglesia. Y así ustedes continuarán la obra santificadora de Cristo. Mediante vuestro ministerio el sacrificio espiritual de los fieles se vuelve perfecto, porque unido al sacrificio de Cristo que por vuestras manos y en nombre de toda la Iglesia se ofrece en modo incruento en el altar en la celebración de los santos misterios.

Reconozcan por lo tanto lo que hacen, imiten lo que celebran porque participando al misterio de la muerte y resurrección del Señor lleven la muerte de Cristo en sus miembros y caminen en con él en novedad de vida.

Con el bautismo añadirán nuevos fieles al pueblo de Dios. Con el sacramento de la Penitencia perdonarán los pecados en nombre de Cristo y de la Iglesia.

Aquí quiero detenerme y pedirles por amor de Jesucristo, nunca se cansen de ser misericordiosos, ¡por favor! Tengan esa capacidad de perdón que ha tenido el Señor, que no vino a condenar pero a perdonar. Tengan misericordia, tanta, y si les viene el escrúpulo de ser demasiado perdonadores, piensen en aquel santo cura del que les hablé, que iba delante del tabernáculo y decía: 'Señor, perdóname si he perdonado demasiado, pero eres tú que me has dado el mal ejemplo'. Es así. Y les digo de verdad, me da tanto dolor cuando encuentro gente que no va más a confesarse porque fue apaleada, retada. ¡Han sentido que las puertas de las iglesias se le cerraban en la cara! Por favor no hagan esto, misericordia, misericordia.

El Buen Pastor entra por la puerta, y la puerta de la misericordia son las llagas del Señor, y si ustedes no entran en vuestro ministerio por las llagas del señor, no serán buenos pastores.

Con el olio santo darán alivio a los enfermos, celebrando los sacros ritos y elevando en las diversas horas del día la oración de alabanza y súplica, se harán voz del pueblo de Dios y de toda la humanidad.

Siendo conscientes de haber sido elegidos entre los hombres y constituidos en su favor para atender las cosas de Dios, ejerciten en letizia y caridad sinceridad la obra sacerdotal de Cristo, únicamente con la intención de agradar a Dios y no a ustedes mismos.

Y piensen a lo que decía san Agustín a los pastores que buscaban de gustarse a sí mismos: que usaban a las ovejas del señor como comida, para vestirse y para endosar la majestad de un ministerio que no se sabía si era de Dios.

Para concluir, participando a la misión de Cristo hecho pastor en comunión filial con vuestro obispo, empéñense a unir a los fieles en una única familia, para conducirlos a Dios Padre, por medio de Cristo en el Espíritu Santo. Tengan siempre adelante de sus ojos el ejemplo del Buen Pastor, que no vino para ser servido, pero para servir y para intentar salvar aquello que estaba perdido.

Léalo en línea | Envíe a un amigo | Comentario en línea

Arriba


Francisco en el Regina Coeli: Los fieles nos ayuden a ser buenos pastores
El Santo Padre: no tenga miedo de importunar con su pedido como el ternero pide su leche. Y rezó y envió un saludo a todas las mamás del mundo

Por Redacción

CIUDAD DEL VATICANO, 11 de mayo de 2014 (Zenit.org) - Ante una plaza de San Pedro relpleta de fieles y peregrinos, el papa Francisco desde la ventana de su estudio y después de haber ordenado a 13 sacerdotes en la basílica de San Pedro, antes de rezar la oración del Regina Coeli, dirigió las siguientes palabras. 

Queridos hermanos y hermanas, buen día.

El evangelista Juan nos presenta en este cuarto domingo del Tiempo Pascual, la imagen de Jesús como el Buen Pastor. Contemplando esta página del evangelio podemos entender el tipo de relación que Jesús tenía con sus discípulos.

Una relación basada en la ternura, en el amor, en el conocimiento recíproco y sobre la promesa de un don inconmensurable: 'Yo he venido --dice Jesús-- para que tengan la vida y en abundancia. Tal relación es el modelo de las relaciones entre los cristianos, y de las relaciones humanas.

Muchos hoy como en el tiempo de Jesús, se proponen como pastores de nuestra existencia, pero solamente el Resucitado es el verdadero pastor que nos da la vida en abundancia. Invito a todos a que tengan confianza en el Señor que nos guía, y no solamente nos guía, pero nos acompaña y camina con nosotros. Escuchemos con corazón y mente abierta su palabra para alimentar nuestra fe, iluminar nuestra conciencia y seguir las enseñanzas del evangelio.

