Todos los pueblos están llamados a una unidad

El Papa y los jóvenes asiáticos rezan juntos por la unidad de Corea

 

El santo padre Francisco ha compartido la tarde de este viernes, en su segundo día en Corea, con los jóvenes de Asia reunidos en el Santuario de Solmoe, en ocasión de la VI Jornada de la Juventud Asiática. Este Santuario, es lugar nativo del mártir san Andrew Kim Taegon, primer sacerdote coreano. En un ambiente festivo, los jóvenes han recibido al papa Francisco con aplausos y gran entusiasmo y han compartido con él algo más de dos horas de celebración.

15/08/14 1:37 PM


(Zenit/InfoCatólica) En este entorno relajado, el Santo Padre ha dejado los papeles de lado en un momento del discurso, para poder hablar espontáneamente y desde el corazón a los jóvenes.

El Papa ha sido acogido a su llegada por el rector del Santuario, y se ha detenido a rezar frente a la pequeña casa del mártir. En torno a las 17.00 hora local, el papa Francisco ha llegado al Santuario y después se ha dirigido a la carpa donde están reunidos los jóvenes procedentes de 23 países asiáticos.

El encuentro se ha abierto con cantos y una exhibición artística indonesia. Monseñor Lazzaro You Heung-sik, obispo de Daejeon, ha dado la bienvenida a todos los jóvenes venidos desde distintas partes de Asia así como al papa Francisco. Haciendo referencia del lugar donde estaban, donde muchos han sido martirizados, el prelado ha señalado que el martirio que se nos pide a los fieles hoy es el de «elegir la verdad, siguiéndola y poniéndola en práctica venciendo así las tentaciones que me rodean».

A continuación, ha sido el turno de los testimonios y las preguntas de tres jóvenes procedentes de Camboya, Hong Kong y Corea. La joven camboyana le ha preguntado al Pontífice cómo responder a la llamada de Dios a la vocación. Por su parte, el joven de Hong Kong ha preguntado qué deben hacer junto con sus hermanos y hermanas que están en la China continental para hacer ver continua y pacíficamente el amor de Dios a todos los chinos. Finalmente, la joven coreana ha mostrado su preocupación sobre cómo deben vivir los jóvenes que experimentan la oposición entre su fe y el ideal causado por el materialismo difundido en la sociedad del capitalismo. También le ha preguntado sobre la actitud con la que deben vivir los jóvenes de la única nación divida en el mundo. Al finalizar las intervenciones de los jóvenes, se ha realizado un moderno musical coreano sobre la parábola del hijo pródigo.

A continuación, el Pontífice se ha dirigido a los jóvenes. Durante su discurso, el Papa ha reflexionado sobre el lema de este encuentro de la juventud asiática: «La gloria de los mártires brilla sobre ti». El Papa ha recordado a los jóvenes que Cristo llama a la puerta de sus corazones. «Él les llama a despertar, a estar bien despejados y atentos, a ver las cosas que realmente importan en la vida», ha afirmado. Añadiendo que también Dios les pide «que vayan por los caminos y senderos de este mundo, llamando a las puertas de los corazones de los otros, invitándolos a acogerlo en sus vidas».

Asimismo, el Papa ha indicado que este encuentro permite ver algo de lo que la Iglesia misma está destinada a ser en el eterno designio de Dios. La Iglesia pretende ser semilla de unidad para toda la familia humana. En Cristo, ha subrayado el Santo Padre «todos los pueblos y naciones están llamados a una unidad que no destruye la diversidad, sino que la reconoce, la reconcilia y la enriquece».

Por otro lado, el Papa ha reconocido que nos preocupa la creciente desigualdad en nuestras sociedades entre ricos y pobres. Cerca de nosotros, -ha proseguido- «muchos de nuestros amigos y coetáneos, aun en medio de una gran prosperidad material, sufren pobreza espiritual, soledad y callada desesperación». Francisco ha observado que parece que un desierto espiritual se estuviera propagando por todas partes. Y este desierto, «afecta también a los jóvenes, robándoles la esperanza y, en tantos casos, incluso la vida misma».

Pero, en este mundo estamos llamados a dar testimonio del Evangelio y por eso el Papa ha recordado a los jóvenes que deben hacerlo con sus coetáneos «en la escuela, en el mundo del trabajo, en su familia, en la universidad y en sus comunidades».

El papa Francisco les ha dicho a los jóvenes que el Señor cuenta con ellos y les ha preguntado «¿Están dispuestos a decirle ‘sí’? ¿Están listos?

