1.07.14

Caricias de Dios

A las 5:51 PM, por Jorge
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De vez en cuando hablo a mis feligreses de las caricias de Dios. Les digo que me impacta comprobar cómo en algunos momentos especialmente difíciles Dios nos consuela con sus caricias. Lo he comprobado con motivo del fallecimiento de mi madre. La muerte es inevitable, condición humana, y el dolor hondo, consecuencia del pecado. Pues bien, en este momento de dolor, he comprobado muchas veces cómo Dios se acerca y nos acaricia el alma para que lo podamos vivir con su consuelo.

Duro momento la muerte de la madre. Ruptura definitiva del cordón umbilical. Soledad. Mucho silencio.

En esta tarde, cuando recuerdo estos días, percibo con una claridad muy especial las caricias de Dios que no san permitido vivir el tránsito de mi madre con mucha paz. Quería compartir estas caricias con todos, simplemente para que en ellas quizá puedan descubrir cómo Dios les ha ido acariciando el corazón en tantas ocasiones aunque quizá no siempre seamos capaces de percibirlo.

Déjenme contarles cómo nos hemos sentido acariciados por Dios en estos días:

Quizá la primera caricia haya sido la misma vida de mi madre. Una vida excepcionalmente larga, casi cien años, fecunda en sus cuatro hijos, ocho nietos y trece bisnietos. Un buen esposo y unos hijos que, en palabras de ella, jamás le dimos un disgusto. Una vida además de fe profunda, fe que se entreteje de misa, rosario, vida sacramental, vida parroquial, colaboración con lo que se le pidiera. Lo mismo lavaba purificadores que custodiaba el archivo parroquial en las ausencias del párroco. Caricias de una vida de caridad, muy fecunda, que desconocíamos los mismos hijos y que estamos empezando a descubror.

Tierna la caricia de haberse ido en la solemnidad del Sagrado Corazón, a quien tenía especialísima devoción.

También he percibido como caricia de Dios el regalo de acoger su último suspiro, administrarle los sacramentos y despedir su alma de este mundo con una última absolución y la bendición apostólica. Qué gran privilegio para un hijo sacerdote.

Caricia de Dios es la cantidad de amigos que en estos días han estado con nosotros, en el pueblo, en su sepelio, pero también por todo el mundo ofreciendo misas y oraciones por su eterno descanso. Creo que en los cinco continentes hay gente rezando y ofreciendo la eucaristía por mi madre.

Hasta fue una caricia de Dios muy especial que una de sus nietas, religiosa, haya podido acompañarnos en estos días. Cosas que hace Dios.

¿Por qué cuento estas cosas? Porque sé que Dios, que conoce mejor que nosotros los misterios de la vida y de la muerte, y sabe el dolor tan agudo que nos produce la separación temporal, viene en esos momentos en nuestro auxilio, acaricia el alma, ayuda, ofrece su amor en mil gestos y hace que así el dolor quede fecundado por la esperanza.

En estos días estoy sintiendo con una enorme fuerza las caricias de Dios. Y quiero daros las gracias porque en gran medida esas caricias de Dios sois todos vosotros.

Todos sabemos lo que es el dolor en nuestra vida. Quizá nos falte descubrir cómo Dios en esos momentos se hace presente, acompaña nuestra vida y nos consuela con esas caricias especiales. Quizá es que nos falta reconocerlas. Quizá.