En este domingo recemos por los pastores de la Iglesia, por todos los obispos, incluido el obispo de Roma, por todos los sacerdotes, por todos, por todos. En particular recemos por los nuevos sacerdotes de la diócesis de Roma que he ordenado en la basílica de San Pedro. Demos un saludo a estos trece sacerdotes, que el Señor nos ayude a nosotros pastores a ser siempre fieles al Maestro, y guías sabias e iluminadas del Pueblo de Dios a nosotros confiado.

También a ustedes les pido por favor que nos ayuden, nos ayuden a ser buenos pastores. Una vez he leído una cosa hermosa sobre cómo el Pueblo de Dios ayuda a los obispos y sacerdotes a ser buenos pastores, en un escrito de San Cesareo de Arlé, un padre de los primeros siglos de la Iglesia.

Y daba este ejemplo: cuando el ternero tiene hambre va a lo de la madre para tomar la leche, pero la vaca no lo da enseguida, parecería que se lo guardara para ella. ¿Entonces qué hace el ternero? Golpea con su nariz al pezón de la vaca para que llegue la leche. Es muy linda esta imagen. Así ustedes -dice este santo- tienen que hacer con los pastores: llamar a su puerta, a su corazón para que le den la leche de la doctrina, de la gracia y la leche de la guía.

Y les pido por favor, importunen a los pastores, molestenlos, a todos nosotros los pastores, para que le demos el alimento de la gracia, de la guía y de la doctrina. Piensen a aquella bella imagen del ternero, cómo importuna a la madre para que le dé de comer.

A imitación de Jesús, cada pastor a veces se pondrá adelante para indicar el camino y apoyar la esperanza del pueblo. Otras veces estará simplemente en medio de todos, con su cercanía simple y misericordiosa. Y en algunas circunstancias deberá caminar detrás del pueblo, para ayudar aquellos que se quedaron atrás. Que todos los pastores sean así.

Pero ustedes importunen para que den la guía de la doctrina y de la gracia. En este domingo se recuerda la Jornada mundial por las vocaciones. En el mensaje de este año he recordado que cada vocación requiere de todos modos, un nexo para centrar la existencia en Cristo y su evangelio. Por esto la llamada de seguir a Jesús es al mismo tiempo entusiasmante y empeñativa. Y para que se realice es necesario entrar siempre en profunda amistad con el Señor para poder vivir siempre con él y en él.

Recemos para que en este tiempo tantos jóvenes sientan la voz del Señor, porque existe el riesgo a veces, que sea sofocada por otras voces diversas. Recemos para que en este tiempo tantos jóvenes escuchen la voz del Señor. Recemos por los jóvenes quizás aquí en la plaza haya alguno que sienta esta voz del Señor que lo llama al sacerdocio, recemos por él si está aquí y por todos los jóvenes que están así.

En las palabras después del Regina Coeli, el Santo Padre recordó que este domingo los miembros del Camino Neocatecumenal “llevan el anuncio de Jesús resucitado a cien plazas de Roma y del mundo” y añadió: “Sigan adelante ustedes, que son buenos...”.

Y al concluir indicó que en muchos países se festeja hoy el Día de la Madre. "Hoy les invito a dedicar un lindo recuerdo y una oración a todas las mamás, saludemos a todas las mamás. Y le confiamos a la madre de Jesús, nuestra mamá. Y por todas las mamás recemos a la Virgen". Y junto a los miles de presentes rezó un Ave María. “Un gran saludo a las mamás, un gran saludo” dijo.

Y concluyó con su ya habitual: “Buona domenica a tutti, buon pranzo e arrivederci”.

Léalo en línea | Envíe a un amigo | Comentario en línea

Arriba


Mirada al mundo


Los obispos de Argentina pidieron no acostumbrarse al clima de violencia actual
La presidenta Cristina de Kirchner recordó al padre Mugica asesinado hace 40 años y dijo que la violencia antes era peor

Por H. Sergio Mora

ROMA, 11 de mayo de 2014 (Zenit.org) - La Conferencia Episcopal Argentina en el documento "Felices los que trabajan por la paz", publicado este 8 de mayo denunció el clima de violencia que existe en el país e invitaron a no acostumbrase al mismo. 

