30.05.14

 

Germinans germinabit dedicó el pasado martes uno de sus atinados artículos a explicarnos lo ocurrido en el semanal Catalunya Cristiana. El sacerdote Martirià Brugada, párroco de Anglés (diócesis de Gerona) publicó un artículo en defensa del reconocimiento del matrimonio homosexual por parte de la Iglesia.

A decir verdad, no sé si es peor la defensa o los argumentos que utiliza, que vienen a resumirse tal que así: si la Iglesia ha aceptado finalmente la maldad de la esclavitud (sic) y se ha manifestado en contra de la pena de muerte, ¿qué le impide reconocer una realidad que es asumida y aceptada por la sociedad? Como bien dicen en Germinans, ese tipo de argumentación valdría igualmente para aceptar el aborto. O cualquier otra barbaridad que la sociedad tenga a bien, o a mal, “bendecir".

Si ya sería grave que un sacerdote escribiera un artículo parecido en El País, la Vanguardia o cualquier otro periódico “mundano", ¿cómo cabe calificar que semejante barbaridad se publique en una medio de comunicación propiedad de la Iglesia? ¿es que los fieles no tenemos suficiente con la avalancha de ataques que recibe nuestra fue desde fuera de la Iglesia, como para que tengamos que soportar que se la ataque desde dentro?

No piensen ustedes que eso pasa solo en Cataluña. Hace ahora justo un año que en el programa “El Cascabel del gato” de 13TV, los católicos tuvimos que ver a Pablo Iglesias criticar a los colegios del Opus y arremeter contra los que, entrecomillo, “se van de putas y luego van a misa dominical". Ese mismo Pablo Iglesias era el profesor apoyó a las jóvenes que profanaron la capilla de Somosaguas en la Universidad Complutense de Madrid. ¿Qué pintaba un tipo así en el canal propiedad de la CEE? ¿Y ahora nos extrañamos de que el movimiento político que lidera, Podemos, haya obtenido 5 eurodiputados?

Y luego está la cuestión de tener como párroco a alguien con esas ideas. ¿Qué decir acerca de la salud espiritual de los parroquianos cuyo cuidado pastoral ha encomendado a ese sacerdote? ¿Nada? ¿De verdad que nada? ¿quién tiene misericordia de ellos?

Luis Fernando Pérez Bustamante