En Albacete durante los meses de julio y agosto Cáritas Diocesana, el arciprestazgo nº 2 de la ciudad y la Comunidad Semilla están llevando a cabo en el Seminario el I Campo de Trabajo urbano para jóvenes. María González, joven de 25 años, ha participado como voluntaria y nos cuenta su experiencia.

-¿Cómo te enteraste de esta iniciativa?

-Por una noticia en televisión. Me gustó mucho la idea y llamé para informarme. Estuve hablando por teléfono con Carmen, una de las responsables, a la que conocí después en el campo de trabajo.

-Cuéntanos cómo se va desarrollando el día a día

-Para los niños, el campo de trabajo se desarrolla durante los dos meses de verano, julio y agosto, de lunes a viernes. Para nosotros, los voluntarios, se divide en cuatro turnos, de dos semanas cada uno, diez días en total. Empezamos a las 9:30 con una pequeña entrada, donde leemos y comentamos alguna frase, cuento u oración, y hasta las 10:00 preparamos los materiales que necesitaremos para las actividades, pues a esa hora llegan al seminario nuestros cincuenta y dos niños llenos de energía. De 10:00 a 11:15 se desarrolla la primera actividad, a las 11:15 nos lavamos las manos y subimos al comedor para el almuerzo. Depende del día, consiste en yogurt, zumo o leche con galletas. A las 12:00 se inicia la segunda actividad que termina a las 13:15, cuando nos lavamos las manos para subir a comer sobre las 13:30. La comida es muy variada y está todo buenísimo, con ración diaria de ensalada y fruta. A las 15:00 los recoge el autobús y vuelven a sus casas. Los voluntarios tenemos entonces media hora de tiempo libre, donde nos relajamos y compartimos anécdotas de la mañana, y a las 16:00 empezamos, depende del día, planificación de actividades o formación pastoral, donde se tratan temas muy interesantes que nos ayudan a comprender y a enfocar nuestra tarea en el campo de trabajo.

Respecto a las actividades que realizamos con los niños, se procura que sean lo más variadas posibles. Desde talleres y manualidades, como realizar un acuario con cajas de zapatos y peces de papel, construir juguetes reciclados o modelar arcilla, hasta juegos de equipo, “gymkanas”, juegos tradicionales… También, un día a la semana vamos a la piscina.

-Después de esta experiencia ¿cuáles son las carencias que más has detectado en estos niños?

-Muchos de ellos, la mayoría, no tiene respeto por las normas. No entienden de límites o negativas. Para ellos es un juego más, y nos ponen a prueba, buscando una atención que probablemente no tienen. Esa es la mayor carencia que he visto, falta de atención o de cariño. No son escuchados y no escuchan, y para resolver los conflictos tienden más a la violencia que al diálogo. Pero al igual que esa es la dura realidad a la que nos enfrentamos con ellos, también hay cambio y evolución. Hablando con ellos, escuchándolos, con paciencia y cariño, haciéndoles ver que hay alternativas a su manera de resolver conflictos, siendo nosotros mismos ejemplos de ello… En diez días que he estado allí he visto gestos muy bonitos entre ellos, arrepentimientos y disculpas, abrazos. Por eso creo que es un proceso que debe seguir, y que siempre tiene resultados.

-¿Qué te ha aportado participar en esta actividad de voluntariado con infancia?

-Personalmente me ha aportado mucho más de lo que esperaba. Sin duda alguna. Por supuesto, experiencia. A la hora de tratar con ellos, de transmitirles interés por las actividades, de establecer unas normas e intentar hacerles llegar la importancia de cumplirlas. Pero también ha sido una experiencia que me ha hecho ver las cosas de otro modo. Desde mi propia actitud con los demás, qué puedo aportar al otro, cómo puedo ayudarlo o escucharlo, hasta valorar los pequeños detalles del día, como una conversación con un niño que estaba enfadado y se calma, como el cariño de una niña cuando se siente ayudada y querida, o el abrazo de despedida de quien, aparentemente no ha hecho caso en esas dos semanas. Y son esos momentos los que te llenan y te impulsan a seguir adelante y trabajar por ellos, por su futuro. Porque como dice Javier Avilés, ellos son el futuro.

-¿Cómo valorarías este campo de trabajo?

-Lo valoro como una de las mejores experiencias de mi vida. Es imposible contarlo, merece ser experimentado y vivido. Además de estar contribuyendo a una importante labor social, nos hace crecer como personas.

-¿Tienes alguna sugerencia?

-Como sugerencia, plantearía hacer más hincapié en la formación de los voluntarios. Trabajar estrategias para conseguir tener más autoridad, sin ser autoritarios; para motivar a los niños… Desde las tardes dedicadas a la formación esto ya se hace, pero quizás es donde más se debería incidir.

-Anima a otros jóvenes para que dediquen parte de su tiempo a la infancia más desfavorecida 

-Creo, repito, que es una experiencia que merece la pena. Trabajar por los demás, en general, tiene cierto componente de satisfacción personal al pensar que estás contribuyendo a un mundo un poco mejor. Pero cuando conoces a los niños e intuyes la realidad que están viviendo, los ves reír, hablas con ellos, es entonces cuando ese trabajo social que realizas va más allá de la mera satisfacción personal. Porque te das cuenta de lo injusto que es, de lo inocentes que son y de lo que necesitan esta otra realidad, donde el mundo puede ser diferente a lo que conocen. Nos necesitan, necesitan ese apoyo, que queramos estar con ellos. Necesitan que intentemos hacer un hueco en nuestras vidas para ellos. Se merecen una alternativa y desde el trabajo del Programa de Infancia de Cáritas se la podemos brindar. 

(Diócesis de Albacete)