Mensaje de los Obispos de la Comisión Episcopal de Medios de Comunicación Social (CEMCS) en la XLVIII Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales

Al servicio de la humanidad

La celebración, el próximo 1 de junio, solemnidad de la Ascensión, de la XLVII Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales invita a una reflexión sobre el papel de los comunicadores en nuestra sociedad, configurada, cada vez más, por una nueva cultura que está transformando a la humanidad. El papa Francisco, en su mensaje para esta Jornada, ha invitado a esta nueva cultura del encuentro.

 Una nueva cultura

La aparición y difusión de las nuevas tecnologías de la comunicación, que cumplen ahora 20 años, ha generado, especialmente con la incorporación de las redes sociales, una nueva cultura. Esta nueva realidad de las comunicaciones está transformando el modo de conocer, de trabajar, de relacionarse, de vivir y de interactuar entre las personas y los pueblos. La globalidad de las dimensiones que se ven afectadas, la velocidad en la difusión y la extensión geográfica a toda la tierra, son tres rasgos que caracterizan esta nueva cultura, al tiempo que muestran su importancia.

Conviene destacar, en primer lugar, la profundidad con la que afecta a la globalidad de los fenómenos humanos. Toda la actividad humana está siendo transformada por la aparición de estas nuevas tecnologías, no solo en los medios o en los procesos, sino también en los fines: el modo de conocer de las personas, el modo de relacionarse, el modo de trabajar y el modo de divertirse. Además, las perspectivas señalan que este cambio cultural no ha terminado y se siguen produciendo descubrimientos y nuevas herramientas que van modificando y reconfigurando, cada día, la manera de vivir de las personas. Se puede afirmar que la nueva cultura va a estar caracterizada por un cambio permanente que exigirá una adaptación constante.

Es también llamativa la velocidad con la que se está imponiendo esta nueva cultura. Si cada una de las culturas anteriores se creó, desarrolló y mantuvo su vigencia durante dos o tres siglos (la Edad Media, el Renacimiento, el Siglo de las Luces, la Revolución Industrial…) la cultura creada en torno a las nuevas tecnologías de la comunicación ha supuesto un cambio social radical en apenas dos décadas. La utilización del correo electrónico tiene apenas veinte años, los blogs, algo más de diez, y las redes sociales se siguen creando a día de hoy.

En tercer lugar, conviene señalar la extensión de estos cambios, que afectan ya a miles de millones de personas en todo el mundo. La brecha digital que separaba a sociedades digitales de las que no lo eran está menguando rápidamente. Intereses comerciales, económicos y de servicio están impulsando la nueva cultura hasta fronteras que anteriormente quedaban alejadas de cualquier progreso social y material.

Riesgos y oportunidades

Esta nueva cultura tecnológica a la que no se puede renunciar, como toda novedad social, presenta riesgos y oportunidades. Entre los riesgos está el aislamiento de las personas, el individualismo, el ofuscamiento en el mundo digital y el consiguiente desprecio del mundo real, el olvido de la caridad. En el ámbito familiar se están viviendo algunos desfases entre los hijos, nativos digitales, expertos conocedores de las nuevas tecnologías, y los padres, inmigrantes digitales que viven en un continuo esfuerzo de adaptación.

Al mismo tiempo, la nueva cultura genera nuevas oportunidades. La difusión masiva del conocimiento permite el acercamiento a la verdad que está en la base de la libertad. Sociedades que tenían dificultades para el acceso a la cultura universal tienen ahora al alcance de sus pantallas los conocimientos que la humanidad ha ido atesorando a lo largo de los siglos. Las dinámicas de pensamiento encuentran ahora nuevos cauces de difusión que permiten consolidar opiniones más formadas e intercambios de pareceres que suscitan reflexiones y generan movimientos sociales de participación. La sociedad civil se hace consciente de su papel protagonista e interactúa con los gobiernos y las instituciones para dinamizar la vida pública según sus legítimos intereses.

