ZENIT

El mundo visto desde Roma

Servicio diario - 27 de julio de 2014

LA FRASE DEL DOMINGO 27 DE JULIO

"Reflexiona sobre tus bendiciones presentes, de las que todo hombre posee muchas; no sobre tus pasadas penas, de las que todos tienen algunas". (Charles Dickens)

 


El papa Francisco

Francisco en el ángelus: el Evangelio te habla al corazón y te cambia la vida
Texto completo de las palabras del Papa en la oración del ángelus

El Papa pide de corazón poner fin a las guerras
El Santo Padre renueva su llamamiento a la paz en las zonas en conflicto y piensa en los niños a los que se les está quitando la esperanza de una vida digna

Francisco: los obispos debemos dar ejemplo de la unidad en la Iglesia
En la conversación con el clero de Caserta, el Papa habla de unidad entre obispos, religiosidad popular, indica cómo ser un sacerdote del tercer milenio y explica los fundamentos del sacerdote diocesano

La medalla del Sagrado Corazón que el Papa lleva siempre consigo
En una entrevista con la revista argentina 'Viva', Francisco recuerda a la empleada doméstica que trabajaba en la casa de su familia. Días antes de morir, la mujer le regaló la medalla que lleva puesta desde entonces

Rome Reports

Piden más recursos para luchar contra el Ébola y evitar contagios (Vídeo)
Ocho enfermeras de un hospital en Sierra Leona se han infectado

País del Caribe lanza sellos de la visita de Isabel II al Papa Francisco (Vídeo)
San Vicente y Bolivia popularizan los sellos con imágenes del Papa

La historia escondida de Roma, al descubierto (Vídeo)
Una exposición redescubre el rastro florentino en la Ciudad Eterna

SANTOS Y BEATOS: EPOPEYAS DE AMOR. EJEMPLO DEL DÍA

Beata Marí­a Magdalena Martinengo
«Aristócrata, de espléndida belleza y frágil salud, probó su amor a Dios abrazada a heroicas penitencias. Fue agraciada con numerosos bienes espirituales y dones diversos»


El papa Francisco


Francisco en el ángelus: el Evangelio te habla al corazón y te cambia la vida
Texto completo de las palabras del Papa en la oración del ángelus

Por Redacción

CIUDAD DEL VATICANO, 27 de julio de 2014 (Zenit.org) - El santo padre Francisco se ha asomado a la ventana del estudio del Palacio Apostólico Vaticano, como cada domingo, para rezar el ángelus con los fieles y los peregrinos venidos a la plaza de San Pedro.

Estas son las palabras del Papa antes de la oración mariana:

Queridos hermanos y hermanas, buenos días.

las breves semejanzas propuestas por la liturgia de hoy son la conclusión del capítulo del Evangelio de Mateo dedicado a las parábolas de Reino de Dios. Entre estas hay dos pequeñas obras maestras: la parábola del tesoro escondido en el campo y la de la perla de gran valor. Éstas nos dicen que el descubrimiento del Reino de Dios puede llegar de repente como al campesino que arando, encuentra el tesoro inesperado; o después de una larga búsqueda, como para el comerciante de perlas, que finalmente encontró la perla preciosa soñada durante mucho tiempo. Pero en los dos casos queda el dato primario que el tesoro y la perla valen más que los otros bienes, y por tanto, el campesino y el comerciante, cuando lo encuentran, renuncian a todo lo demás para poder conseguirlo. No necesitan hacer razonamientos, pensar, reflexionar: se dan cuenta en seguida del valor incomparable de lo que han encontrado, y están dispuestos a perder todo para tenerlo.

