8.07.14

Un amigo de Lolo – De Quien todo lo creó y mantiene

A las 1:02 AM, por Eleuterio
Categorías : General, Un amigo de Lolo

Presentación

Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infringían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.

Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y tan franco.

De Quien todo lo creó y mantiene

“Creación: ‘Operación, Generosidad’ de Dios.”
Manuel Lozano Garrido, Lolo
Bien venido, amor (90)

Cuando decimos que Dios lo creó todo sabemos que es cierto y no dudamos de eso. Quien sí duda lo hace porque no comprende el poder del Todopoderoso e ignora (prefiere ignorar) que eso tiene consecuencias en su vida.

Dios creó y, como dicen las Sagradas Escrituras, descansó al séptimo día.

La Creación sabemos lo que ha resultado. No tenemos más que mirar a nuestro alrededor. Es más, no tenemos más que mirarnos a nosotros mismos, que somos resultado del Amor misericordioso del Padre y, además, imagen y semejanza suya en cuanto a lo que de bueno podemos tener y dar al prójimo.

Pero, en realidad, ¿por qué creó Dios?; es más, ¿cuál la causa principal de la Creación?

Como es de imaginar, eso no lo sabemos y me atrevo a decir que no nos importa lo más mínimo. Si los caminos de Dios son inescrutables lo son porque, precisamente, no deben (en tal sentido) ser escrutados. El Señor creó lo existente porque creyó que debía hacerlo y nosotros, a nosotros, lo que nos corresponde es agradecer tal intención primera del Todopoderoso. Y agradecerlo de verdad y no con la boca pequeña.

A tal respecto, los que nos consideramos hijos de Dios (¡y lo somos!, como dejó escrito San Juan en su Primera Epístola) nos basta con ver lo que somos y lo que a nuestro alrededor hay, decimos. Es más que suficiente si nos damos cuenta de que somos los que somos y como somos porque de algo existente (de aquel barro) sacó unas figuras de hombre a las que insufló su Espíritu. Y no hacen falta más circunloquios, siquiera, teológicos, para entender eso.

Hay personas, sin embargo, que están en la seguridad de que el día aquel en el que descansó el Creador no ha terminado nunca. Es como decir que creó, se alejó de su creación y… hasta hoy.

Nada está más alejado de la realidad.

Dios, por decirlo de forma que se entienda, tiene una Providencia que, como es de entender, todo lo tiene en cuenta. No creó y se echó a dormir o a descansar sino que, desde entonces, no ha dejado de estar con nosotros, creaturas salidas de su corazón santo y bueno.

El caso es que a lo largo de la historia de la humanidad Dios ha dado pruebas (si es que son necesarias para los incrédulos) de que está con nosotros.

Las dio dirigiendo su voz a Abrahám; las dio hablando a Moisés y entregándole, nada más y nada menos, que los ¡Diez Mandamientos!, normas dadas para procurarnos la felicidad; las dio, por último, al enviar a su Único Hijo (en cuanto engendrado y no creado) al mundo para el mismo no pereciese a causa de su miseria espiritual y se salvase.

Algunos pensarán que no son demasiadas pruebas. Sin embargo, quien así crea y tenga por bueno tiene un problema grave: la realidad de las cosas que, como suele decirse, es tozuda y es como es.

Dios creó porque quiso crear, como hemos dicho. Y Dios mantiene su creación para no desdecirse a sí mismo y, esencialmente, por cumplir, como siempre lo ha hecho, con su promesa de estar siempre con lo creado (“estaré con vosotros hasta el fin del mundo” dijo Dios hecho Hombre).

Es bien cierto que Dios está en todo lo creado pero también es más que cierto que lo creado no es Dios. No aceptamos tal panteísmo porque, sencillamente, aceptarlo sería como negar la omnipotencia de Dios y hacerle un flaco favor a nuestra naturaleza divina. Nosotros, que somos semejanza de Dios, no somos Dios. Dios es el Creador y nosotros sus criaturas.

Y eso, se mire como se mire, es más que suficiente. Otros ya quisieron ser más de lo que podían y acabaron sudando para obtener el pan de cada día y pariendo con dolor los hijos que traían al mundo.

Algo deberíamos haber aprendido de eso.

Eleuterio Fernández Guzmán