ZENIT

El mundo visto desde Roma

Servicio diario - 29 de junio de 2014

La frase

“Así como aquel que los llamó es santo, también ustedes sean santos en toda su conducta, de acuerdo con lo que está escrito: Sean santos, porque yo soy santo.” (1Pe 1,15-16)
San Pedro

 


El papa Francisco

El Papa en el ángelus pide por Irak, que no sea desmembrado
Texto completo del Papa antes de la oración realizada ante miles de fieles en la plaza de san Pedro. Dios nos perdona y transforma nuestra oscuridad del pecado en un alba de luz

Solemne misa en el Vaticano por la fiesta de S. Pedro y S. Pablo
Imposición del palio a 24 obispos metropolitas. Presente la delegación ortodoxa enviada por Bartolomé I

El Señor repite hoy, a mí, a ustedes y a todos los Pastores: 'Sígueme'
Homilía del santo padre Francisco en la solemnidad de san Pedro y san Pablo. Nos sentimos interpelados por el ejemplo de san Pedro a verificar nuestra confianza en el Señor.

Iglesia y Religión

Roma: Legionarios de Cristo ordenan a 25 diáconos
Otros 5 han sido ordenados este domingo en México. Al final del 2014 serán ordenados 36 nuevos sacerdotes

Espiritualidad

San Pedro y san Pablo
«Columnas de la Iglesia. Heraldos de la Nueva Evangelización, el testimonio de estos dos grandes apóstoles continúa mostrando al mundo el poder de la gracia de Dios que nos transforma y convierte faro de luz para nuestros semejantes»


El papa Francisco


El Papa en el ángelus pide por Irak, que no sea desmembrado
Texto completo del Papa antes de la oración realizada ante miles de fieles en la plaza de san Pedro. Dios nos perdona y transforma nuestra oscuridad del pecado en un alba de luz

Por Redacción

CIUDAD DEL VATICANO, 29 de junio de 2014 (Zenit.org) - Después de la solemne misa por la fiesta de los apóstoles san Pedro y san Pablo, el papa Francisco desde su estudio en el Vaticano, que da hacia la plaza de San Pedro, rezó el ángelus junto a los miles de peregrinos allí presentes y les dirigió las siguientes palabras.

“Queridos hermanos y hermanas, buenos días.

Desde los tiempos antiguos la Iglesia de Roma celebra a los apóstoles Pedro y Pablo en una única fiesta, el mismo día, el 29 de junio. La fe en Jesucristo los ha vuelto hermanos y el martirio los ha hecho volverse una sola cosa. San Pedro y san Pablo, tan distintos entre ellos en el plano humano, fueron elegidos personalmente por el Señor Jesucristo y respondieron a su llamada ofreciendo toda su vida. En ambos la gracia de Cristo ha cumplido grandes cosas, los ha transformado: ¡Y cómo los ha transformado!

Simón había negado a Jesús en el momento dramático de la pasión; Saulo había perseguido duramente a los cristianos. Pero ambos acogieron el amor de Dios y se dejaron transformar por su misericordia. Así se volvieron apóstoles y amigos de Cristo. Por esto ambos siguen hablando a la Iglesia y aún hoy nos indican el camino de la salvación.

También a nosotros, que si por caso cayéramos en los pecados más graves y en la noche más oscura. Dios es siempre capaz de transformarnos como transformó a Pedro y Pablo, transformarnos el corazón y perdonarnos todo, transformando así nuestra oscuridad del pecado en un alba de luz. Porque Dios es así, nos perdona, nos transforma siempre como lo hizo con Pedro y como lo hizo con Pablo.

El libro de los Actos de los Apóstoles muestra muchos aspectos de su testimonio. Pedro por ejemplo nos enseña a mirar a los pobres com mirada de fe y a donarle a ellos lo más precioso que tenemos: la potencia en el nombre de Jesucristo. Esto ha hecho con aquel paralítico, le dio todo lo que tenía, a Jesús.

Sobre Pablo se cuenta tres veces el episodio del llamado en el camino de Damasco, que marca el cambio de su vida, marcando claramente un antes y después. Antes Pablo era un acérrimo enemigo de la Iglesia. Después pone toda su existencia al servicio del evangelio.

