5.08.14

Un amigo de Lolo - Y es que el alma vive para siempre

A las 12:47 AM, por Eleuterio
Categorías : General, Un amigo de Lolo

Presentación

Yo soy amigo de Lolo. Manuel Lozano Garrido, Beato de la Iglesia católica y periodista vivió su fe desde un punto de vista gozoso como sólo pueden hacerlo los grandes. Y la vivió en el dolor que le infringían sus muchas dolencias físicas. Sentado en una silla de ruedas desde muy joven y ciego los últimos nueve años de su vida, simboliza, por la forma de enfrentarse a su enfermedad, lo que un cristiano, hijo de Dios que se sabe heredero de un gran Reino, puede llegar a demostrar con un ánimo como el que tuvo Lolo.

Sean, las palabras que puedan quedar aquí escritas, un pequeño y sentido homenaje a cristiano tan cabal y tan franco.

Y es que el alma vive para siempre

“Demolerán ya la casa en que nacieste, por inservible, y aún tu alma estará con la juventud de un niño acabado de nacer”
Manuel Lozano Garrido, Lolo
Bien venido, amor (145)

La eternidad.

Cuando un hijo de Dios habla de eso, de la eternidad, de la vida eterna, tiene más que claro que se refiere a algo muy concreto y, además, lo tiene por muy bueno.

Es bien cierto que también sabe que la eternidad puede ser para el bien o para el mal y que hay, por tanto, Cielo e Infierno. Pero quiere lo mejor y eso le hace pensar acerca de una verdad tan importante.

Las cosas, a este respecto, tienen una forma de ser, un hacer, un querer conseguirlo.

Así, por ejemplo, el hijo de Dios sabe que el camino que lleva al definitivo Reino del Padre se puede hacer de muchas maneras. Incluso sabe que es más que fácil salirse del mismo por la facilidad que tiene el mundo de atraerle hacia su vulgaridad y caduco ser.

Encuentra, sin embargo, no demasiado fácil hacer frente a tantas asechanzas que le vienen encima. Sobrenadar a tales circunstancias requiere una fuerza de ánimo y un espíritu bastante superior. Y no siempre se tiene una y otra.

De todas formas, tiene como verdad de fe que puede alcanzar lo máximo que el alma humana puede soñar: la visión beatífica. Y ver, así, a Dios (que nadie puede ver en persona estando en vida en este valle de lágrimas) es el anhelo que todo ser humano tiene desde que tuvo conciencia de que tiene un Padre que es su Creador y que es Todopoderoso. Desde ese mismo instante quien se da cuenta de lo que supone morir ya nunca más y gozar de las mansiones que hay en el Cielo (y que Cristo, mucho tiempo después, dijo que iba a preparar) sólo puede tener en la mente y en el corazón tan gozosa circunstancia.

Por tanto, cuando hablamos de vida eterna no excluimos la muerte, también, eterna, de quien muere en pecado mortal. Pero siquiera podemos imaginar (aunque, en el fondo, sí podemos pero no queremos) cómo ha de ser estar separados, para siempre, de Dios y, además, sufrir la quemazón perpetua del fuego de la Gehenna.

Y es que nosotros, los que sabemos que Dios quiere lo mejor para nuestras almas, no dejamos de hacer crecer esa semilla de esperanza (raíz de nuestro existir) que es la eternidad. En nosotros no puede haber algo distinto a eso porque no podemos perder el fin para el que nos ha hecho Dios: estar siempre, siempre, siempre, con Él y junto a Él.

Beato Manuel Lozano Garrido, Lolo, ruega por nosotros.

Eleuterio Fernández Guzmán