El presidente de la Comisión Episcopal de Pastoral Social de Argentina, monseñor Jorge Lozano, al comentar el documento dijo: “Planteamos como preocupación que la sociedad está pasando un tiempo de enfermedad y violencia, que se manifiesta tanto en el destrato verbal, los insultos, la violencia doméstica, la violencia escolar y distintas situaciones a las que muchas veces nos hemos acostumbrado: gente durmiendo en la calle, niños pidiendo monedas en los semáforos, familias sin vivienda, maltrato a los migrantes y otros tantos casos que se suman a las situaciones de delitos”.

Por su parte la presidenta Cristina Fernández de Kirchner al encabezar este sábado 10 un acto en el barrio porteño de Retiro por el 40 aniversario del asesinato del sacerdote Carlos Mugica, indicó que al mismo “le tocó vivir de joven en una Argentina donde se dirimieron las cosas a los tiros, con bombardeos y con muertos, en una Argentina violenta en serio". Y dijo: "Miré la tapa de los diarios y vi que alguien resumía o decía que hoy la Argentina es una Argentina violenta y me di cuenta que querían reeditar viejos enfrenamientos", expresó la presidenta.

Las palabras fueron interpretadas como un cruce de opiniones con lo dicho poco antes por los obispos argentinos.

En el acto la presidenta inauguró una escultura de hierro del sacerdote Mugica, que trabajaba en la villa 31 y que fue asesinado en 1974 por el grupo paramilitar Triple A, fundado por López Rega, ministro de la tercera presidencia de Juan Domingo Perón y de su vice, Isabel Martinez de Perón.

Por su parte el vocero del Episcopado, presbítero Jorge Oesterheld, precisó siempre ayer que el documento “Felices los que trabajan por la paz”, se refiere a la violencia, no a la inseguridad, y a las causas de la violencia, entre ellas la corrupción, la mentira, las demoras de la Justicia y los problemas de las cárceles, hechos que generan un clima de violencia, a que uno no debe acostumbrase.

Precisó que no está dirigido a nadie en particular sino “a la clase dirigente”, que “a veces no está a la altura de las circunstancias”. Añadió que la confrontación con fines políticos genera más violencia, especialmente ante la mentira”, porque “si uno siente que le mienten todo el día, si mienten el Gobierno, los políticos, los medios de comunicación, todo eso genera violencia”.

Léalo en línea | Envíe a un amigo | Comentario en línea

Arriba


Espiritualidad


San Ignacio de Láconi
«El padre santo, así era conocido este virtuoso lego capuchino, originario de Cerdeña, que se sobrepuso a su débil salud poniéndose bajo el amparo de María. Fue agraciado con numerosos dones, en particular, el de milagros»

Por Isabel Orellana Vilches

MADRID, 11 de mayo de 2014 (Zenit.org) - Este humilde lego, que fue un dechado de virtudes, nació en Láconi, Cerdeña, el 18 de diciembre de 1701. Era el segundo de nueve hermanos. Crecieron en un hogar falto de recursos materiales, pero de gran riqueza espiritual. En el bautismo le impusieron tres nombres: Francisco, Ignacio y Vicente, prevaleciendo en su familia éste último. Del cielo llovieron a través de él tal cúmulo de gracias que, como han dicho algunos de sus biógrafos, se convirtieron también en su martirio en vida, y «estorbo» tras su muerte para el reconocimiento de su santidad. Su madre, devotísima de san Francisco, le narraba su biografía y milagros, y Vicente se entusiasmó con él, haciendo sus pinitos para imitarle. Una vez más, las enseñanzas maternas eran vía segura para alentar el camino de una gran vocación. Este hijo que la escuchaba embelesado poniendo de manifiesto la sensibilidad y ternura por lo divino no dejaba a nadie indiferente. Llamaba la atención no solo de su familia sino también del vecindario. Le conocían entrañablemente como «il santarello» (el santito). Esta aureola de virtud le acompañaría el resto de su vida. Su padre era labrador y pastor, y él siguió sus pasos. La oración y el ayuno que realizaba eran tan intensos que su organismo decayó y saltaron las alarmas en su entorno porque era de constitución débil y enfermiza.