También para nosotros, el encuentro con la palabra de Cristo puede transformar completamente nuestra vida. No es posible escuchar esta Palabra, y quedarse quietos en el propio lugar, quedarse detenido en las propias costumbres. Esta nos lleva a vencer el egoísmo que tenemos en el corazón para seguir con decisión a aquel Maestro que ha dado la vida por sus amigos.

Porque es Él que con su palabra nos cambia, es Él que nos transforma, es Él que perdona todo si abrimos el corazón y pedimos perdón.

Queridos hermanos y hermanas, esta fiesta despierta en nosotros una gran alegría, porque nos pone delante de la obra de la misericordia de Dios en el corazón de dos hombres, es la obra de la misericordia de Dios, en estos dos hombres que eran grandes pecadores. Y Dios que quiere colmarnos también a nosotros con su gracia, como lo hizo con Pedro y Pablo.

Que la Virgen María nos ayude a acogerla como ellos, con corazón abierto, a no recibirla en vano. Y nos sostenga en la hora de la prueba, para dar testimonio de Jesús y de su Evangelio. Lo pedimos en particular hoy, para los arzobispos metropolitas que han sido nombrados en el último año, que esta mañana han celebrado conmigo la eucaristía en San Pedro. Los saludamos junto a sus fieles y familiares y rezamos por ellos".

Agelus Domini...

Después de rezar el ángelus el Papa indicó su preocupación “Las noticias que nos llegan desde Irak, son lamentablemente muy dolorosas. Me uno a los obispos del país y hago un llamado a los gobernantes para que a través del diálogo se pueda preservar la unidad nacional y evitar la guerra. Estoy cercano de las miles de familias, especialmente cristianas, que han tenido que dejar sus casas porque están en grave peligro. La violencia genera otra violencia; el diálogo es la única vía hacia la paz. Y rezó por esta intención un Ave María junto a los fieles y peregrinos.

Saludó también a los fieles de Roma en la fiesta de sus santos patronos, así como a los familiares de los arzobispos metropolitas que esta mañana recibieron el palio, así como a las delegaciones que les acompañaron.

Y también a los artistas “de tantas partes del mundo que han realizado esta 'infiorata'” (una gran alfombra con pétalos de flores a lo largo de cuatro cuadras. Y añadió: “Son buenos estos artistas de tantas partes del mundo que han realizado esta gran 'infiorata'” Y reiteró: “son buenos, felicitaciones”.

A continuación saludó a varios grupos de peregrinos entre los cuales los españoles de Cádiz, Elche de la Sierra y de Parla, Madrid, así como a los numerosos alfombristas que han participado en la gran muestra floral. 

Y concluyó pidiendo oraciones por él y con su ya famoso "Buona domenica" y "buon pranzo". 

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Solemne misa en el Vaticano por la fiesta de S. Pedro y S. Pablo
Imposición del palio a 24 obispos metropolitas. Presente la delegación ortodoxa enviada por Bartolomé I

Por H. Sergio Mora

CIUDAD DEL VATICANO, 29 de junio de 2014 (Zenit.org) - La celebridad de san Pedro y san Pablo, introducida desde los orígenes de la Iglesia y reunificada por Pablo VI en una misma fiesta como era originariamente, fue celebrada este domingo en Roma, en la basílica de San Pedro.

Estaba presente la delegación ortodoxa enviada por el patriarca Bartolomé I, y encabezada por su eminencia Ioannis (Zizioulas) metropolita de Pérgamo y co-presidente de la Comisión mixta internacional para el diálogo teológico entre la Iglesia católica y la Iglesia ortodoxa.

Cuando el papa Francisco ingresó a la basílica, el Coro Pontificio de la Capilla Sixtina junto al Coro Sinodal del Patriarcado de Moscú cantaron 'Tu es Petrus', y el Santo Padre al pasar delante del enviado Ioannis le saludó con un ceremonioso beso y abrazo.

