23.07.14

¿Por qué ya no tenemos hijos?

A las 1:45 PM, por Cartas al director
Categorías : Cartas al Director

Nuestra sociedad la europea en general y la española en concreto) tiene un GRAVE PROBLEMA demográfico. Ya hasta «la parejita» va a terminar siendo considerada como «familia numerosa»; y si no lo creen no hay más que ver nuestros parques donde los columpios infantiles son sustituidos por «columpios» para que la tercera edad haga gimnasia (cosa que me parece muy bien, pero es que vestir un santo no debe hacerse desvistiendo a otro)

¿Aceptamos esto como un problema o no?

Si somos de quienes piensan que «habemos demasiados en este mundo», estaremos contentos. Si no, si opinamos lo contrario, nos preguntaremos… ¿y qué se puede hacer al respecto?

Últimamente el Foro de la Familia planteó a nuestros gobernantes medidas que ciertamente ayudarían en el plano económico, a aquellos que tienen, o desean tener, varios hijos, y no se atreven por razones monetarias. Cosas que por sentido común ya deberían existir.

Muchas de ellas ya habían sido debatidas en varias ocasiones, y me llama poderosamente la atención como muchas veces son denigradas por las personas a quienes no van dirigidas. Hablan en términos de «abuso», «sopa-boba», «chollo»,… como si a lo que fuesen encaminadas es a que tener hijos se vuelva un «negocio».

A todos ellos yo les planteo lo siguiente…

• Aceptamos que existen ayudas directas para cosas tan necesarias como enfermos y desvalidos, y también para otras más innecesarias como subvenciones a películas, o eventos deportivos; que pagamos entre todos.

• Aceptamos que quien tiene un coche viejo y quiere comprarse uno nuevo (y por tanto puede pagarlo de su bolsillo) entre todos le costeamos un descuento al que llamamos «pive» alegando razones de «ecología y seguridad» (un buen mantra de hoy en día)

• Aceptamos que todos, debemos ayudar a que nuestros universitarios se pasen algunos años estudiando fuera (y ya les digo yo que ninguna familia pobre se puede plantear tener a su niño de erasmus, porque estas becas pagan únicamente una parte de los gastos) como si estudiar aquí ya no valiese.

• Aceptamos ayudas y deducciones varias a empresas, instituciones, oeneges… de toda índole, tanto si tienen un «fin social» (ejem, este es otro tema, ¿cuantos cobran su buen sueldo de estos fines?), como si se trata de una empresa con ánimo de lucro. De cuantías millonarias en ocasiones

¿Y por qué hacemos esto?. Porque socialmente hemos llegado a la conclusión de que a la larga, revierten en un mayor beneficio para la sociedad por múltiples cuestiones (dinamizan la economía, crean empleo, fomentan la cultura…)
Entonces… ¿Por qué muchos piensan que las medidas que ayudan la familia no son igualmente convenientes? …¿Y pensamos que, no sé, una ayuda universal por hijo a cargo es un abuso?

La verdad la única respuesta que se me ocurre es que a muchos ya no les gusta eso de «la familia», lugar por cierto donde la gran mayoría nos criamos. No hay más que ver ciertas series de tv que nos muestran un concepto de familia absurdo, como conjunto de personas individuales que viven bajo un mismo techo, cuando una familia es algo más. Es una unidad de vida común, donde cada uno cede algo de si mismo, y a la vez recibe el beneficio de todos los demás. Una pequeña sociedad, ya sea más grande o más pequeña.

Parece que solo ciertas minorías, gente que vive o trata de vivir, de manera diferente al «mundo» (ya sea por razones ideológicas, religiosas, o culturales…), se atreven a la valiente tarea de traer vástagos a este mundo y criarlos. El resto no para de repetir eso de «es que ahora no se puede». A todos ellos les recuerdo que la mayoría de nuestras madres, y no digamos abuelas, formaron sus familias en una época donde se comía peor que ahora, donde no existían pañales ni toallitas (todos los padres y madres entenderán a que me refiero), donde una lavadora era un lujo, donde muchos ni tan siquiera tenían luz ni agua corriente… y sin embargo lo hicieron.

Curiosamente, si analizamos este mundo, vemos que las sociedades «más desarrolladas» donde la vida se ha vuelto «más fácil» son las que precisamente han decidido no traer hijos a este mundo; sociedades todas ellas con unas raíces cristianas de las que hoy reniegan (Japón es la única excepción a la regla, pero hicieron falta una guerra mundial y dos bombas atómicas para cambiar la mentalidad de su país, cosa que espero jamás se vuelva a repetir).

Por eso la baja natalidad, no se trata únicamente de una cuestión económica. Hay algo más. Con eso de la «libertad individual», lo que hemos desarrollado es un «individualismo absoluto» (lo que siempre se llamó egoísmo, vamos). Y ciertamente para las mentes cortoplacistas que desean un consumismo voraz, en principio esto les puede beneficiar (una persona que vive sola y que gana un sueldo para él solito, evidentemente compra más chorradas). Pero a medio y largo plazo… ¿Quién va a consumir?¿Quienes harán que nuestros servicios funcionen?¿quién va a costear sus pensiones?…¿quién sostendrá esta sociedad?
Por eso no solo el dinero debe ser la respuesta a la crisis de la natalidad. Sino que debe ir acompañado de un cambio de mentalidad, de una conversión. Y por ello una vez más, los católicos, social e individualmente, si de verdad creemos que Dios actúa en nuestras vidas debemos dar ejemplo.

La cuestión es…¿lo creemos?¿o seguimos en el fondo los dictados de este mundo y en nuestro interior pensamos «y después de mí…el diluvio»?

Pablo Santos Rovira