9.07.14

Dos 'padres' no hacen una madre

A las 7:10 PM, por Juanjo Romero
Categorías : Homosexualismo (lobby gay), Familia

Matrimonio homosexual hijos

La semana pasada muchos medios de comunicación mostraban las imágenes que Lindsay Foster tomó en el nacimiento del hijo comprado por maternidad subrogada por parte de una pareja gay. El objetivo, en los días del «orgullo», era mostrar lo guay que era ser ‘padre’ gay. Pero el tiro les ha salido por la culata, porque de la serie fotográfica suelen mostrar principalmente sólo la zona central (la de blanco y negro) escondiendo a la madre. El análisis de Eugenia Roccella de este hecho es demoledor: el drama de la maternidad subrogada, del supuesto derecho a los hijos.

Lo traduzco (las negritas mías), es la visión de una política y periodista, feminista y defensora de los derechos de la mujer. A los 18 años forma parte del «movimiento de liberación de las mujeres», de las que llega a convertirse en su líder. Con el tiempo se da cuenta que la defensa de sus postulados lleva a la destrucción de la persona y evoluciona su manera de pensar y su compromiso político hacia posturas que defienden la dignidad de la mujer.

Dos padres no hacen una madre

La secuencia fotográfica en la que dos hombres, una pareja gay de Canadá, sostienen en brazos, un bebé aún manchado de líquido amniótico, ha dado la vuelta al mundo, publicada con titulares que apelan explícitamente a la emoción del lector.

La emoción está ahí, pero no es empática. Transmite una perturbación bastante indefinible que puede captar cualquier mujer que vea a los dos en la foto, que, sin camisa, toman al bebé piel con piel. En la toma ampliada, en el borde, se puede ver de perfil la expresión de una mujer perdida y sufriente; es la mujer que llevó al bebé en su vientre durante nueve meses, que acaba de dar a luz, y que, de inmediato, debe entregarlo según el contrato que ha firmado.

Se le pagó por ello, ha hecho su trabajo. En las siguientes fotos desaparece. Deja de ser una madre, es sólo una prestadora de servicios, al igual que la otra, la desconocida que ha proporcionado los ovocitos de pago; porque quien «encarga fabricar» un niño como un objeto para ser envasado, no quiere estar relacionado biológicamente con una sola mujer, prefiere que haya dos madres, una ‘genética’ (de la que se toman los ovocitos) y otra gestacional (a la que se le alquila el útero). Luego, por supuesto, a esas madres las hacen desaparecer, ya no habrá ninguna madre.

Las lágrimas del hombre que finalmente ha capturado al bebé en sus brazos son comprensibles, pero también terribles. No es la emoción de un padre testigo del parto, que ha agarrado la mano de su compañera, que ha vivido con ella el embarazo.

Hay un padre, pero que no puede ser una madre. La mujer está excluida, negada, apenas aparece en una sola imagen de la que se la borra para poder construir la gran ficción de una paternidad sin carne, sin sexo o relaciones naturales. Ese niño no podrá escuchar, arrullada por su madre, cerquita de su corazón, los latidos que le han acompañado en útero, un sonido habitual y reconfortante. No sentirá el olor de su madre, el dulce aroma de la suave piel y de la leche materna. Ese niño ha sido obtenido en el nuevo mercado de la fabricación de hijos, lo que implica procedimientos bien definidos:

  • catálogos en los que seleccionar a los llamados «donantes»
  • mediadores competentes
  • abogados
  • contratos
  • pagos
  • multas que deberán satisfacer si no se respeta el contrato

La foto tenía que promocionarse porque muestra que una pareja gay puede «tener» un hijo. Aunque, de hecho, muestra precisamente que no puede. Y sobre todo muestra que dos padres no son una madre.


 

Foto: Modificación del original de Lindsay Foster Photography