18.06.14

El mártir de 19 años que regresó para "vivir y morir siendo religioso"

Tres mártires de la guerra civil española nacieron un 18 de junio: una religiosa mínima descalza barcelonesa, un sacerdote operario turolense y un agustino de Palencia.

María de las Mercedes Mestre Trinché, de 47 años y natural de Barcelona, es una de las nueve monjas Mínimas Descalzas de San Francisco de Paula asesinadas en Can Boada (Barcelona) el 23 de julio de 1936 junto con la hermana de una de ellas, que las asistía en los quehaceres externos del Monasterio, y beatificadas en 2013. Ingresó a los 26 años en el convento de Monjas Mínimas de Barcelona.

Profesó de votos solemnes el 5 de octubre de 1920. Quienes la conocieron atestiguan de ella que fue siempre muy humilde y trabajadora, asidua a la adoración eucarística y de notable piedad mariana. Alma de profunda vida interior, deseaba gastar su vida por la gloria de Dios y el bien de sus hermanas. Se entregaba al trabajo con espíritu alegre y actitud de humilde servicio.

Convivió con otro sacerdote que evitó delatarle, pero él se entregó

Lorenzo Insa Celma, de 61 años y natural de Calaceite (Teruel), era sacerdote operario diocesano, fue asesinado en Tortosa (Tarragona) el 2 de septiembre de 1936 y beatificado en 2013. Destinado a ser labrador, la fractura de un brazo producida al caer de una caballería le incapacitó para las tareas agrícolas. En 1888 marchó al seminario de Tortosa, en 1901 fue ordenado y se incorporó a la Hermandad de Sacerdotes Operarios Diocesanos. Durante quince años fue prefecto y administrador del seminario de Zaragoza. En 1916 marchó como rector al de Córdoba, pero ante la insistencia del arzobispo Solevila, regresa a Zaragoza en 1919, el año en que ese prelado recibió el título de cardenal. Conocía personalmente, no sólo a los alumnos, sino también a sus familiares. Promovió la revista Nuestro Apostolado para que los sacerdotes y los fieles de la archidiócesis conociesen más el Seminario y para que los seminaristas se ejercitasen con la pluma. Creó un ambiente de piedad en el Seminario con el Apostolado de la oración. Buscó los mejores profesores, no sólo competentes sino también ejemplares. Ayudaba con su propio patrimonio a los seminaristas más necesitados.

Al estallar la guerra, estaba de vacaciones en su pueblo, Calaceite (Teruel) y salió precipitadamente hacia Valdealgorfa, donde sustituyó al párroco, que se había marchado. Poco después, el comité local mandó salir del pueblo a los forasteros, por lo que Insa se fue a Tortosa, pensando que los operarios estarían en el colegio de San José. Allí encontró a milicianos que, sospechando que era sacerdote, lo maltrataron. Acudió a diversas casas donde no se atrevieron a recibirle. Enterado de que el párroco de Santiago, mosén Audí, que había sido 20 años parroco de Calaceite, estaba en un huerto del Arrabal del Jesús, convivió con él hasta que el 9 de agosto unos milicianos fueron a buscar a mosén Audí. Aunque no estaba, el sacerdote se entregó voluntariamente para evitar un registro que delataría la presencia de Insa. A Audí lo mataron ese mismo día. Insa quiso compartir su suerte, pero le disuadió la familia de su amigo. El operario decidió vivir oculto en el huerto, pero para no comprometer a la familia, el 30 de agosto decidió presentarse ante el comité, sabiendo que lo matarían. Se fue el día 31 y el 2 de septiembre lo fusilaron en Pla des Ametllers, a 7 kilómetros de Tortosa.

Volvió de casa de sus padres para ser mártir con 19 años

Marcos Pérez Andrés, de 19 años y natural de Villasarracino (Palencia), era aspirante agustino en El Escorial, fue asesinado en Paracuellos de Jarama el 28 de noviembre de 1936 y beatificado en 2007. Por su corta edad y haber muerto en el día con más mártires beatificados de la guerra, podría pasar desapercibido, pero la imagen que aporto constata la devoción existente (probablemente en su pueblo, donde, como se ve, le han hecho un himno), y el detalle biográfico de que “tuvo que regresar a su casa por razones de familia, pero, en cuanto pudo, volvió al convento. Decía que no tenía más aspiración que vivir y morir siendo religioso“.

Más sobre los 1.523 mártires de la guerra civil española, en “Holocausto católico”.