Así es el Reino de Dios: quien lo encuentra no tiene dudas, siente que es lo que buscaba, que esperaba y que responde a sus aspiraciones más auténticas. Y es realmente así: quien conoce a Jesús, quien lo encuentra personalmente, se queda fascinado, atraído por tanta bondad, tanta verdad, tanta belleza, y todo en una gran humildad y sencillez. Buscar a Jesús, encontrar a Jesús. Este es el gran tesoro. Cuántas personas, cuántos santas y santos, leyendo a corazón abierto el Evangelio, han sido tan tocados por Jesús, que se han convertido a Él. Pensemos en san Francisco de Asís: él era ya un cristiano, pero de "agua de rosas". Cuando lee el Evangelio, en un momento decisivo de su juventud, encontró a Jesús y descubrió el Reino de Dios, y entonces todos sus sueños de gloria terrena se desvanecieron. El Evangelio te hace conocer a Jesús verdadero, te hace conocer a Jesús vivo; te habla al corazón y te cambia la vida. Y entonces sí, dejas todo. Puedes cambiar efectivamente el tipo de vida, o continuar a hacer lo que hacías antes pero tú eres otro, has renacido: has encontrado lo que da sentido, sabor, luz a todo, también a las fatigas, también a los sufrimientos, también a la muerte. Leer el Evangelio, leer el Evangelio. Lo hemos hablado, ¿lo recordáis? Cada día leer un fragmento del Evangelio. Y también llevar un pequeño Evangelio con nosotros, en el bolsillo, en el bolso, es decir, a mano. Y allí, leyendo un fragmento, encontraremos a Jesús.

Todo adquiere sentido cuando encuentras este tesoro, que Jesús llama "el Reino de Dios", es decir, Dios que reina en tu vida, en nuestra vida; Dios que es amor, paz y alegría en cada hombre y en todos los hombres. Esto es lo que Dios quiere, es por lo que Jesús se ha donado a sí mismo hasta morir en la cruz, para liberarnos del poder de las tinieblas y llevarnos al reino de la vida, de la belleza, la bondad, la alegría. Leer el Evangelio es encontrar a Jesús y tener esta alegría cristiana que es un don del Espíritu Santo.

Queridos hermanos y hermanas, la alegría de haber encontrado el tesoro del Reino de Dios transpira, se ve. El cristiano no pude esconder su fe, porque transpira en cada palabra, en cada gesto, también en los más sencillos y cotidianos: transpira el amor que Dios nos ha donado mediante Jesús. Recemos, por intercesión de la Virgen María, para que venga a nosotros y en el mundo entero su Reino de amor, de justicia y de paz.

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El Papa pide de corazón poner fin a las guerras
El Santo Padre renueva su llamamiento a la paz en las zonas en conflicto y piensa en los niños a los que se les está quitando la esperanza de una vida digna

Por Redacción

CIUDAD DEL VATICANO, 27 de julio de 2014 (Zenit.org) - El papa Francisco ha renovado este domingo su llamamiento a la paz, teniendo especialmente presente Oriente Medio, Irak y Ucrania. Lo ha hecho al finalizar la oración del ángelus desde la ventana del Palacio Apostólico.

Publicamos a continuación las palabras del Santo Padre después de la oración mariana:

Queridos hermanos y hermanas,

mañana se cumple el centésimo aniversario del inicio de la Primera Guerra Mundial, que causó millones de víctimas e inmensas destrucciones. Tal conflicto, que el papa Benedicto XV definió como una "masacre inútil", terminó, después de cuatro largos años, en una paz más frágil. Mañana será un día de luto en el recuerdo de este drama. Mientras recordamos este trágico evento, deseo que no repitan más errores del pasado, sino que se tengan presentes las lecciones de la historia, haciendo siempre prevalecer las razones de la paz mediante un diálogo paciente y valiente.

En particular, hoy mi pensamiento va a tres zonas en crisis: la medioriental, la iraquí y la ucraniana. Os pido que continuéis uniéndoos a mi oración para que el Señor conceda a la población y a las autoridades de esas zonas la sabiduría y la fuerza necesarias para poder llevar adelante con determinación el camino de la paz, afrontando cualquier disputa con la tenacidad del diálogo y de la negociación y con la fuerza de la reconciliación. Que en el centro de cada decisión no se pongan los intereses particulares, sino el bien común y el respeto de cada persona.

