8.06.14

 

Posiblemente o no lo he comprendido bien o la redacción adolece de precisión, porque la entrevista que leí ayer a José Antonio Pagola en Vida Nueva me ha dejado un cierto regusto amargo.

No tengo nada con Pagola especialmente a favor ni en contra. Tiene en su haber una extensa producción escrita y en el debe algunas puntualizaciones precisamente sobre su obra más leída: “Jesús. Aproximación histórica”. Ni entro ni salgo en el asunto. Como bien decía el catecismo, “doctores tiene la santa madre iglesia”. No soy para nada teólogo y menos especialista en dogmática. Apenas sé cuatro cosas de teología pastoral que es lo que estudié en su momento.

Por eso lo que comento de la entrevista es desde las cuatro cosas que me enseñaron de pastoral en el León XIII y de los treinta y tantos años de cura que uno lleva tratando de anunciar el evangelio.

Ayer sábado más bautizos. Manías de uno, pero casi siempre leo el final del evangelio de Mateo: “Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.” Me parece que es el mejor compendio de teología pastoral que jamás se ha escrito.

Los sacerdotes, nos dediquemos primordialmente a la investigación, la teología, la pastoral directa o a trabajar en la curia, somos pastores, y nuestra misión es llevar a los hombres al pleno encuentro con Cristo. Todo lo demás, son medios para ese encuentro.

Para esta misión los sacerdotes nos dedicamos especialmente a la predicación y a la celebración de los sacramentos con el único objetivo de que cada persona llegue a encontrarse con Cristo y le entregue su vida entera.

Por supuesto que para la celebración y la predicación cada cual tiene sus formas y sus trucos. Es decir, medios, y la Palabra se va anunciando apoyándonos en catecismos, escritos de los padres, documentos de la Iglesia, obras de espiritualidad, liturgia, reflexiones teológicas. Pero son medios. Triste sería convertir un medio en un fin en sí mismo.

Como sacerdote he de decir que una de las grandes satisfacciones es la de ayudar a bien morir a las personas. Qué satisfacción tan honda es administrar la penitencia y la eucaristía y confortar con la unción al moribundo. Qué grandeza cuando el último aliento es para besar a Cristo en la cruz que ya te está esperando. Morir abrazado a la cruz de Cristo, regalar el último suspiro al Señor, llamar a María… Así quisiera morir cuando Dios disponga.

Quizá por esto que he vivido tantas veces de forma tan gozosa, me han chirriado algunas palabras de José Antonio Pagola en la entrevista, especialmente cuando habla de “enfermos terminales que han muerto abrazados al libro y me dan las gracias por medio de sus viudas…” No sé, cada cual lo ve de una manera. Quizá yo no sepa verlo, que puede ser. Como contar de un ateo que “no abandonará su ateísmo, pero que llora cada vez que lee el capítulo de la crucifixión”.

Supongo que para mucha gente esto será bonito y esperanzador. Para mí lo bonito sería poder afirmar que gracias al libro la gente se convierte a Cristo, cambia de vida, muere como cristiana. Pero lo único que leo es que nos hace humanos… Que a lo mejor es importante, pero se me hace poco, porque nuestro destino final no es ser solo humanos, sino comprender que “Cristo después de su Resurrección,se apareció visiblemente a todos sus discípulos y, ante sus ojos, fue elevado al cielo para hacernos compartir su divinidad". En fin cosas mías. No me conformo con que me hagan humano, quiero llegar a más.

Un libro que no convierte a un ateo, un libro al que la gente se abraza en lugar de a la cruz, un libro que nos hace humanos pero no dice si divinos. Quizá yo no entienda, que será lo más fácil, pero me he quedado un poco triste.