Con el tiempo, el aprendizaje y la experiencia, los riesgos se atenúan y las oportunidades van creciendo. Y a esto están llamados todos los que trabajan o utilizan el mundo de las nuevas tecnologías: a hacer crecer las oportunidades que estas herramientas permiten para que cada persona se haga más humana y más consciente de la responsabilidad que tiene sobre el desarrollo integral de los demás. El objetivo último de esta revolución tiene que ser transformar esta cultura digital una cultura del encuentro. Las nuevas tecnologías deben estar al servicio de la humanidad para alcanzar la meta que el papa Francisco ha señalado en su Mensaje para la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales de este año: «En este mundo, los medios de comunicación pueden ayudar a que nos sintamos más cercanos los unos de los otros, a que percibamos un renovado sentido de unidad de la familia humana que nos impulse a la solidaridad y al compromiso serio por una vida más digna para todos. Comunicar bien nos ayuda a conocernos mejor entre nosotros, a estar más unidos. Los muros que nos dividen solamente se pueden superar si estamos dispuestos a escuchar y a aprender los unos de los otros».

El protagonismo de los comunicadores

Para que la nueva cultura digital se transforme en una cultura del encuentro, el papel de los comunicadores es fundamental. Son ellos quienes, con una formación adecuada, un conocimiento profundo de la realidad social y una capacidad de discernimiento fruto de su experiencia, pueden contribuir a que la verdad no naufrague en el océano digital, sino que, al contrario, sea servida con diligencia y criterio a todas las personas que la reclaman para poder ser libres. Nos unimos al deseo del papa Francisco de que los medios «puedan ayudar a que nos sintamos más cercanos los unos de los otros, a que percibamos un renovado sentido de unidad de la familia humana que nos impulse a la solidaridad y al compromiso serio».

Él mismo nos está animando a todos a «entrar en diálogo con los hombres y las mujeres de hoy para entender sus expectativas, sus dudas, sus esperanzas, y poder ofrecerles el Evangelio», y lo está haciendo con su ejemplo al navegar en las redes sociales para llevar esta palabra de esperanza.

Las dificultades para cumplir esta misión, encomendada de manera principal a los comunicadores, no son pequeñas. Hay que referirse de manera especial a la grave crisis económica que ha provocado el cierre de numerosos medios de comunicación y el despido de miles de profesionales. Por el bien de todos, esperamos que esa situación de crisis se supere en la sociedad en general y, de manera especial, en el ámbito de la comunicación. Sin olvidar las situaciones de conflicto o coacción en la que ejercen su profesión algunos periodistas. Ante estos problemas graves no podemos dejar de recordar que sin la comunicación social, sus medios y sus profesionales, la sociedad se incapacita para conocer la verdad y, por tanto, para ejercer la libertad.

Al mismo tiempo que reconocemos el trabajo de los comunicadores y su larga historia al servicio de la sociedad, ahora se hace necesario también proponerles una nueva misión, siempre como servicio al bien común. Consiste en transformar, por medio de su trabajo, esta cultura digital en una cultura de encuentro, en la que no haya espacio para la calumnia o el odio sino más bien para la proximidad de las personas, las relaciones amables, la sonrisa que acompaña al encuentro compartido de la verdad. Se trata en el fondo de un intercambio de conocimientos y cultura, de un compartir opiniones de interés para el progreso social; en una palabra, de consolidar la cultura del encuentro para el bien común.

En esta Jornada Mundial de las Comunicaciones, queremos expresar nuestro reconocimiento agradecido a los comunicadores que se empeñan en esta noble tarea, a lo que unimos nuestra oración por ellos y por el éxito de una misión que es servicio al bien de la humanidad. Que Jesucristo, el primer comunicador, les aliente en el trabajo y bendiga su misión.

✠ Ginés García Beltrán, obispo de Guadix y presidente de la CEMCS

✠ Santiago García Aracil, arzobispo de Mérida-Badajoz

✠ Joan Piris Frígola, obispo de Lleida

✠ José Manuel Lorca Planes, obispo de Cartagena

✠ José Ignacio Munilla Aguirre, obispo de San Sebastián

✠ Salvador Giménez Valls, obispo de Menorca