24.06.14

Un amigo de Lolo – Todos somos hermanos

A las 12:34 AM, por Eleuterio
Categorías : General, Un amigo de Lolo

Presentación

Manuel Lozano Garrido

Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infringían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.

Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y tan franco.

” Todos somos hermanos ”

“Las cosas o los hombres dejan de ser hirientes, considerándolas con espíritu fraterno, bañándolas de ternura.”

Manuel Lozano Garrido, Lolo
Bien venido, amor (410)

Fundación 'Lolo'

Seguramente no exageraremos si decimos que ninguna de las personas que puedan leer esto no haya tenido nunca un problema con otro ser humano. Son muchas las circunstancias las que, a lo largo de la vida, nos acaecen y nuestro prójimo está, muchas veces, en nuestro camino de una forma poco recomendable. Aunque también es cierto que otras tantas veces las apariencias nos engañan y vemos las cosas como no son.

Bueno. El caso es que nuestro devenir está repleto de relaciones humanas. Lo está porque el ser humano se relaciona con otros de su misma especie porque no es una isla. Y tampoco lo es un creyente. Es más, menos aún quien creen en Dios Todopoderoso y sabe que Jesucristo es su Hijo puede considerarse aislado del resto, al menos, de creyentes.

Existen, decimos, muchas tiranteces entre las criaturas que somos semejanza de Dios. Sin embargo existen porque, precisamente, no nos comportamos como lo que somos.

Dios crea a cada uno de los seres humanos, decimos tantas veces, a semejanza de sí. Pero no solemos entender lo que eso significa y nos hacemos una idea de eso pensando que de lo que se trata es que el Creador es como nosotros, físicamente (que tiene manos, pies, cabeza, corazón, etc.) porque si somos semejanza suya es que Él ha de ser como nosotros. Y no nos damos cuenta de que es, justamente, al revés: debemos ser como Dios porque somos semejanza suya. Y no se trata, precisamente, del aspecto o forma física sino de algo que va más allá de las simples características materiales.

Queremos decir que debemos ser, en cuanto hijos de Dios, misericordiosos como es misericordioso el Creador; no tener un corazón de piedra y tenerlo como lo tiene el Todopoderoso y es de carne; perdonar tantas veces como Quien, que nos creó y mantiene, nos perdona; y, en fin, ser limpios de corazón, de mente y de alma.

Tal es la “semejanza” que ha de existir entre Dios y nosotros.

Muchas veces no nos damos cuenta de lo que significa, en el fondo, haber sido creados “todos” por Dios. En realidad, la mayoría de las veces lo olvidamos olímpicamente y nos importa poco o nada. Nos creemos, como poco, propiamente hijos de Dios pero sin que eso signifique que, por tanto, los demás seres humanos son “hermanos” nuestros.

Quizá si recordáramos más a menudo que Cristo es hermano nuestro pondríamos en el fiel de la balanza lo que nos falta de amor y haríamos con el peso que obtendríamos una buena medida de correspondencia con la voluntad de Dios. Así sí que seríamos, verdaderamente, hermanos del resto de seres humanos.

Sin embargo, eso no solemos hacerlo aunque, y es curiosa una disociación tan grande entre lo que creemos y lo que hacemos, sepamos que la filiación divina abarca a cada uno de los seres humanos que han pisado esta tierra desde que Dios creó a los primeros a partir de materia ya existente (de barro los creó…)

De todas formas esta situación tan preocupante tiene solución. Y viene de la misma fe que decimos tener y, también, de la comprensión de lo que eso supone. Y es que tener a todo ser humano como hermano y aplicar a tal verdad las consecuencias correspondientes, sólo puede traer buenas consecuencias para una humanidad en exceso egoísta, en demasía individualista.

Sabemos, además, que Dios siempre estará a nuestro lado pues un Padre (este “tan gran Señor”, como dice Santa Teresa de Jesús) siempre quiere que sus hijos se avengan a lo que son.

Eleuterio Fernández Guzmán