La misa de la presente solemnidad se caracterizó por la imposición del palio, un ornamento introducido en el IV siglo, que se pone sobre los hombros y entorno al busto, que simboliza el yugo de Cristo, y la lana recuerda a la oveja perdida, y al pastor que al mismo tiempo es el Cordero de Dios.

Los dos corderos de cuya lana se tejerán los palios son criados por los monjes benedictinos. Las monjas del monasterio de Santa Cecilia los tienen en un segundo momento hasta cuando les tosan y con su lana los confeccionan.

El Santo Padre al inicio de la misa bendijo los palios que habían sido depositados a los pies de la tumba de san Pedro y los impuso uno a uno a los 24 obispos metropolitas, de los cuales 21 presentes. Entre ellos dos de Brasil, uno de Chile y uno de Costa Rica.

La famosa estatua de bronce de san Pedro, ubicada al lado derecho de la basílica, estaba vestida con una tiara y paramentos púrpura y dorado, colores también también usados aunque con paramentos más sobrios, por el Papa y los obispos.

En su homilía el Santo Padre citando el estribillo del salmo: «El Señor me libró de todos mis temores», indicó: “Aquí está el problema para nosotros, el del miedo y de los refugios pastorales.
 Nosotros -me pregunto- queridos hermanos obispos, ¿tenemos miedo?, ¿de qué tenemos miedo? Y si lo tenemos, ¿qué refugios buscamos en nuestra vida pastoral para estar seguros? ¿Buscamos tal vez el apoyo de los que tienen poder en este mundo? ¿O nos dejamos engañar por el orgullo que busca gratificaciones y reconocimientos, y allí nos parece estar a salvo? Queridos hermanos obispos, ¿dónde ponemos nuestra seguridad?”.

El papa Francisco añadió: “El Señor repite hoy, a mí, a ustedes y a todos los Pastores: «Sígueme»”. Y recordó que “nos sentimos interpelados por el ejemplo de san Pedro a verificar nuestra confianza en el Señor”.

Y concluyó recordando el mandato de Jesús: “Sígueme en la predicación del Evangelio. Sígueme en el testimonio de una vida que corresponda al don de la gracia del bautismo y la ordenación. Sígueme en el hablar de mí a aquellos con los que vives, día tras día, en el esfuerzo del trabajo, del diálogo y de la amistad. Sígueme en el anuncio del Evangelio a todos, especialmente a los últimos, para que a nadie le falte la Palabra de vida, que libera de todo miedo y da confianza en la fidelidad de Dios. ¡Tú sígueme!”.

Al concluir la santa misa, el papa Francisco invitó al metropolita ortodoxo y juntos bajaron a la cripta en donde se encuentra la tumba de san Pedro. Ambos oraron algunos instantes en silencio. Al salir nuevamente se intercambiaron un abrazo y beso de paz. El Santo Padre invitó nuevamente al enviado de la Iglesia ortodoxa, a salir juntos de la basílica, y en este tramo se detuvieron unos instantes delante de la imagen de bronce del apostol Pedro. 

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El Señor repite hoy, a mí, a ustedes y a todos los Pastores: 'Sígueme'
Homilía del santo padre Francisco en la solemnidad de san Pedro y san Pablo. Nos sentimos interpelados por el ejemplo de san Pedro a verificar nuestra confianza en el Señor.

Por Redacción

CIUDAD DEL VATICANO, 29 de junio de 2014 (Zenit.org) - El papa Francisco en la festividad de san Pedro y san Pablo, en la basílica de san Pedro en el Vaticano, en donde celebró la misa solemne e impuso el palio a obispos metropolitas, en su homilía dirigió las siguientes palabras: 

"En la solemnidad de los apóstoles san Pedro y san Pablo, patronos principales de Roma, acogemos con gozo y reconocimiento a la Delegación enviada por el Patriarca Ecuménico, el venerado y querido hermano Bartolomé, encabezada por el metropolita Ioannis.

Roguemos al Señor para que también esta visita refuerce nuestros lazos de fraternidad en el camino hacia la plena comunión, que tanto deseamos, entre las dos Iglesias hermanas.
 «El Señor ha enviado su ángel para librarme de las manos de Herodes». En los comienzos del servicio de Pedro en la comunidad cristiana de Jerusalén, había aún un gran temor a causa de la persecución de Herodes contra algunos miembros de la Iglesia.