Recordamos que todo se pierde con la guerra y nada se pierde con la paz. Hermanos y hermanas: nunca la guerra, nunca la guerra. Pienso sobre todo en los niños, a los que se les quita la esperanza de una vida digna, un futuro, niños muertos, niños heridos, niños mutilados, niños huérfanos, niños que sus juguetes son residuos bélicos, niños que no saben reír. Parad, por favor, lo pido de todo corazón. Es la hora de pararse. Parad por favor.

Dirijo un cordial saludo a todos vosotros, peregrinos procedentes de Italia y de otros países.  Saludo al grupo de brasileños, las parroquias de la diócesis de Cartagena (España), los scouts de Gavião (Portugal), los jóvenes de Madrid, Asidonia-Jerez (España) y los de Monteolimpino (Como), los monaguillos de Conselve y Ronchi Casalserugo, los lupetti de Catania y los fieles de Acerra.

A todos os deseo feliz domingo, no os olvidéis de rezar por mí. Buen almuerzo. ¡Hasta la vista!

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Francisco: los obispos debemos dar ejemplo de la unidad en la Iglesia
En la conversación con el clero de Caserta, el Papa habla de unidad entre obispos, religiosidad popular, indica cómo ser un sacerdote del tercer milenio y explica los fundamentos del sacerdote diocesano

Por Rocío Lancho García

CIUDAD DEL VATICANO, 27 de julio de 2014 (Zenit.org) - Francisco visitó este sábado, 26 de julio, la ciudad italiana de Caserta, y antes de celebrar la eucaristía en la plaza acompañado por una gran multitud de fieles, tuvo ocasión de reunirse con los sacerdotes de la diócesis. A ellos les reconoción que se sentía un poco "culpable" por haber creado tantos problemas en el día de la fiesta patronal. "Yo no lo sabía. Y cuando llamé al obispo para decirle que quería venir a hacer una visita privada, aquí, a un amigo, el pastor Traettino, él me dijo: '¡Ah, justo el día de la fiesta patronal!' Y en seguida pensé: 'Al día siguiente aparecerá en todos los periódicos: en la fiesta patronal de Caserta el Papa ha ido a ver a los protestantes'. Bonito título ¿eh? Y así lo hemos preparado, un poco deprisa, pero, me ha ayudado mucho el obispo, y también la gente de la Secretaria de Estado. He dicho al sustituto, cuando le he llamado: 'Pero, por favor, quítame la cuerda del cuello'. Y lo ha hecho bien".

En el encuentro que mantuvo con los sacerdotes, el Santo Padre respondió a cuatro preguntas que le hicieron los allí presentes. El Pontífice habló sobre la importancia de la unidad entre los obispos, sobre la piedad popular, dio las claves para ser un sacerdote del tercer milenio y cómo vivir como sacerdote diocesano.

El primero en preguntar fue el vicario general de Caserta, quien reconoció el bien que el Santo Padre está haciendo con sus palabras en relación a la conversión espiritual, íntima y personal. Pero, el vicario le pidió una intervención sobre cuestiones más prácticas. De este modo, el vicario explicó que la diócesis de Caserta tiene "fronteras absurdas", municipios que están divididos a mitad con otras diócesis. Por eso, el vicario pregunta cómo se pueden poner de acuerdo los obispos para resolver estas situaciones.

Francisco explicó que los obispos no pueden hablar mal unos de otros, porque "esto rompe precisamente la unidad de la Iglesia. Esto no es de Dios". Y añade "nosotros, los obispos, debemos dar el ejemplo de la unidad que Jesús ha pedido al Padre para la Iglesia". Por esto, el Papa propone "decir las cosas a la cara". Yo prefiero -ha manifestado el Santo Padre- que se griten cuatro cosas de esas fuertes y después se abracen y no que se hable a escondidas uno de otro. En la unidad de la Iglesia es importante la unidad entre los obispos, afirmó. El Pontífice puso como ejemplo otra diócesis -no italiana- en la que se rehicieron los límites por la ubicación del tesoro de la catedral y están en conflicto en los tribunales desde hace más de 40 años. "Por dinero: ¡esto no se entiende! ¡Es aquí donde el diablo festeja! Es él quien gana", advirtió. Finalmente, el Papa observó que el Espíritu Santo ha querido que en la Iglesia haya variedad de carismas, "unidad en la diversidad de cada uno, sin que ninguno pierda la propia personalidad", subrayó.