Al inicio de su juventud barajó la opción de la vida religiosa, pero estaba indeciso y dejó aparcada la idea. Sin embargo, a los 17 años se le presentó una grave enfermedad, que casi le cuesta la vida, y prometió a Dios que si sanaba ingresaría en la Orden capuchina. Recobró la salud, y durante dos años relegó al olvido su promesa. Hasta que un día se encabritó su caballo, y alzó la voz desencajado pidiendo a Dios socorro, al tiempo que renovaba el compromiso que le hizo, que esta vez fue definitivo. Tenía 20 años y un aspecto tan deteriorado que el provincial no quiso admitirle pensando que no soportaría la dureza de la vida conventual. Vicente no se desanimó. Por mediación de sus padres obtuvo la recomendación del marqués de Láconi, y en 1721 se integró en la comunidad de San Benito, de Cagliari, cumpliéndose su anhelo.

El noviciado requería temple, ciertamente. Pero él ya sabía lo que era el ayuno y la penitencia. Ahora bien, tomó con tanto brío las mortificaciones que estuvo a punto de caer desfallecido. No había medido adecuadamente sus fuerzas y acudió a María: «Madre mía, ayúdame, que ya no puedo más». Ella le acogió y le instó a seguir adelante con renovado ímpetu: «Animo, fray Ignacio; acuérdate de la pasión dolorosa de mi Hijo divino; y lleva tú también tu cruz con paciencia». El hecho fue que en sesenta años de consagración no volvió a experimentar tal fatiga. Emitió los votos en 1722 y siguió progresando en el amor a base de oración continua, silencio y vivencia de las virtudes evangélicas. En su día a día no hubo hechos extraordinarios, pero se distinguió por su heroicidad en la perfección buscando la unión con Dios. Vivía maravillosamente la pobreza. Tan desasido estaba de todo que hasta le delataba el penoso estado del hábito y de sus maltrechas sandalias que le provocaban sangrantes heridas en los talones.

Pasó por varios conventos y al final fue trasladado al de Buoncammino, en Cagliari. Había sido antes cocinero, y en este último destino comenzó trabajando en el telar, hasta que los superiores le encomendaron la labor de limosnero, recolector de alimentos y proveedor de las necesidades materiales de la comunidad. La gente le estimaba porque veían en él al verdadero discípulo de Cristo. Se mezclaba con los que estaban en las tabernas y plazas del puerto movido por el afán de socorrer a los pobres, y ayudar a tantos pecadores que se convirtieron con su ejemplo. Era paciente, agradecido, amable; poseía las cualidades del buen limosnero. Con su prudencia conquistó el alma de un rico usurero y prestamista que se sorprendió de que nunca le pidiese nada, pasando reiteradamente por alto ante su puerta. Un día, cuando el santo acudió a casa del comerciante, como le indicaron sus superiores, recogió un cargamento de bienes que por el camino se convirtieron en una masa sanguinolenta. Al llegar al convento, dijo: «Vea, reverendo padre, vea la sangre de los pobres amasada con los robos y con la usura de aquel hombre: esas son sus riquezas...». Extendiéndose el prodigio por la ciudad, el especulador se arrepintió de su avaricia, se desprendió de sus bienes y no comerció más con los ajenos.

Ignacio intentaba ocultar las gracias que Dios le otorgaba con estratagemas que, seguramente, dieron lugar a que muchos le consideraran una especie de mago. A veces, recurriendo incluso a remedios naturales hacía creer que las curaciones milagrosas eran en realidad fruto de las últimas fórmulas de la medicina. En medio de los hechos sobrenaturales que se le atribuyen, su vida, como la de todos los santos, estuvo amasada de íntimas renuncias; por su conducta cotidiana fue reconocido como hombre de Dios. Los ciudadanos de Cagliari lo denominaron «el padre santo», un calificativo atestiguado por contemporáneos suyos. José Fues, pastor protestante que residía en la isla, en una misiva enviada a un amigo germano le decía: «Vemos todos los días dar vueltas por la ciudad pidiendo limosna un santo viviente, el cual es un hermano laico capuchino que se ha ganado con sus milagros la veneración de sus compatriotas».

En 1779 perdió la vista y llenó su quehacer con la oración. Supo de antemano la hora de su deceso, lo cual le permitió dispensar a los religiosos de su presencia ante su lecho, rogándoles que fuesen a Vísperas. Falleció a los 80 años el 11 de mayo de 1781 con fama de santidad entre las gentes que le habían aclamado por sus numerosas virtudes. Los prodigios, que tan bien conocían, se multiplicaron tras su muerte. Pío XII lo beatificó el 16 de junio de 1940, y lo canonizó el 21 de octubre de 1951.

Léalo en línea | Envíe a un amigo | Comentario en línea

Arriba