E improvisando en inglés, Francisco les ha contado que un amigo suyo ayer le dijo que no podía hablar a los jóvenes leyendo un papel pero ha reconocido que tiene «un inglés muy pobre» y que no podía hacerlo. En este momento, el Papa ha dejado de lado los folios y ha comenzado a improvisar en italiano, pidiendo traducción a un sacerdote coreano.

Haciendo referencia a la intervención de la joven camboyana, el Santo Padre ha hablado sobre el reto de los jóvenes de afrontar la vocación a la que Dios les llama. Así, el papa Francisco ha invitado a todos los presentes a rezar en voz alta, «Señor, ¿qué quieres de mí?» El Papa ha recordado que con la oración, y con los consejos de los amigos -laicos, sacerdotes, religiosas, obispos, el Papa «que también puede dar un buen consejo»- se puede encontrar el camino que el Señor quiere para cada uno.

Por otro lado, el papa Francisco también ha retomado la observación de la joven sobre los mártires y que Camboya aún no tiene santos. El Papa ha asegurado que se ocupará de hablar de esto con el encargado, «que es un buen hombre», el cardenal Angelo Amato.

A continuación, el Obispo de Roma ha recordado a los jóvenes que «la felicidad no se compra, y cuando compras una felicidad después te das cuenta que esa felicidad se ha ido, no dura la felicidad que se compra, solamente la felicidad del amor, esa es la que dura».

Otro tema abordado por el Santo Padre ha sido la división de los hermanos de Corea. «¿Hay dos Coreas? No, hay una», ha observado. Pero, está dividida, la familia está dividida. Al respecto el Papa les ha dado un consejo y una esperanza. El consejo: rezar, rezar por los hermanos de Corea del Norte. «Para que no haya vencedores ni vencidos, solamente una familia, que solamente haya hermanos», ha pedido. Y así, durante unos instantes, todos en silencio han orado por la unidad de Corea. La esperanza que les ha dado el Papa ha sido recordarles que todos hablan una misma lengua, la lengua de familia: «sois hermanos que habláis la misma lengua».

Finalmente, el Papa ha hecho referencia a la representación del hijo pródigo para animar a los jóvenes a volver siempre al Padre, aunque hayan pecado, aunque se hayan alejado, «Él no se cansa nunca de perdonar, no se cansa nunca de esperar». Y por eso ha pedido a los sacerdotes, «abrazad a los pecadores y sed misericordiosos».

 


 

Discurso del Papa Francisco a los jóvenes en su viaje a Corea (parte escrita)

 

Queridos jóvenes amigos:

«¡Qué bueno es que estemos aquí!» (Mt 17,4). Estas palabras fueron pronunciadas por san Pedro en el Monte Tabor ante Jesús transfigurado en gloria. En verdad es bueno para nosotros estar aquí juntos, en este Santuario de los mártires coreanos, en los que la gloria del Señor se reveló en los albores de la Iglesia en este país. En esta gran asamblea, que reúne a jóvenes cristianos de toda Asia, casi podemos sentir la gloria de Jesús presente entre de nosotros, presente en su Iglesia, que abarca toda lengua, pueblo y nación, presente con el poder de su Espíritu Santo, que hace nuevas, jóvenes y vivas todas las cosas.

Les doy las gracias por su calurosa bienvenida y por el don de su entusiasmo, sus canciones alegres, sus testimonios de fe y las bellas manifestaciones de sus variadas y ricas culturas.

Gracias, especialmente, a los tres jóvenes que han compartido sus esperanzas, inquietudes y preocupaciones; las he escuchado con atención, y no las olvidaré. Agradezco a monseñor Lazzaro You Heung-sik sus palabras de introducción y les saludo a todos ustedes desde lo más hondo del corazón.

Esta tarde quisiera reflexionar con ustedes sobre un aspecto del lema de esta Sexta Jornada de la Juventud Asiática: «La gloria de los mártires brilla sobre ti».

Así como el Señor hizo brillar su gloria en el heroico testimonio de los mártires, también quiere que resplandezca en sus vidas y que, a través de ustedes, ilumine la vida de este vasto Continente. Hoy, Cristo llama a la puerta de sus corazones. Él les llama a despertar, a estar bien despejados y atentos, a ver las cosas que realmente importan en la vida. Y, más aún, les pide que vayan por los caminos y senderos de este mundo, llamando a las puertas de los corazones de los otros, invitándolos a acogerlo en sus vidas.

Este gran encuentro de los jóvenes asiáticos nos permite también ver algo de lo que la Iglesia misma está destinada a ser en el eterno designio de Dios. Junto con los jóvenes de otros lugares, ustedes quieren construir un mundo en el que todos vivan juntos en paz y amistad, superando barreras, reparando divisiones, rechazando la violencia y los prejuicios. Y esto es precisamente lo que Dios quiere de nosotros. La Iglesia pretende ser semilla de unidad para toda la familia humana. En Cristo, todos los pueblos y naciones están llamados a una unidad que no destruye la diversidad, sino que la reconoce, la reconcilia y la enriquece.