La siguiente pregunta, realizada por un párroco, fue sobre la piedad popular. "¿Qué sugerencia puede darnos para una pastoral que sin mortificar la piedad popular, pueda relanzar el primado del Evangelio?" Y para hablar de piedad popular, Francisco mencionó lo que Pablo VI describía en Evangelii Nuntiandi, donde decía que a veces la piedad popular debe ser también evangelizada.

La verdadera piedad popular -afirmó el Papa- nace de ese sensus fidei del que habla este documento conciliar y guía en la devoción de los santos, de la Virgen, también con expresiones folklóricas en el buen sentido de la palabra. A propósito, Francisco hizo referencia a los jóvenes. "Los jóvenes realmente quieren este protagonismo misionero y aprenden de aquí a vivir una forma de piedad que se puede también decir piedad popular: el apostolado misionero de los jóvenes tiene algo de la piedad popular", afirmó. Por otro lado, el Pontífice observó que los confesionarios de los Santuarios "son un lugar de renovación para nosotros, sacerdotes y obispos. Son un curso de actualización espiritual, por el contacto con la piedad popular".

En una tercera pregunta, Francisco propone caminos, fantasiosos y creativos para los sacerdotes del tercer milenio. Para ser creativos no hay otro camino que la oración, afirmó el Papa. "Un obispo que no reza, un sacerdote que no reza, ha cerrado la puerta, ha cerrado la puerta de la creatividad. Es precisamente en la oración cuando el Espíritu te hace sentir una cosa, viene el diablo y te hace sentir otra; pero en la oración está la condición para ir adelante", explicó. La Iglesia sin oración se convierte en una ONG, advirtió el Santo Padre. Del mismo modo, reconoció que muchas veces la creatividad te lleva a la cruz, pero "cuando viene de la oración, da fruto". Y así, el Papa recordó que es importante la doble trascendencia: hacia Dios y hacia el prójimo.

Y junto con la creatividad y la trascendencia, Francisco habló de la cercanía. "No asustarse de nada. Ser cercano. El hombre de Dios no se asusta", subrayó. Y esta cercanía, observó, "se trata de cercanía a una cultura, cercanía a las personas, a su forma de pensar, a sus dolores, a sus resentimientos". Y junto a estas recomendaciones, el Pontífice habló de diálogo: "para dialogar son necesarias dos cosas: la propia identidad como punto de partida y la empatía con los otros". De este modo, habló también del proselitismo haciendo referencia a las palabras del papa Benedicto XVI: "la Iglesia no crece por proselitismo, sino por atracción". Esta atracción -añadió el Papa- es esta empatía humana que después es guiada por el Espíritu Santo.

Por tanto, quiso resumir Francisco, el perfil del sacerdote de este siglo tan secularizado es "un hombre de creatividad, que sigue el mandamiento de Dios -'crear las cosas'-, un hombre de transcendencia, tanto con Dios en la oración, como con los otros, siempre: un hombre de cercanía que se acerca a la gente. Alejar a la gente no es sacerdotal y de esta actitud la gente a veces se cansa, y aún así viene igualmente donde nosotros. Pero quien acoge a la gente y está cerca de ellos, dialoga con ellos, lo hace porque se siente seguro de la propia identidad, que lo empuja a tener un corazón abierto a la empatía".