Habían matado a Santiago, y ahora encarcelado a Pedro, para complacer a la gente. Mientras estaba en la cárcel y encadenado, oye la voz del ángel que le dice: «Date prisa, levántate... Ponte el cinturón y las sandalias... Envuélvete en el manto y sígueme». Las cadenas cayeron y la puerta de la prisión se abrió sola. Pedro se da cuenta de que el Señor lo «ha librado de las manos de Herodes»; se da cuenta de que Dios lo ha liberado del temor y de las cadenas. Sí, el Señor nos libera de todo miedo y de todas las cadenas, de manera que podamos ser verdaderamente libres.

La celebración litúrgica expresa bien esta realidad con las palabras del estribillo del Salmo responsorial: «El Señor me libró de todos mis temores».
 Aquí está el problema para nosotros, el del miedo y de los refugios pastorales.


Nosotros --me pregunto-- queridos hermanos obispos, ¿tenemos miedo?, ¿de qué tenemos miedo? Y si lo tenemos, ¿qué refugios buscamos en nuestra vida pastoral para estar seguros? ¿Buscamos tal vez el apoyo de los que tienen poder en este mundo? ¿O nos dejamos engañar por el orgullo que busca gratificaciones y reconocimientos, y allí nos parece estar a salvo? Queridos hermanos obispos, ¿dónde ponemos nuestra seguridad?


El testimonio del apóstol Pedro nos recuerda que nuestro verdadero refugio es la confianza en Dios: ella disipa todo temor y nos hace libres de toda esclavitud y de toda tentación mundana. Hoy, el Obispo de Roma y los demás obispos, especialmente los metropolitanos que han recibido el palio, nos sentimos interpelados por el ejemplo de san Pedro a verificar nuestra confianza en el Señor.


Pedro recobró su confianza cuando Jesús le dijo por tres veces: «Apacienta mis ovejas». Y, al mismo tiempo él, Simón, confesó por tres veces su amor por Jesús, reparando así su triple negación durante la pasión. Pedro siente todavía dentro de sí el resquemor de la herida de aquella decepción causada a su Señor en la noche de la traición. Ahora que él pregunta: «¿Me amas?». Pedro no confía en sí mismo y en sus propias fuerzas, sino en Jesús y en su divina misericordia: «Señor, tú conoces todo; tú sabes que te quiero».

Y aquí desaparece el miedo, la inseguridad, la pusilanimidad.
Pedro ha experimentado que la fidelidad de Dios es más grande que nuestras infidelidades y más fuerte que nuestras negaciones. Se da cuenta de que la fidelidad del Señor aparta nuestros temores y supera toda imaginación humana. También hoy, a nosotros, Jesús nos pregunta: «¿Me amas?».

Lo hace precisamente porque conoce nuestros miedos y fatigas. Pedro nos muestra el camino: fiarse de él, que 'sabe todo' de nosotros, no confiando en nuestra capacidad de serle fieles a él, sino en su fidelidad inquebrantable. Jesús nunca nos abandona, porque no puede negarse a sí mismo. Es fiel.

La fidelidad que Dios nos confirma incesantemente a nosotros, los Pastores, es la fuente de nuestra confianza y nuestra paz. La fidelidad del Señor para con nosotros mantiene encendido nuestro deseo de servirle y de servir a los hermanos en la caridad.
El amor de Jesús debe ser suficiente para Pedro. Él no debe ceder a la tentación de la curiosidad, de la envidia, como cuando, al ver a Juan cerca de allí, preguntó a Jesús: «Señor, y éste ¿qué?».

Pero Jesús a esta tentación le respondió: «¿A ti qué te importa? Tú, sígueme». Esta experiencia de Pedro es un mensaje importante también para nosotros, queridos hermanos arzobispos. El Señor repite hoy, a mí, a ustedes y a todos los Pastores: «Sígueme».

