24.06.14

Mi yugo es suave y mi carga ligera

A las 10:54 PM, por P. Diego Cano
Categorías : Diario de un misionero en Tanzania

Ushetu, 29 de mayo de 2014.

catequistas

Hoy he tenido un día bien movido… y en realidad desde ayer viene el movimiento, porque vinieron los catequistas de la parroquia a un seminario que preparamos para ellos, unos 26 en total. Éstos no son todos, pero es algo muy bueno que ya vayan tomando el ritmo que nosotros queremos imprimirle al asunto. Lo bueno es que son todos muy buenos y sencillos. Se súper interesan por los temas de la religión, y les encanta hablar, preguntar, y discutirlos. Pero todo esto me lleva un buen tiempo, el estar con ellos, y además tuve que preparar un punto como para abrir el encuentro y luego los dos sermones de las misas de los dos días. Y hoy estuve en una parte que había destinado para dar avisos… y duró una hora y media. Ya he aprendido a divertirme, riéndome de mí mismo… es decir, hablo, y hablo mal… pero no me hago drama y sigo… y a ellos les gusta que haga el esfuerzo. Luego les pregunto si me entendieron, y sí, me han entendido, y eso es lo importante. Sólo hay que tratar de rectificar lo que haya quedado muy confuso.

El catequista Filipo que está siempre conmigo, me capta la idea al vuelo… y siempre me traduce, se da cuenta de lo que quiero decir. Con los catequistas y la gente que se acercó, también pudimos hacer una procesión uno de esos días, y lo bueno también es eso, que ya se va haciendo costumbre, y de paso que los catequistas vean que en sus aldeas pueden hacer lo mismo.

02 Catequistas - procesion

En fin, que al terminar todos los trabajos de ayer y hoy con ellos, me esperaban los monaguillos para la reunión… y luego de eso les pedí ayuda para transportar ladrillos, cemento, arena, y agua a la cancha, ya que vamos a hacer una ermita de la Virgen, donde siempre jugamos con los chicos los domingos, en el oratorio. Se transformó en todo un espectáculo y diversión… hacer las filas para cargar los ladrillos a la camioneta, y luego hacer los 80 mts que nos separan del campito… Al escuchar los gritos, cantos, risas, bocinas, etc… ahí nomás se llenó de chicos y chicas, todos querían ayudar, y sobre todo, andar en la camioneta. Como ya el número era superior a 40… tuve que decirles que a la ida los varones y a la vuelta las mujeres. Increíble como se divierten con nada, es un espectáculo. Estaban muy contentos de hacer estas cosas. No se me ocurrió sacar fotos, porque estaba pendiente de que a ninguno le pase nada, y eran miles…

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Ushetu, 30 de mayo 2014.

Escribo entre medio de muchas actividades… todas muy lindas, y que me dan ganas de contarles en detalle. Pero en verdad que hoy es tarde, y mañana tengo que ir a una parroquia que queda a tres horas de viaje, porque se inaugura una casa parroquial, donde vivirán los sacerdotes, y el obispo quiere que vayan todos los sacerdotes. Yo voy con cinco personas de la parroquia, porque siempre hay que ir con un grupo de laicos.

aldea

Bueno, así en resumen, hoy luego de la adoración, rosario, misa (como todos los días). Desayuno y me fui a Uyogo a visitar enfermos. Pude ver a cinco, acompañado del catequista de allá, Joseph. Confesé a cuatro de ellos, y para llegar a una casa caminamos un poco por entre medio de los sembrados y pasamos por varias casas. Un paisaje hermoso… colinas, árboles de mangos, palmeras. Las casa de adobe, los techos de paja, las herramientas de trabajo, los animales sueltos dando vueltas. Las casas sencillísimas, de adobe, madera rustica, piso de barro… banquitos pequeños para sentarse. La gente agradecidísima de que vaya, y hasta se alegran más al ver que soy extranjero y ando por estos lugares, hasta llegar a sus casas. En una casa, un viejito me dice: “El trabajo del misionero es muy grande y difícil”. No me quedó más que decirle: “Sí, pero Dios nos da una alegría muy grande por poder hacerlo: mi yugo es suave y mi carga ligera”. Más contento se puso. El matrimonio se llama Andrés y María, y él trabaja de carpintero, con una mesa debajo de un árbol y todas herramientas muy caseras.

monaguillos

Por la tarde vino uno de los jóvenes mas buenos a pedirme que quería empezar a hacer dirección espiritual, y estuvimos hablando a la siesta. Luego vinieron los monaguillos a lavar su ropa de la misa, y trabajar en el patio de casa (me pongo con ellos para que no se gasten toda el agua…). Luego una reunión con los del coro, que duró dos horas. Y cuando terminábamos la reunión, vino lo mejor de todo, vinieron a pedir que fuéramos a ver un bebito que está muy enfermo y querían que lo bautice.

Uno de los monaguillos trabajando.

Allá salimos con Filipo. En medio de la noche cerrada. Fuimos caminando, y quedaba a 15 minutos. Espectaculares las estrellas, la noche fresca, sin viento. Se escuchaban los grillos, las voces que venían de las casas. Ellos viven como de campamento, porque cocinan con fuego y con eso se alumbran. Toda la familia junto al fuego, charlan, hasta que los niños se duermen. Se veían los fogones de las casas a medida que pasábamos. Llegamos a la casita… dos edificaciones de barro y techo de paja. Un fuego encendido y siete niños alrededor, con los cuadernos del colegio, leyendo a la luz del fuego, y charlando. Los grandes, tres de ellos, sentados aparte en pequeñas banquetas de madera. En una de las “casas”, había también un pequeño fuego encendido adentro, con un par de piedras, que debe hacer la función de cocina.

Hicimos todo con una paz enorme, alumbrados con la única linterna que había, la mía. El bebé tendría unos seis meses y se notaba que respiraba con dificultad. Lo bauticé, y le dí la confirmación y la unción de los enfermos. Luego charlamos un rato, le pusimos un escapulario, y les regalé un rosario para la casa. Muy agradecidos, y es impresionante la paz que se vivía.

Regresamos caminando con Filipo, pensando en que nos había tocado hacer una cosa tan importante, tanto que todos los males del mundo, las guerras, odios, y peleas no tienen comparación con los que fuimos a hacer a ésa casa metida en la sabana africana, en medio de la noche.

Como verán… cada día podría escribir y escribir. Pero tengo que dormir.

Un abrazo grande. ¡Firmes en la brecha!

P. Diego, IVE

Misionero del Instituto del Verbo Encarnado en Tanzania

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