Qué lejos queda el espíritu del mundo de esta magnífica visión y de este designio. Cuán a menudo parece que las semillas del bien y de la esperanza que intentamos sembrar quedan sofocadas por la maleza del egoísmo, por la hostilidad y la injusticia, no sólo a nuestro alrededor, sino también en nuestros propios corazones. Nos preocupa la creciente desigualdad en nuestras sociedades entre ricos y pobres. Vemos signos de idolatría de la riqueza, del poder y del placer, obtenidos a un precio altísimo para la vida de los hombres. Cerca de nosotros, muchos de nuestros amigos y coetáneos, aun en medio de una gran prosperidad material, sufren pobreza espiritual, soledad y callada desesperación. Parece como si Dios hubiera sido eliminado de este mundo. Es como si un desierto espiritual se estuviera propagando por todas partes. Afecta también a los jóvenes, robándoles la esperanza y, en tantos casos, incluso la vida misma.

No obstante, éste es el mundo al que ustedes están llamados a ir y dar testimonio del Evangelio de la esperanza, el Evangelio de Jesucristo, y la promesa de su Reino. En las parábolas, Jesús nos enseña que el Reino entra humildemente en el mundo, y va creciendo silenciosa y constantemente allí donde es bien recibido por corazones abiertos a su mensaje de esperanza y salvación. El Evangelio nos enseña que el Espíritu de Jesús puede dar nueva vida a cada corazón humano y puede transformar cualquier situación, incluso aquellas aparentemente sin esperanza. Éste es el mensaje que ustedes están llamados a compartir con sus coetáneos: en la escuela, en el mundo del trabajo, en su familia, en la universidad y en sus comunidades. Puesto que Jesús resucitó de entre los muertos, sabemos que tiene «palabras de vida eterna» (Jn 6,68), y que su palabra tiene el poder de tocar cada corazón, de vencer el mal con el bien, y de cambiar y redimir al mundo.

Queridos jóvenes, en este tiempo el Señor cuenta con ustedes. Él entró en su corazón el día de su bautismo; les dio su Espíritu en el día de su confirmación; y les fortalece constantemente mediante su presencia en la Eucaristía, de modo que puedan ser sus testigos en el mundo. ¿Están dispuestos a decirle «sí»? ¿Están listos?

Permítanme que les ofrezca tres propuestas para ser testigos auténticos y gozosos del Evangelio. Piensen en ellas y traten de que sean su regla de vida.

Primera, confíen en la fuerza que Cristo les da. Nunca pierdan la esperanza en la verdad de su palabra y en el valor de su gracia. Ustedes han sido bautizados en su paso de la muerte a la vida, y confirmados en la fuerza del Espíritu Santo que habita en nuestros corazones. Nunca duden de este poder espiritual.

Segunda, permanezcan cerca del Señor con la oración cotidiana. Adoren a Dios. No se olviden de adorar al Señor. Que su Espíritu inflame su corazón y los ayude a conocer y cumplir la voluntad del Padre. Reciban alegría y fuerza de la Eucaristía. Que su corazón sea puro y bien orientado mediante la recepción regular del sacramento de la penitencia. Quisiera que ustedes tomasen parte activa y generosa en la vida de sus parroquias. Además, no descuiden el Evangelio del amor, de la caridad, tratando de participar lo más posible en iniciativas de caridad.

Finalmente, rodeados de tantas luces contrarias al Evangelio, les pido que sus pensamientos, palabras y acciones, estén guiados por la sabiduría de la palabra de Cristo y el poder de su verdad. Él les enseñará a valorar bien todas las cosas, y a conocer día a día su proyecto de vida para cada uno de ustedes. Si los llama a servirlo en el sacerdocio o la vida religiosa, les dará la gracia de no tener miedo a decir «sí». Él les mostrará el camino hacia la auténtica felicidad y a la verdadera plenitud.

Ahora me debo ir. Espero contar con su presencia en estos días y hablar de nuevo con ustedes cuando nos reunamos el domingo para la Santa Misa. Mientras tanto, demos gracias al Señor por el don de haber transcurrido juntos este tiempo, y pidámosle la fuerza para ser testigos fieles y alegres de su amor en todos los rincones de Asia y en el mundo entero.

Que María, nuestra Madre, los cuide y mantenga siempre cerca de Jesús, su Hijo. Y que los acompañe también desde el cielo san Juan Pablo II, iniciador de las Jornadas Mundiales de la Juventud. Con gran afecto, les imparto a todos ustedes mi bendición.