No pierdas tiempo en preguntas o chismes inútiles; no te entretengas en lo secundario, sino mira a lo esencial y sígueme. Sígueme a pesar de las dificultades. Sígueme en la predicación del Evangelio. Sígueme en el testimonio de una vida que corresponda al don de la gracia del bautismo y la ordenación.

Sígueme en el hablar de mí a aquellos con los que vives, día tras día, en el esfuerzo del trabajo, del diálogo y de la amistad. Sígueme en el anuncio del Evangelio a todos, especialmente a los últimos, para que a nadie le falte la Palabra de vida, que libera de todo miedo y da confianza en la fidelidad de Dios. ¡Tú sígueme!"

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Iglesia y Religión


Roma: Legionarios de Cristo ordenan a 25 diáconos
Otros 5 han sido ordenados este domingo en México. Al final del 2014 serán ordenados 36 nuevos sacerdotes

Por Redacción

ROMA, 29 de junio de 2014 (Zenit.org) - El secretario general de la gobernación de la Ciudad del Vaticano, Mons. Fernando Vérgez Alzaga, L.C. ordenó diáconos este domingo a 25 legionarios de Cristo la en la capilla del Centro de Estudios Superiores de la Legión de Cristo en Roma. 

Lo indicó un comunicado de la congregación en donde se precisa que concelebraron el padre Eduardo Robles-Gil, director general de los Legionarios de Cristo, el padre Hernán Jiménez, rector del teologado de los Legionarios de Cristo en Roma y Mons. Karel Kasteel, quien fue secretario el Pontificio Consejo Cor Unum.

De los 25 nuevos diáconos 2 provienen de Brasil, 3 de Colombia, 1 de España, 8 de Estados Unidos y 11 de México. La mayoría de ellos saldrá de Roma en los próximos días para dedicarse al trabajo pastoral. Algunos continuarán estudios de especialización en Roma.

Durante la homilía Mons. Vérgez agradeció la invitación a ordenar diáconos a estos hermanos y evocó su propia ordenación diaconal hace 45 años. Recordó que el ministerio del diácono consiste sobre todo en el servicio y la caridad, además del ministerio de la Palabra, a ejemplo de San Pablo. 

"Pedro y Pablo fueron grandes testigos del Evangelio porque eran grandes amigos de Cristo. Lo mismo vale para nosotros: sólo si renovamos cada día la amistad con Cristo, abriéndonos a su amor, podremos ser anunciadores convencidos y convincentes de la Palabra que salva", afirmó el obispo.

"La solemnidad de San Pedro y San Pablo que hoy celebramos nos invita a renovar nuestra adhesión incondicional al sucesor de Pedro, el Papa", indicó Mons. Vérgez. Y añadió que "el amor y la total adhesión al Santo Padre es uno de los principios fundamentales de la espiritualidad de la Legión y del Movimiento Regnum Christi».  

"Hace unos días --dijo Mons. Vérgez antes de concluir la celebración-- tuve ocasión de estar con el Santo Padre. Le dije que vendría a ordenar a estos hermanos y le pedí su bendición y sus oraciones. Él me pidió que les trajera su bendición y que les pidiera que rezaran por él. Y como signo de esta petición, a los pocos días me envió estos rosarios especialmente para cada uno de ustedes. Con ellos, recen por el Papa y acompáñenlo con la oración en todo momento". 

En la ceremonia estuvieron presente además de los legionarios que viven en Roma, algunos familiares llegados a esta ciudad desde diversas partes del mundo y amigos italianos de las parroquias en donde los diáconos han ejercido su apostolado durante el período de formación. Asistieron también algunos consagrados y consagradas del Regnum Christi. 

El diácono mexicano Alfonso Martínez, de Guadalajara, ha comentado que "La ordenación ha sido un verdadero don de Dios: ver a tantos hermanos que han dado su vida con generosidad ante el altar. Es un don de Dios para la Legión y toda la Iglesia. Todo esto se debe a la colaboración con Dios en nuestra formación, el apoyo de nuestros superiores y al testimonio de cada uno de mis hermanos de comunidad. Ojalá continuemos siendo fieles a nuestra vocación hasta la muerte".

