CARTA DEL OBISPO

Homilía de Mons. Jiménez Zamora en la Misa de apertura del Curso 2014/15 en el Seminario Diocesano de Monte-Corbán

 

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SANTANDER | 27.09.2014


APERTURA DEL CURSO EN EL SEMINARIO
Seminario de Monte Corbán, 26.09.2014

 

Misa votiva del Espíritu Santo
Lecturas: Hb 10, 4-10; Ps 39, 7-12; Jn 15, 9-17

 

+ Vicente Jiménez Zamora
Obispo de Santander


Un año más la Providencia de Dios nos permite inaugurar un nuevo curso académico en nuestro Seminario e Instituto Teológico de Monte Corbán.

Saludo al Sr. Rector y Superiores; al Sr. Vicario General y Vicarios Episcopales; sacerdotes; Claustro de Profesores y personal de servicio;  Sr. Delegado Diocesano de Pastoral Juvenil y Sr. Director del Secretariado de Pastoral Vocacional; miembros de vida consagrada; saludo con cariño a nuestros seminaristas, especialmente a los que ingresan este año en Monte Corbán y a sus familias;  y un saludo agradecido a los Medios de Comunicación Social (Popular TV de Cantabria).

Todos los aquí presentes esta tarde compartís el interés por el Seminario y  ofrecéis vuestro amor, cercanía y colaboración en la pastoral de las vocaciones.

Al comienzo de esta Eucaristía votiva del Espíritu Santo brota de nuestro ánimo la invocación confiada para pedir su abundante efusión de luz y fuerza. En la oración colecta de esta Santa Misa hemos pedido al Padre para que envíe el Espíritu Santo, el Paráclito, el Abogado y Defensor,  a fin de que ilumine nuestras mentes, encienda nuestros corazones y nos guíe al conocimiento pleno de la verdad.

Pedimos la luz y la fuerza del Espíritu para el Sr. Rector y Formadores, que han recibido el encargo de la Iglesia de forjar el corazón sacerdotal de nuestros seminaristas. Pedimos que venga el Espíritu sobre nuestros Profesores, llamados a transmitir la doctrina de Cristo, en comunión con la Iglesia, depositaria e intérprete de la Revelación. Pedimos que venga el Espíritu Santo sobre nuestros seminaristas, llamados por el Señor a entregarle la vida en el sacerdocio ministerial y que son el futuro y la esperanza de nuestra Diócesis.

Queridos seminaristas: estáis en camino hacia una meta santa: ser sacerdotes de Cristo. Llamados por Él, habéis seguido su voz y atraídos por su mirada amorosa avanzáis hacia el ministerio sagrado aquí en nuestro Seminario Diocesano de Monte Corbán.

La primera lectura, que hemos escuchado, nos muestra a Cristo como nuevo y definitivo sacerdote, que hizo de su vida una opción radical y una entrega  total. La antífona del salmo se le puede aplicar perfectamente, cuando, al entrar en el mundo, dirigiéndose al Padre, dijo: “Aquí estoy para hacer tu voluntad” (cfr. Sal 39, 8-9).

Queridos amigos: os preparáis para ser apóstoles con Cristo y como Cristo, para ser compañeros de viaje y servidores de los hombres. ¿Cómo vivir estos años de preparación en el Seminario? Ante todo deben ser años de silencio interior, de permanente oración, de constante estudio y de inserción paulatina en las acciones y estructuras pastorales de nuestra Iglesia Diocesana (cfr. Benedicto XVI, JMJ,  Santa Misa con los seminaristas. Madrid 20 de agosto de 2011).

En todo camino vocacional siempre hay una elección  de amor de Dios. Hemos sido llamados por Dios para permanecer con Jesús (cfr. Mc 3, 14), unidos a Él de una manera tan profunda como para poder decir con San Pablo: “Ya no vivo yo, sino que Cristo vive en mí” (Gál 2, 20).

En realidad este vivir en Cristo marca todo lo que somos y lo que hacemos. Y esta “vida en Cristo” es precisamente lo que garantiza nuestra eficacia apostólica y la fecundidad de nuestro ministerio sacerdotal: “No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido y  os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto permanezca”(Jn 15, 16). No son nuestras programaciones y nuestros esfuerzos los que aseguran los frutos, sino el ser fieles a Jesús, que nos dice con insistencia: “Permaneced en mí, y yo en vosotros” (Jn  15, 4). Y sabemos muy bien lo que esto significa: contemplarlo en la vida de oración, en nuestro encuentro diario con Él en la Eucaristía y en las personas más necesitadas. El “permanecer” con Cristo no es aislarse en un intimismo espiritualista, sino un permanecer para salir al encuentro con los hermanos más necesitados (cfr. Francisco, JMJ. Misa en la Catedral de Río de Janeiro, 27 de julio de 20123).

Recuerdo algunas palabras de la Beata Madre Teresa de Calcuta: “Debemos estar muy orgullosos de nuestra vocación, que nos da la oportunidad de servir a Cristo en los pobres. Es en las favelas, en los cantegriles, en las villas miseria donde hay que ir a buscar y servir a Cristo. Debemos ir a ellos como el sacerdote se acerca al altar: con alegría” (Mother Instructions, I, pág. 80).

Mientras invocamos en esta Santa Misa al Espíritu Santo, para que nos asista en este nuevo curso, os pido a todos que amemos mucho al Seminario. Es el termómetro de la vitalidad espiritual de nuestra Diócesis. Si los sacerdotes, religiosos y familias nos hacemos corresponsables del Seminario como algo nuestro y que nos pertenece, habremos caído en la cuenta de la importancia de la “cultura vocacional” que queremos promover en los próximos años en nuestra Diócesis, como eje transversal de todo el Plan Pastoral Diocesano. 

El Papa Francisco en la exhortación apostólica Evangelii Gaudium señala alguna causa de la crisis de vocaciones. “En algunos lugares escasean las vocaciones al sacerdocio y a la vida consagrada. Frecuentemente esto se debe a la ausencia en las comunidades de un fervor apostólico contagioso, lo cual no entusiasma ni suscita atractivo. Donde hay vida, fervor, ganas de llevar a Cristo a los demás, surgen vocaciones genuinas” (EG 107).

            Al concluir esta homilía, os reitero a todos mi reconocimiento agradecido. Ahora en la Eucaristía, que  es fuente y cumbre de la vida de los sacerdotes, de los seminaristas y de todos los cristianos, brindemos por un curso académico 2014-2015 fecundo. Miremos hacia delante y pongámonos en camino. Queremos ser una Iglesia Diocesana en conversión y en salida. A la Virgen Bien Aparecida, Patrona de la Diócesis,  y a Santa Catalina de Alejandría, Patrona de nuestro Seminario de Monte Corbán, les encomendamos este curso y el cuidado de nuestros seminaristas. Amén.