La última pregunta para el Obispo de Roma fue sobre cuál es "el fundamento de una espiritualidad del sacerdote diocesano". Al respecto, el Santo Padre explicó que el sacerdote debe tener contemplación, una capacidad de contemplación tanto hacia Dios como hacia los hombres. Pero, especifica, el centro de la espiritualidad del sacerdote diocesano está en la "diocesanidad". La espiritualidad de un religioso es la capacidad de abrirse a los otros en la comunidad. Sin embargo, la espiritualidad del sacerdote diocesano es abrirse a la diocesanidad. A propósito, Francisco añadió "y vosotros -religiosos que trabajáis en parroquia tenéis que hacer las dos cosas, por esto el dicasterio de obispos y el dicasterio de la vida consagrada están trabajando en una nueva versión de la Mutuae relationes, porque el religioso tiene las dos pertenencias".

Volviendo a la diocesanidad, el Santo Padre indicó que significa tener "relación con el obispo y relación con los otros sacerdotes". La relación con el obispo es importante, es necesaria. Un sacerdote diocesano no puede estar desligado del obispo, observó el Papa.

Algo que no es fácil, reconoció Francisco. "Ponerse de acuerdo con el obispo no siempre es fácil, porque uno piensa de una manera, otro piensa de otra, ¡pero se puede discutir... y que se discuta! ¿Y se puede hacer con voz fuerte? ¡Que se haga! Cuántas veces un hijo discute con su padre y al final permanecen siempre padre e hijo", explicó el Papa. Asimismo, pidió tener la humildad de aceptar una corrección.

El enemigo de estas dos relaciones son los chismorreos. "Los chismorreos son el enemigo más fuerte de la diocesanidad, es decir, de la espiritualidad", advirtió.

Por otro lado, indicó que la alegría es el signo de que estas dos relaciones van bien. Y añadió: "así como la amargura es el signo de que no hay una verdadera espiritualidad diocesana". "Uno puede enfadarse, es también sano enfadarse una vez. Pero el estado de enfado no es del Señor y lleva a la tristeza y a la discusión", concluyó el  Santo Padre.

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La medalla del Sagrado Corazón que el Papa lleva siempre consigo
En una entrevista con la revista argentina 'Viva', Francisco recuerda a la empleada doméstica que trabajaba en la casa de su familia. Días antes de morir, la mujer le regaló la medalla que lleva puesta desde entonces

Por Rocío Lancho García

CIUDAD DEL VATICANO, 27 de julio de 2014 (Zenit.org) - El santo padre Francisco reveló en una audiencia con los párrocos de Roma, que hace muchos años tomó del ataúd donde reposaba un amigo sacerdote argentino la cruz del rosario que tenía en sus manos. Desde entonces, Bergoglio la lleva siempre consigo. Junto a esta cruz, ahora sabemos que el Santo Padre también lleva siempre encima una medalla del Sagrado Corazón que le dio la señora que trabajaba con su familia cuando él era un niño.

En una entrevista publicada este domingo, 27 de julio, en la revista argentina 'Viva', Francisco recuerda la historia de esta mujer y porqué tiene mucho cariño a las empleadas domésticas. "Era una señora que ayudaba a mi mamá a lavar la ropa, cuando no había lavarropas, con la tabla, a mano. Éramos cinco nosotros, mamá sola, y esta señora venía tres veces por semana a ayudarla. Era una mujer de Sicilia que había emigrado a la Argentina con dos hijos, viuda, después de que su marido muriera en la guerra. Llegó con lo puesto, pero trabajó y sostuvo a su hogar".

Cuando él tenía 10 años dejó de verla porque sus padres se mudaron. Mucho tiempo después, cuando Bergoglio ya era un sacerdote, se la volvió a encontrar. "Siempre pedí la gracia de volver a encontrarla, porque, mientras lavaba, nos enseñaba mucho, nos hablaba de la guerra, de cómo cultivaban en Sicilia", recuerda el Papa. Cuando volvió a encontrarla de nuevo, ella tenía más de 80 años y Bergoglio la acompañó 10 años hasta su muerte. Pocos días antes de morir, "se sacó esta medalla y me dijo: ‘Quiero que la llevés vos’, y todas las noches cuando me la saco y la beso, y todas las mañanas cuando me la pongo, la imagen de esa mujer me aparece. Era una anónima, nadie la conocía, pero se llamaba Concepción María Minuto. Murió feliz, con una sonrisa, con la dignidad de quien trabajó", recuerda el Santo Padre en la entrevista.

