15.05.14

Cielo e Infierno

El que esto escribe ni es teólogo ni nada por estilo sino, tan sólo, un simple fiel católico que, como tal, gusta de conocer aquello que tiene relación con su fe.

Hay cosas que son importantes tener conocimiento de ellas porque, de no hacerlo, es posible que tengamos de lo que creemos un sentido tergiversado que es lo mismo, exactamente lo mismo, que no tener ninguno.

Así, por ejemplo, si no sabemos (por las causas que sean) que se ha cambiado cierta expresión de una oración y que el formato nuevo es el que es podemos estar orando de forma inadecuada.

Es posible que alguien pueda sostener que esto no tiene tanta importancia pero, ¡qué quieren que les diga!, los fieles sencillos queremos que nuestra fe, que es sencilla, sea la que tiene que ser y no otra.

Pues bien, hay un tema que es importante. Al menos, eso me parece a mí. Se trata de si Cristo murió por toda la humanidad o, sólo, por muchos de los miembros de tal humanidad.

A eso se le llama el caso del “Pro Multis” y encierra algo crucial de nuestra fe en Dios Todopoderoso y en las razones por las que envió a su Hijo al mundo para que muriera como murió.

Resulta ser (como diría aquel) que, en efecto, Jesús murió en la cruz por toda la humanidad. Es decir, Dios, Creador y Padre de Cristo no podía querer que no se salvase parte de la humanidad pues toda ella parte de su corazón y a toda crea y mantiene.

Y eso es bueno porque supone, desde tal principio, que la voluntad del Todopoderoso es la que y que tiene relación con el hecho de que todos podemos volver junto al Padre.

Pero, como suele decirse, las cosas no son siempre como nos gustaría que fuesen. Y este es uno de tales casos.

Por eso, a que Jesús murió por toda la humanidad, se le llama “redención objetiva” y supone, efecto, que murió por todos. Así de fácil de entender pues Jesús murió, cumpliendo la voluntad del Padre (ahí está Getsemaní) por cada uno de los miembros de la humanidad.

Esto les hace ver a los protestantes que todos, todos, estamos salvados automáticamente. ¡Hala!, todos al Cielo sin mayor trámite que tenga relación con lo que cada cual cree y acepta.

Pero luego está la que nos sirve a parte de tales “todos”. Se le llama “redención subjetiva” tiene mucho que ver con nuestra salvación.

Quien tiene fe y acepta a Cristo como Hijo de Dios y como Salvador de la humanidad, lo confiesa como Dios hecho hombre y sigue su vida cumpliendo el “trámite” de la fe y las obras, tal persona se salvará; en efecto, se salvará.

Pero esto lo dice mucho mejor (¡donde va a parar!) el Concilio de Trento. En el decreto sobre la justificación dice, en un momento determinado, acerca del “muchos” y del “todos”:

”Más, aun cuando Él murió por todos (2 Cor 5, 15), no todos, sin embargo, reciben el beneficio de su muerte, sino sólo aquellos a quienes se comunica el mérito de su Pasión. En efecto, al modo que realmente si los hombres no nacieran propagados de la semilla de Adán, no nacerían injustos, como quiera que por esa propagación por aquél contraen, al ser concebidos, su propia injusticia; así, si no renacieran en Cristo, nunca serían justificados (Can. 2 y 10), como quiera que, con ese renacer se les da, por el mérito de la Pasión de Aquél, la gracia que los hace justos. Por este beneficio nos exhorta el Apóstol a que demos siempre gracias al Padre, que nos hizo dignos de participar de la suerte de los Santos en la luz (Col. 1, 1), y nos sacó del poder de las tinieblas, y nos trasladó al reino del Hijo de su amor, en el que tenemos redención y remisión de los pecados (Col 1, 13 s).

Pero, por ejemplo, el P. Royo Marín, en su libro “¿Se salvan todos?” nos dice que:

“La doctrina de la salvación final de toda la humanidad, incluyendo a los mismos demonios y hombres impíos (apocatástasis panto de Orígenes), fue expresamente condenada por la Iglesia como manifiestamente contraria a la divina revelación. He aquí el canon reprobatorio promulgado por el papa Vigilio el año 543: ‘Si alguno dice o siente que el castigo de los demonios o de los hombres impíos es temporal y que en algún momento tendrá fin, o que se dará la reintegración de los demonios o de los hombres impíos, sea anatema’ (DENZ. 211).”

Y un poco más abajo, esto otro:

“La Sagrada Escritura, en efecto, habla en infinidad de lugares del castigo eterno de los réprobos y no es lícito abrigar sobre ello la menor duda. El mismo Cristo, al describir con todo lujo de detalles la imponente sentencia del juicio final, nos dice que dirá a los que estén a su derecha: ‘Venid, benditos de mi Padre; tomad posesión del reino preparado para vosotros’. Y a los de la izquierda: ‘Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno, preparado para el demonio y sus ángeles’ (Mt 25,34-41). Cristo no nos dice cuántos serán los que estarán a su derecha o a su izquierda, pero sí que habrá representantes a ambos lados. Afirmar, por consiguiente, la salvación universal de la humanidad, sin ninguna excepción, contradice abiertamente las palabras de Jesucristo y está en absoluto fuera de las perspectivas de la doctrina del Evangelio’”.

¿Lo ven ustedes?

Cristo muere por todos pero se salva quien, en realidad, cree que murió por todos y se convierte. Y eso debería hacer pensar, a más de uno, al respecto, por ejemplo, de que no haya condenación eterna y, luego, a actuar en consecuencia.

De todas formas, es muy cierto que sobre este tema hay mucho escrito; y mucho bueno y benéfico para nuestra alma. Pero baste lo apenas aquí traído para que cada cual se forme una idea acerca de lo que cree y lo que, a lo mejor, debería creer.

Eleuterio Fernández Guzmán