22.07.14

A Belén pastores

A las 9:18 PM, por Jorge
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Hemos comenzado el día con María, Isabel, Zacarías y Juan Bautista. Ain Karem, el pueblo del Bautista, hoy es un barrio de Jerusalén.

Cuesta la subidita a la iglesia de la Visitación. Llegar y encontrarte con el Magnificat en tantísimos idiomas te hace entrar en el saludo de las dos primas. Isabel que venera en María la encarnación. María que proclama la grandeza de Dios.

Más tarde, la iglesia del nacimiento de Juan. En esta ocasión, es el Benedictus el que cubre las paredes exteriores del santuario. La simpleza del lugar del nacimiento, marcado en el suelo, te conmueve. Y es que ese niño será grande, nada menos que el precursor.

Belén, campanas de Belén. Suerte de llegar a la iglesia de Santa Catalina justo unos minutos antes de comenzar la procesión de los católicos hacia el mismísimo lugar del nacimiento de Cristo, lo que nos ha permitido participar de la liturgia.

Triste la basílica de la Natividad en plena restauración. El lugar del nacimiento de Cristo, marcado por una preciosa estrella de plata, sigue igual. Todos nos hemos agachado para besar ese santo lugar.

Me gusta hacer que los peregrinos reparen en la minúscula puerta de entrada a la basílica: pequeña y bajita. La historia dice que era para evitar que se entrase a caballo en el lugar. La teología, para hacernos comprender que es necesario hacerse pequeño par entraren el misterio de la Natividad.

La misa ha sido muy especial porque la hemos celebrado en el campo de los pastores y nada menos que en el interior de un de las cuevas en las que los pastores guardaban el rebaño. Me gustan esos espacios naturales porque te llevan mucho mejor al misterio. Una cueva con el techo negro de humo de generaciones de pastores calentándose en las frías noches de Belén. En esa cueva, en julio, qué bien ha sonado el “Noche de paz” y también “Campana sobre campana” en la adoración del niño.

Muchos amigos y familiares nos preguntan por la situación de guerra y violencia que ahora sufre esta tierra. Hemos de decir que no notamos nada en el ambiente, tan nada que hemos entrado en Belén y salido sin que ni siquiera nos hayan pedido el pasaporte. Apenas sabemos nada, y más por lo que nos llega de España que por lo que aquí estemos observando. En cualquier caso un horror y cada día pedimos por la paz.