Las leyes españolas defienden el derecho de la Iglesia a exponer libremente su doctrina, aunque a veces choque con la ideología dominante. Profundizamos en este tema con la ayuda de José Mª Souvirón, catedrático de Derecho Administrativo y profesor en la Facultad de Ciencias de la Comunicación en la ciudad Málaga.

-A veces da la sensación de que la libertad de expresión la defiende todo el mundo mientras que no la ejerza la Iglesia.

-La libertad de expresión asiste a la Iglesia (a la institución y a todos y a cada uno de sus miembros) como a cualquier otra persona o institución. Y la libertad de expresión implica exteriorizar pensamientos, ideas y opiniones; un contenido subjetivo que por tanto excede de la mera objetividad, porque es mi pensamiento. La libertad de expresión está íntimamente unida a la libertad de opinión. La Iglesia, además, en función de la libertad religiosa, que también está protegida en la Constitución (artículo 16), lógicamente tiene un refuerzo para su libertad de expresión. No solamente la Iglesia, sino cualquier otra confesión religiosa en función de que tiene reconocido ese otro derecho fundamental. Pero es que, encima, la Iglesia Católica está literalmente mencionada en la Carta Magna.

-Pero, claro, habrá unos límites.

-Esos límites serán normalmente otros derechos que tienen que ver con lo más íntimo de la persona (el honor, la intimidad o la propia imagen). Pues bien, aún así, el Tribunal Constitucional ha dicho: “En la medida en que la libertad de expresión se ejerza en sus términos correctos, será preferente sobre los otros derechos”. Nuestro código penal pone el límite en las injurias y en las calumnias. Pero si esa ofensa injuriosa no es tenida en la concepción pública como grave, entonces no es delito. Hay otros límites extremos en el código penal como la incitación directa al odio, a la violencia o a la discriminación..

-O sea, que no debemos tener miedo a proponer el Evangelio y la moral que brota de él.

-Los cristianos formamos parte como cualquier otra persona de la sociedad. Somos ciudadanos iguales que, lógicamente, hemos hecho una opción bastante importante incluso para los cristianos muy de a pie,  muy del montón como me considero yo. Esa base tiene una fe, un credo. Se es católico en el contexto de la propia Iglesia, porque es muy difícil acercarse a Cristo si no existiera la Iglesia. A partir de esa opción, absolutamente legítima en una sociedad democrática, somos iguales que los demás. Y es necesario que nos respeten a nosotros también. Cuando anunciamos el Evangelio, lo que hacemos es una “oferta”, es cumplir con el mandato de Jesús de evangelizar. En ese contexto hay que estar en la sociedad, sin creernos superiores a nadie, pero ofreciendo esta riqueza.

(Antonio Moreno – Diócesis de Málaga. Foto: S. Fenosa)