12.08.14

Consejos para el Papa

A las 5:48 PM, por Andrés Beltramo
Categorías : Curia Romana

Palabras últiles, proféticas. No las escribió un servidor, pero vale la pena leerlas en los tiempos que corren. Unos pocos consejos. Vigentes, de sorprendente actualidad, sobre el rol del Papa y la Curia Romana, esa antigua maquinaria del “gobierno central” de la Iglesia católica:

“Mira cómo sirve el celo de los eclesiásticos, ¡pero sólo para garantizarse el puesto! Todo es hecho por la carrera, nada o bien poco por la santidad. Si por alguna buena razón tu intentases reducir este aparato y ser un poco más cercano dirían: ‘¡Por Dos, eso no está bien, no es conforme a los tiempos, no es propio de vuestra majestad, tenga en cuanta la dignidad de vuestra persona!’. Su último pensamiento es aquello que le gusta a Dios; sobre el peligro de la salvación no tienen dudas de suerte, a menos que quieran saludar lo que es grandioso y justo aquello que resplandece de gloria.

“Todo aquello que es modesto, es tan aborrecido por la gente del palacio que sería más fácil encontrar quien prefiera ser humilde antes que parecerlo. El temor de Dios es considerado una ingenuidad, por no decir una simpleza. Quien es juicioso y tiene cuidado de la propia conciencia, es tachado de hipócrita. Quien ama la paz y se dedica, de tanto en tanto, a si mismo, lo consideran un holgazán.

“Pero sobre estas cosas basta lo que hemos dicho. He apenas rozado el muro. Te toca a tí, en cuanto hijo del profeta, ir más a fondo y ver claro. A mí no es lñicito ir más allá. Leemos en el Evangelio que hubo una discusión entre los discípulos para saber quién de ellos era más importante. Serás afortunado si, en torno a ti, todas las cosas anduvieran de esta manera.

“La curia ya me cansó y conviene salir del palacio. Nos espera el personal de tu casa, que no sólo te circunda sino que, de alguna manera, está dentro de ti. No es inútil reflexionar sobre los medios y los modos para reordenar tu casa; diría incluso que es necesario, sin descuidar los asuntos de máxima importancia para reducirte a situaciones de bajo nivel, casi a perderte en minucias. Empero, así como es necesario atender las grandes cosas, no se pueden abandonar las pequeñas.

“Debes entonces buscarte un hombre que se empeñe y gire la manija por ti; digo por ti y no contigo. Pero, si este no será fiel se volverá un ladrón, si no será perspicaz, se dejará robar. Se requiere, entonces, buscar un hombre fiel y astuto para poner como jefe de tu familia.

“Quisiera que tu establecieses como regla general considerar sospechoso todo aquel que tenga miedo de decir en público lo que susurra al oído: Si después rechazase repetirlo ante todos, considéralo como si fuese un calumniador, no un acusador.

“Aceptamos más fácilmente las pérdidas de Cristo que las nuestras. El arroyito de agua con su correr excava en la tierra, así el flujo de las cosas temporales corroe la conciencia. Muchas debes ignorarlas, otras descuidarlas, algunas olvidarlas.

“No obstante, existen algunas que no quisiera que no fuesen desconocidas, es decir la conducta y las inclinaciones de algunas personas. Tu no debes ser el último en conocer los desórdenes que ocurren en tu casa. Alza tu mano sobre el culpable. La impunidad provoca la temerariedad y esta abre el camino a todo exceso. Con quienes te sientes más cómodo, o son más honestos de los otros, o llenan de chismes las bocas de todos.

“Los obispos tus hermanos, aprendan de ti a no tener en torno jóvenes melenudos y jovencitos seductores. Entre las cabezas ‘mitradas’ esta de verdad mal aquel ida y vuelta de peinados sofisticados.

“No obstante, no te aconsejo ser severo sino, más bien, grave. La severidad es constante para quien es un poco débil, mientras la gravedad pone el freno a quien es descuidado. La primera convierte en odiosos, pero si falta la segunda se vuelve objeto de escarnio. En todo caso, es importante el sentido de la medida. Yo no te quisiera ni demasiado severo, ni demasiado débil. En el palacio compórtate como Papa, entre los más íntimos como padre de familia.

“Resumiendo, la Iglesia romana, que gobiernas por voluntad de Dios, es madre de las otras iglesias, no su dueña: en consecuencia tu no eres el patrón de los obispos, sino uno de ellos. Por el resto considera que debes ser modelo ejemplar de justicia, el espejo de la santidad, el ejemplo de la piedad, el testigo de la verdad, el defensor de la fe, el maestro de la gente, la guía de los cristianos, el amigo del esposo, el paraninfo de la esposa, el ordenador del clero, el pastor de los pueblos, el maestro de los ignorantes, el refugio de los perseguidos, el defensor de los pobres, el ojo de los ciegos, la lengua de los mudos, el sacerdote del Altísimo, el vicario de Cristo, el ungido del Señor".

Como dije antes, estas reflexiones no las escribí yo. ¡Cómo me hubiese gustado hacerlo! Lo más interesante de todo es que no fueron escritas para Juan Pablo II, Pablo VI o Juan XXIII. Ni siquiera datan del siglo pasado. Estos y otros consejos fueron redactados por San Bernardo de Claraval (1090-1153), hace casi mil años atrás. Forman parte de una larga carta escrita a uno de sus discípulos cistercienses más cercanos, que fue elegido Papa y adoptó el nombre de Eugenio III (1145-1153). Poco después de su elección, el pontífice pidió a su maestro consejo sobre cómo realizar su nueva labor.

Este texto es un extracto de la Considerazione IV del escrito del santo de Claraval, quien renunció a su seguidor más brillante, Bernardo dei Paganelli, para que este reformase a la Iglesia durante su pontificado. El contenido completo de esta carta acaba de reeditado en Italia bajo el título “Consejos para un Papa” ("Consigli per un Papa", di san Bernardo di Chiaravalle, Castelvecchi, 2013, 55 pagine). Vale la pena darle una ojeada, su vigencia impresiona. Y sirve para entender mucho sobre los motivos del Papa actual. Las razones de Francisco.