José Antonio Barrios nació en Fuenmayor y cursó sus estudios en el Seminario de Logroño, donde fue ordenado en 1989, es decir, hace 25 años. Su primera experiencia pastoral tuvo lugar en la parroquia de Santa Teresita de Logroño, pasando luego a regir las parroquias, primero, de Cuzcurrita de Río Tirón, Treviana y San Millán de Yécora, a la que luego se unió Fonzaleche, donde ha permanecido el resto de su ministerio. Ahora el Obispo de la diócesis de Calahorra y La Calcada-Logroño, Mons. Juan José Omella Omella, le ha encomendado el Seminario diocesano como Rector en Logroño y Vicerrector en el de Burgos, donde estudian nuestros seminaristas

-José Antonio, ¿le costó decidirse?

-Pues verdaderamente sí, más que nada porque tenía que dejar estos pueblos y a sus gentes después de tanto tiempo. Pero también entendí que los sacerdotes relativamente jóvenes somos pocos y que tenemos que aportar en estos años más esfuerzo y generosidad.

-Es claro que su vida pastoral va a cambiar; ¿qué espera de su nueva encomienda?

-Pues que Dios me conceda la sabiduría necesaria para poder transmitir a los futuros sacerdotes la ilusión por darse a los demás y llevarla Buena Noticia a los más necesitados. Y también que se impregnen de la misma alegría que yo tengo después de 25 años, y que descubran que merece la pena seguir por este camino, aunque en algunas ocasiones haya que contar con muchas dificultades.

-Ha estado en contacto con la gente joven en el Instituto de Santo Domingo ¿Qué esperan los jóvenes de un sacerdote?

-Es muy sencillo; que el sacerdote sea sacerdote; que sea normal, que sepa ser amigo. Aunque también esperan que sea distinto y que les ofrezca lo que no pueden darles sus padres, sus maestros, sus colegas. Esperan, sobre todo, que sea amigo, guía, orientador, aunque a veces haya que decirles cosas que no les gusta o que no entienden.

-Es conocida su afición a la música, la cual requiere una cierta disciplina; ¿puede ser un buen referente para la formación de los futuros sacerdotes?

-Estando en el Seminario fundé el Orfeón San Juan de Fuenmayor, y fue entonces cuando me di cuenta que reunir a la gente para un coro era algo más que cantar en las misas. Descubrí que no solamente une, que ya es bastante, sino que aúna a la gente de todo tipo de pensamiento y edad. No hace falta tener muchas cualidades para luego saber llevarlos a Dios por medio de una cantata, de tantos cantos religiosos. Hay quienes no pisaron la iglesia y cantan una misa a cuatro voces mixtas; otras que apenas leen música y cantan habaneras o zarzuela. En ocasiones me han servido más los ensayos que las reuniones parroquiales, sin desechar éstas, claro está. Ahora, en el Seminario somos pocos para un coro, pero me gustaría que aprendieran lo básico para que aprovechen la música como buen instrumento para acercar a Dios a la gente y amigos de camino.

-¿Cómo será su vida ministerial a partir de ahora?

 -Mi función es muy sencilla y apasionante: acompañar a los chicos para ayudarles a que en el futuro sean hombres para los demás. El día uno de septiembre comenzaremos la vida del Seminario con los del mayor. De lunes a viernes estaremos en Burgos y el fi n de semana en Logroño, con otros grupos de jóvenes del preseminario y con convivencias de jóvenes. Me gustaría, además, pasarme por La Rioja invitando a los chavales a que nos conozcan, y a que participen de nuestros encuentros, campamentos, etc. También me gustaría retomar el Festival de la Canción Llamada, una ocasión más para visitar el Seminario y plantearse la vocación.

-¿Qué le gustaría pedir a los sacerdotes?

-Simplemente que sigan ante la realidad juvenil que nos toca vivir. Es una etapa difícil, pero al final dará sus frutos. Como tendré la oportunidad de pasarme por los arciprestazgos para presentarme, les ofreceré mi tiempo y mi ayuda para hablar en sus parroquias y grupos de la vocación sacerdotal y de la importancia del pastor como guía y compañero de las comunidades de la Iglesia de hoy.

 -¿Y a los padres, en caso de signos de vocación?

-Yo nací en el seno de una familia agrícola en Fuenmayor. Mi padre perteneció a la Acción Católica y mi madre siempre estuvo en los grupos de refl exión en la parroquia. Y, aunque tuvieron tres hijas previamente, ambos quisieron tener un hijo sacerdote, a pesar de que era el único que podría ayudarles en las tareas del campo. Siempre lo desearon, por lo que fue fácil; mi padre, aunque mucho lo anheló, tuvo que ver mi ordenación desde el cielo.

 Dicen que los padres de hoy no son generosos, pero vivimos en un mundo difícil y cambiante. Quizá les falte entender la misión distinta, generosa e importante que realizamos y que deben intentar alentar y proteger esa luz incipiente en sus hijos en caso de darse.

 (Pueblo de Dios – Diócesis de Calahorra y la Calzada-Logroño)