Narrando esta historia, Francisco explica porqué tiene "mucho cariño a la mujer que ayuda, a las empleadas domésticas, que tienen que tener todos los derechos sociales, todos. Es un trabajo como cualquiera, no debe ser objeto de explotación ni maltrato". Y haciendo memoria de las palabras que dijo hace un mes en el ángelus sobre las mujeres que trabajan en el hogar, indica, "no estaba en el ángelus original, me salió del corazón".

Aquel domingo, desde la ventana del Palacio Apostólico Vaticano, el Santo Padre tuvo presente a las "domésticas y asistentes, que provienen de tantas partes del mundo y prestan un servicio valioso en las familias" a pesar de que "muchas veces no valoramos con justicia el grande y hermoso trabajo que realizan".

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Rome Reports


Piden más recursos para luchar contra el Ébola y evitar contagios (Vídeo)
Ocho enfermeras de un hospital en Sierra Leona se han infectado

Por Redacción

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País del Caribe lanza sellos de la visita de Isabel II al Papa Francisco (Vídeo)
San Vicente y Bolivia popularizan los sellos con imágenes del Papa

Por Redacción

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La historia escondida de Roma, al descubierto (Vídeo)
Una exposición redescubre el rastro florentino en la Ciudad Eterna

Por Redacción

ROMA, 27 de julio de 2014 (Zenit.org) -
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SANTOS Y BEATOS: EPOPEYAS DE AMOR. EJEMPLO DEL DÍA


Beata Marí­a Magdalena Martinengo
«Aristócrata, de espléndida belleza y frágil salud, probó su amor a Dios abrazada a heroicas penitencias. Fue agraciada con numerosos bienes espirituales y dones diversos»

Por Isabel Orellana Vilches

MADRID, 27 de julio de 2014 (Zenit.org) - Natural de Brescia, Italia, donde vio la luz en 1687, la vida de esta aristócrata –era condesa– rebate la idea de que la fragilidad está reñida con la fortaleza, argumento insostenible cuando Dios está por medio. Fue una de las más grandes ascetas que se conocen, rayando sus penitencias, si pudiera expresarse así, en lo supra-heroico. Y eso que nació con una naturaleza tan frágil que nadie pensó que iba a sobrevivir. Menos aún cuando su madre, la condesa de Secchi de Aragón, no logró hacerlo; sucumbió tras el parto. Tal era la gravedad de la niña que hasta fue bautizada con urgencia temiendo que no pudiera recibir este sacramento. Durante varios meses Francisco Leopardo Martinengo, conde de Barco, feliz por acoger a la niña en una familia que contaba ya con dos varones,y siendo viudo, vivió con zozobra por la salud de la pequeña que estuvo más cerca de la muerte que de la vida.Después, Margarita, que ese fue su nombre de pila, creció atada a los médicos.

Su porte distinguido, suma de genes y de la clase privilegiada a la que pertenecía, le jugó una mala pasada a la edad de 5 años. Y es que una vez se sintió admirada por las numerosas personas que se hallaban en su palacio cuando desfiló ataviada con un espléndido vestido. Este hecho sin relevancia para otras personas, no lo fue para ella; quiso purgar su desliz vanidoso toda la vida. También reconoció su afición por lecturas que no le hacían ningún bien. El día de su primera comunión, en el que tanto soñó porque anhelaba recibir a Cristo, había pasado por la angustia de ver cómo la Sagrada Forma se caía al suelo. De ese momento, que debió dejarle una huella indeleble, le quedó una impresión que solía aparecer cada vez que iba a recibirla: «un frío mortal invadía no solo su alma, sino también todo su cuerpo».

