9.07.14

 

Nos decía en una ocasión un viejo mozo de una tienda de ultramarinos de esas de toda la vida, que no concebía que alguien le dijese que en la tienda no había trabajo. Porque, comentaba él, haya clientes o no, siempre hay cosas que hacer: colocar, reponer, ordenar, limpiar, poner precios, recoger, hacer pedidos, ajustar cuentas… Siempre algo que hacer.

Me he acordado hoy de aquél mozo porque esta mañana ha pasado por el despacho parroquial una persona y me ha dicho que nos aburriríamos en la parroquia en verano porque, claro, aparte las misas, en julio y agosto no hay nada que hacer… Sería altamente peligroso que cundiera esta mentalidad entre sacerdotes y fieles colaboradores. Como no hay nada que hacer, mantenemos las misas y ya está, a disfrutar de los veranos de la villa.

He respondido a esta persona que si es que en verano quedaba el barrio desierto. Porque sea enero, mayo, agosto o noviembre, hay gente que necesita confesarse, ir a misa, rezar, una palabra de consuelo, apoyo material también en momentos difíciles, consejo. Hay enfermos que justo en verano tienen menos visitas, ancianos aburridos, familias que no pueden salir de vacaciones. ¿Y me dicen que no hay nada que hacer?

Solo en lo material, el verano es tiempo más que propicio para una limpieza a fondo de los locales parroquiales, incluyendo tirar papeles, ordenar cosas, limpiar muebles, pequeñas reparaciones. También es momento para ordenar a fondo el despacho parroquial, revisar el archivo, guardar, tirar, clasificar, preparar cosas para el próximo curso, encargar material de oficina y papelería, poner al día la fotocopiadora. No digo nada si nos metemos en la sacristía y nos da por ordenar y hacer una limpieza a fondo.

Quizá incluso porque hay gente de vacaciones y con más tiempo, no es raro que aparezca alguien por el despacho con ganas de aprovechar que tiene tiempo, charlar y plantear algunas cosas. El caso es que se van pasando los días y te das cuenta de que es un no parar.

Hoy teníamos prevista una mañana de esas de no hacer nada. Pues a estas horas, ya pasado el mediodía, llevamos atendidos tres pedidos del economato, la comunión a dos enfermos, varias llamadas de teléfono, enviado el correo semanal, dos personas han pasado por el despacho para hablar, una de ellas con un serio problema material que hay que atender como sea. Ya se sabe que en la parroquia en verano no hay nada que hacer.

Da igual verano que invierno. La Palabra de Dios ha de predicarse a tiempo y a destiempo, los sacramentos no pueden faltar de la vida de la Iglesia, los pobres no pueden ser despachados, mucha gente necesita ser escuchada cuando sea y como sea. Por eso están las parroquias: para ser ese referente y esa tabla de salvación que nunca falla.

Es verdad que los curas, cansados de todo el curso, podríamos limitarnos a celebrar la misa diaria e incluso solo la dominical y justificarnos diciendo que la gente no viene. Craso error. Verano o invierno, venga la gente o no, la parroquia abierta, las misas a su hora, el despacho por si acaso. Vengan o no vengan. Que vienen.