Otro de los nuevos diáconos Mauricio Ruiz Aristizábal, de Colombia, que fue militar antes de entrar al seminario, comentó: "Desde hace años esperaba este momento. Hoy nos ponemos al servicio de los demás de una manera nueva, como Cristo, que no vino a ser servido sino a servir. ¡Cuánto tengo que agradecer al apoyo que siempre me han dado mis padres y mi familia en mi vocación! Pido a todos oraciones para que seamos fieles al regalo que hemos recibido".

Entre los diáconos ordenados hoy en Roma están Manuel Reyes Barbosa (Monterrey, México) que ejercía como arquitecto antes de entrar a la Legión de Cristo; Carlos Padilla (Querétaro, México), autor del libro «12 en la Cancha» (2013), y el estadounidense Randal Meissen, graduado de Rice University y autor de los libros "Living Miracles: The Spiritual Sons of John Paul The Great" (2011) y "Scholastic Latin: An intermediate course" (2012). 
Mons. Vérgez también le agradeción al padre Álvaro Corcuera, L.C., antiguo director general, quien se encuentra muy delicado de salud.

A estos 25 nuevos diáconos se suman cinco legionarios más que han sido ordenados recientemente en Hungría, Francia, Australia y Estados Unidos. El día de hoy se ordenan también en México los legionarios Sergio Salcido y Carlos Martínez Teuscher en Hermosillo, Sonora, México. En estos próximos días se tendrán ordenaciones diaconales de legionarios en Nueva Zelanda, Guatemala y Brasil. En diciembre de 2014, los nuevos diáconos serán ordenados sacerdotes. Se estima que la generación de 2014 esté compuesta por 36 nuevos sacerdotes legionarios de Cristo. 

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Espiritualidad


San Pedro y san Pablo
«Columnas de la Iglesia. Heraldos de la Nueva Evangelización, el testimonio de estos dos grandes apóstoles continúa mostrando al mundo el poder de la gracia de Dios que nos transforma y convierte faro de luz para nuestros semejantes»

Por Isabel Orellana Vilches

MADRID, 29 de junio de 2014 (Zenit.org) - No hay figuras más destacadas que estos apóstoles para ilustrar la fecha de hoy en un santoral. Los Santos Padres los han considerado dos columnas sobre las que descansa la Iglesia. Continúan interpelando al hombre de hoy, alumbrando a quien se propone unirse con la Santísima Trinidad.

Un océano de amor vería el Maestro en los ojos del humilde pescador de Betsaida para erigir sobre él la Iglesia. Tras la rudeza de sus manos y rostro curtidos en el mar apreciaría un tierno corazón refulgiendo en su mirada. Impetuoso, impulsivo, imprevisible e incluso contestatario cuando atendía a la escueta razón, y se le paralizaba el pulso al sospechar la pérdida de su Maestro por ignorar todavía el trasfondo mesiánico albergado en sus palabras, el apóstol era una piedra preciosa a la espera de ser tallada, un hombre de raza, pura pasión… Se ha tendido a subrayar la debilidad que Pedro mostró tras el prendimiento de Cristo, relegando a un segundo plano la globalidad de sus edificantes gestos que sostuvieron la Iglesia hasta derramar su sangre. Fue pronto en el seguimiento; se anticipó a la petición de lo que se considera legítimo, como es la familia. En ello se asemejaba al resto de los apóstoles, ciertamente, pero Cristo se fijó en él de forma especial. Al conocerle, le saludó por su nombre: «Tú eres Simón…» y le dio otro apelativo, el de Cefas. Todo un símbolo, una señal; le proporcionó nueva identidad y ésta incluía el cambio sustantivo para su vida. El llamamiento personal continúa teniendo este signo para nosotros; exige una transformación, como devela el evangelio que le sucedió a Pedro.