A los 13 años consagró privadamente su virginidad. A los 18 años era una joven hermosa, elegante, y muy inteligente que había sido educada por una ursulina. Completó su formación en el monasterio de Santa María de los Ángeles donde residían dos tías suyas. Entonces iba ascendiendo la escala de los místicos, llevada por un amor de tal envergadura que todo se le hacía poco para purificar las debilidades que apreciaba en sí misma, lo cual le provocaba gran aflicción. Con sus antecedentes y apariencia nadie podía imaginar que desde hacía tiempo se mortificaba con disciplinas, ayunos, cilicios y todo lo que se le ocurría para asemejarse más a Cristo Redentor. Llevaba una vida de intensa piedad. Era generosísima, socorría a los pobres, y estaba seducida por la vida de los santos que leía. Pero su padre no pensó ni por asomo que esa hija, a la que protegía en extremo, le plantearía su ingreso en el convento. Cuando lo hizo, ideó todas las formas posibles para disuadirla. En su empeño le ayudaron los hermanos y hasta las tías de Margarita. Consideraban que, en todo caso, le convendría un buen matrimonio. ¿Cómo podría sobrevivir en un monasterio alguien que tenía tan mala salud? Estos eran sus argumentos. Pero Margarita se empeñó y libró una lucha sin cuartel, de la que salió vencedora.

En 1705, a sus 18 años, se integró en la comunidad de capuchinas de Brescia, no tanto por elección propia, ya que habría pensado en otro Instituto, como por considerar que abrazándose a ese carisma cumplía la voluntad de Dios. Y ahí se inició su particular calvario, que duró treinta años. Le dieron el nombre de Magdalena. Y tanto la superiora como la maestra de novicias y hasta la última de las religiosas la maltrataron, como hoy se diría, psicológicamente, no solo con humillaciones, sino sembrando por doquier recelos y desconfianzas hacia ella. Alguna pensó, y así lo manifestó, que su presencia en el convento hundiría a la Orden; siempre el juicio humano en las antípodas del divino. El día de la convocatoria en la que todas debían manifestar su juicio respecto a su permanencia en el convento, se suponía que el resultado de la votación secreta sería su expulsión. Sin embargo, la unanimidad para que se quedase entre ellas fue inequívoca. Al parecer, en el momento de manifestar su juicio muchas se sintieron íntimamente movidas a modificar el voto negativo en el que inicialmente pensaron.

Mientras, Margarita continuó con su vida de penitencia, siempre in crescendo, ante el asombro de confesores, quienes tampoco la comprendían, y el desprecio y toda clase de agravios de la abadesa y del resto de las hermanas. Fue cocinera, portera, y más adelante maestra de novicias en tres ocasiones. Ella misma, y aunque no lo deseaba, fue elegida abadesa. Sus mortificaciones severísimas respondían a su ferviente petición de que Cristo no le ahorrase ningún suplicio. Y junto a tantos instantes cotidianos en los que debía vencerse, añadía otras mortificaciones para no vivir ni un minuto sin padecer por Él.

Sufrió acuciantes tentaciones. Tal fue su angustia en algunos momentos que llegó a rozar el paroxismo en su desesperación: «casi deseaba matarme para ir más pronto al infierno». Pasó por encima de las falsas acusaciones y la soledad a la que fue condenada temporalmente impidiéndole comentar asuntos espirituales con las novicias. Lo superó todo con la gracia divina; salía fortalecida en las tribulaciones. Resumía su anhelo de sufrir por Cristo, diciendo: «Si no hubiera tenido las penas corporales para refrigerar o calmar el ardor del amor a Dios, me hubiera sido imposible soportarlo». Vivía siempre con heroica caridad, fiel al carisma franciscano. Fue agraciada con numerosos bienes espirituales y dones diversos. Al final, contando ya con el amor de sus hermanas, y rodeada de ellas, murió el 27 de julio de 1737. León XIII la beatificó el 3 de junio de 1900.

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