3.06.14

 

En Protestante Digital leemos que “con motivo de la abdicación del Rey Juan Carlos, la Federación de Entidades Religiosas Evangélicas de España ha hecho público un comunicado expresando la necesidad de un cambio en la monarquía, que la lleve a despojarse del sesgo católico que ha impedido a los evangélicos poder identificarse con el Rey Juan Carlos".

Y añaden: “Como protestantes anhelamos que el futuro monarca pueda encarnar también la realidad de una España del siglo XXI, moderna y plural en ‘lo religioso’, despojándose del marcado sesgo de confesionalidad religiosa que aún pervive en la monarquía española y, de diferentes maneras, en el conjunto de las instituciones del Estado”

Vamos por partes. Guste más o guste menos, la monarquía en España siempre ha ido ligada al catolicismo. De hecho, los reyes de este país tienen también el título de católicos. Otra cosa es que en su vida privada o incluso en su actividad como reyes, hayan sido ejemplo de catolicismo. Por ejemplo, Juan Carlos I estuvo lejos de seguir el ejemplo del Rey Balduino de Bélgica, quien prefirió abdicar durante un día antes que firmar una ley abortista. No quiero volver a discutir sobre un hecho acerca del cual ya nos pronunciamos editorialmente.

Entiendo que pidan que el Rey de España muestre cercanía institucional hacia las otras confesiones religiosas en España. No tendría nada de particular que Felipe VI, a diferencia de su padre, decidiera un día acudir a un culto evangélico, a una sinagoga e incluso a una mezquita. Pero no se nos vaya a olvidar que don Felipe fue bautizado católico, recibió la comunión y la confirmación como católico y se casó por la Iglesia Católica. Además está dando una educación católica a sus hijas. Pretender que elimine el “sesgo católico” es como pedirle que renuncie a su fe.

No está de más recordar que el protestantismo europeo, del que se supone que la FEREDE forma parte, convive tranquilamente con la confesionalidad protestante de varios países. El más claro ejemplo sigue siendo Gran Bretaña, cuya monarquía es cabeza de la Comunión anglicana. La Constitución española no impide que algún día tengamos un rey protestante o sintoísta. En Gran Bretaña, si al monarca se le ocurre cambiar de confesión religiosa, deja de ser monarca. Y no parece que haya una oleada de peticiones de protestantes pidiendo que eso se cambie. Es más, los nombramientos oficiales de obispos anglicanos los firma el primer ministro, lo cual fue una de las razones por las que Tony Blair retrasó su ingreso en la Iglesia Católica.

Además de Gran Bretaña, Dinamarca e Islandia tienen como religión nacional el luteranismo. En Dinamarca el parlamento es la autoridad legislativa de dicha comunión eclesial. Por su parte, Grecia es confesionalmente ortodoxa, mientras que Malta, Liechestein y Mónaco son países confesionalmente católicos. En todos ellos hay libertad de culto.

Dado que la monarquía en España, esta o la que sea, recibe cierta legitimidad de la historia -no solo de las urnas-, no tiene sentido querer privarla de algo que ha formado parte de su esencia. Las naciones, y sus instituciones, no son solo lo que es cada generación en un momento concreto de la historia. España y catolicismo son dos términos que han ido de la mano desde que España es España. Es más, el hecho de que estemos en un claro proceso de apostasía puede influir, y mucho, en la posible partición de la patria en mil pedazos. Menéndez Pelayo dijo proféticamente que cuando España perdiera su unidad católica volvería “al cantonalismo de los arévacos y de los vetones, o de los reyes de taifas". Es exactamente lo que tenemos delante de nuestros ojos. La historia demuestra que las naciones pueden desaparecer. España está a punto de hacerlo al haber renunciado a sus raíces católicas. Bien haría el nuevo rey en apelar a ellas, aunque mucho me temo que de hacerlo solo conseguiría exarcerbar los sentimientos republicanos de una parte importante de la izquierda y la derecha liberal.

Luis Fernando Pérez Bustamante