Él se aventuró a responder al Maestro en nombre de los apóstoles desde lo más hondo del corazón, de forma inspirada, rotunda. Había resonado en su interior la voz divina y lo reconoció como Mesías: una auténtica y explícita profesión de fe. Es obvio que no podemos confesar a Dios si no lo entrañamos. Por ese acto, Cristo lo denominó «bienaventurado», edificando sobre él su Iglesia al instante. Es verdad que vaciló y se dejó llevar por sus temores desoyendo la advertencia del Maestro, sin tomar conciencia de la fatalidad en la que incurriría; por eso no puso coto a tiempo a su flaqueza, sucumbió y lo negó. Pero de la radicalidad de su posterior respuesta, que vino envuelta en amargas lágrimas, se extraen incontables lecciones, teniendo como trasfondo la misericordia y el perdón divino. Toda debilidad, sea del orden que sea, es susceptible de modificación, porque contamos con la gracia para renacer día tras día.

Pedro protagonizó uno de los instantes más tiernos del evangelio, cuando Cristo le preguntó tres veces si le amaba. Con ese consuelo en su corazón aglutinó a los apóstoles, anunció la Palabra, sufrió cárcel, conmovió a las gentes sorprendidas de que un galileo hablase con tanta fuerza, afrontó las dificultades surgidas en las comunidades, hizo milagros…; en suma, amó hasta la saciedad. Estaba al frente de todos, junto a María, cuando recibieron el Espíritu Santo. Apresado durante la persecución de Nerón en el año 64, a punto de ser ajusticiado en la cruz, sintiéndose indigno de morir como Cristo, pidió que le crucificaran boca abajo.

A su vez, Pablo, el más grande misionero que ha existido sobre la faz de la tierra, es un ejemplo vivo de lo que significa el compromiso personal en el seguimiento de Cristo testificando la Palabra con independencia del humano sentir, del «temor» y del «temblor» que se pueda experimentar. No fue miembro de la primera comunidad, pero su admirable impronta apostólica nada tiene que envidiar a la de los Doce. Judío, originario de Tarso, nació entre los años 5-10 d.C. Formado bajo la tutela del prestigioso Gamaliel en Jerusalén, al conocer la existencia de los seguidores de Cristo, considerados como una secta, se propuso luchar contra ella descargando toda su fuerza.

Si su trayectoria anterior a la conversión fue la de un celoso defensor del ideal en el que creía, ese que le indujo a actuar fieramente, después de haber quedado cegado por la luz del Altísimo camino de Damasco, no le faltaron arrestos para anunciar el evangelio; en su pecho albergaba un volcán de pasión. Este infatigable apóstol de los gentiles, precursor de la Nueva Evangelización, nos enseña a difundir la Palabra a los alejados de la fe y no solo a los creyentes; hacerlo a tiempo y a destiempo en los paraninfos universitarios o en los suburbios, en ámbitos donde mora la increencia y en los que ya anida la fe. Nos insta a enriquecer los nuevos areópagos que las presentes circunstancias ofrecen. Él hubiera aprovechado convenientemente los actuales mass media: prensa, radio, televisión, Internet, redes sociales… Estos recursos puestos al alcance de un apóstol de su talla habrían dado la vuelta al mundo impregnados del amor de Dios.

Dio testimonio de su arrebatadora entrega a Cristo sin ocultar cuántas penalidades atravesó por Él: cárceles, azotes, naufragios, peligros constantes, hambre, sed, frío, falta de abrigo y de descanso, agresiones a manos de salteadores, etc. A todo ello hemos de estar dispuestos si de verdad queremos seguir a Cristo. Pablo pudo ponerse como ejemplo, con tanta modestia y libertad en el amor, porque ya no vivía en sí mismo; era Cristo quien estaba en él, de quien provenía su fuerza y su gloria; Él le confortaba. Viajó incansablemente, venció la resistencia de ciudades dominadas por la idolatría y de los que quisieron doblegarle, superó reticencias de sus propios hermanos, y convirtió a indecibles con su vida, palabra, milagros y prodigios. Ansiaba tanto llegar a la meta, que luchaba para que después de haberla predicado, no fueran otros los que la conquistaran quedándose rezagado en el camino. Libró perfectamente su combate, corrió hasta el fin, firme en la fe. Todo lo consideró basura con tal de ganar a Cristo, gastándose y desgastándose por Él. Constituye un ejemplo incuestionable para nuestra vida. Coronó la suya entregándola bajo el golpe de espada que le asestaron en la Vía del Mar hacia el año 67.

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