14.08.14

El Señor es mi lote y mineral

A las 8:30 AM, por Jorge
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Salíamos de misa una tarde y una Rafaela cualquiera me dice: qué cosa más rara lo del salmo de hoy. ¿Rara? Sí, la respuesta, eso de que “El Señor es mi lote y mineral". Evidentemente la respuesta era otra cosa: “El Señor es mi lote y mi heredad".

Pero esta buena amiga estaba poniendo de relieve un problema que lleva consigo el salmo responsorial de toda la vida. Que la antífona no se entiende, se lee mal y demasiadas veces acaba degenerando hasta convertir al Señor en mineral.

El modo de proclamar el salmo responsorial en la liturgia como teoría está muy bien. El salmista recita o entona la antífona, el pueblo responde, y se van intercalando el recitado del salmo con la respuesta de los fieles, bien cantada, o en la inmensa mayoría de los casos, hablada.

Me voy a referir a nuestras misas “de diario” donde la respuesta del salmo no se canta. Llega el lector, por ejemplo ayer, y lee la antífona: “La gloria del Señor se eleva sobre el cielo” y eso que no es de las peores. Me estuve fijando en la respuesta de los fieles: cada vez menos y al final del salmo ya con algunas variantes.

¿Qué ocurre? Pues que o bien tienes muchísimo cuidado de que no se te olvide la frasecita, en cuyo caso del salmo casi ni te enteras, o prestas toda la atención al salmo con la consecuencia de que lo que se olvida es la antífona.

Siendo servidor seminarista la costumbre que teníamos, y creo que para nada disparatada, era proclamar la antífona, repetirla todos, el salmista leía el salmo completo, sin pausas, y al final proclamaba de nuevo la antífona y la repetíamos todos.

¿Ventajas? Pues que nadie se distraía con el esfuerzo de no olvidar la respuesta y así era posible atender al salmo. Todo ventajas.

La pregunta que me hago es si sería muy disparatado poder leer el salmo responsorial de esa manera. Ojo, a salvo de lo que haya que salvar, y respetando las normas litúrgicas sobre el particular. Pero es que lo que se observa es que se comienza con una respuesta y a cada frase la respuesta sufre variaciones, se cambian las palabras y encima apenas nos enteramos del salmo.

Quizá en grandes asambleas es un lío, y más habida cuenta de que la gente se mueve y no va a estar atenta a las mil y una variaciones que a los curas o equipos de liturgia se nos puedan ocurrir en torno al salmo responsorial. Pero para pequeñas asambleas, comunidades, misas de diario, lo mismo era algo a tener en cuenta.

Una última cosa, y hablando del salmo responsorial. Por favor, el salmista no vuelva a decir desde el ambón en los días de su vida, y bajo severísimas penas canónicas “Salmo responsorial”.