Dice el Corán: “No entréis en las casas antes de que el dueño os de permiso. Por qué entrasteis en la mía?” La pregunta se la hace una mujer cristiana miembro de una de las miles de familias que han abandonado Mosul, dejando atrás toda una vida, obligados a huir por el avance de los radicales del Estado Islámico (EI) en Irak.

La situación de esta minoría religiosa ha ido de mal en peor desde que el EI tomó el control de Mosul el 14 de julio. Las mujeres cristianas se vieron obligadas a vestir la Hijab. “No podemos trabajar,  ni entrar, ni salir…”.

Además, los militantes del Estado Islámico privaron a los cristianos de su espiritualidad cerrando todas sus iglesias. Y persiguiéndolos casa por casa, marcando puertas y paredes con la letra “Nun”, que en el alfabeto árabe, que equivale a la N, de nazareno…

“Y nos cortaron el racionamiento. Solo a los cristianos. Y cuando algunos preguntaron a los agentes su respuesta fue: ‘Eres cristiano, no tienes tu ración’”, asegura esta mujer en un vídeo grabado por Istar TV.

Los insurgentes islamistas lanzaron un ultimátum a la población cristiana del norte de Irak: convertirse al Islam, pagar un tributo religioso, la Jizya, o enfrentarse ala muerte. Así lo establecía el documento distribuido por los islamistas en la ciudad de Mosul.

“Pedimos ayuda a la comunidad internacional, a las organizaciones de derechos humanos, a todas las organizaciones, a la Cruz Roja.Necesitamosayuda”, suplica.

El testimonio nos lo envía a Manos Unidas el Archimandrita Emanuel Youkhana, director del Programa de Ayuda a los Cristianos del Kurdistán iraquí, con quienes trabajamos desde hace años.

Manos Unidas apoya el desarrollo en Irak y a los refugiados sirios e iraquies en Jordania

Youkhana se plantea la efectividad de las ayudas occidentales. “Una vez más, los europeos están cometiendo el mismo error al tratar con la situación de los cristianos en Irak. Se centran en las consecuencias del problema y no en sus raíces”.

“Este no es un problema individual”, explica. “No se trata de dar visados a mil personas. Eso resolvería el problema de esos mil, pero ¿qué sucede con los 300.000 cristianos de Irak? ¿Qué pasa con los 2.000 años de cristianismo?”.

“En lugar de eso, se podría ofrecer tanto ayuda humanitaria como política a los cristianos iraquíes para que puedan construir un futuro común con sus vecinos y aliados en la Llanura de Ninive y en la región del Kurdistán iraquí”.

Aquí, en Ninive, trabaja Manos Unidas con el fin de que las mujeres reciban la formación y el apoyo que necesitan para labrarse un futuro. Y lo hacemos con  Etana, una asociación que nos propuso un programa para formar y preparar a las mujeres con el fin de que puedan desempeñar un oficio. Este trabajo les permite cubrir sus necesidades y fortalecer, así, su papel en la sociedad (informática, primeros auxilios, peluquería…). Además, tiene un programa de medioambiente y reciclaje.

Muchas de estas personas huyen a Jordania, a los campos de refugiados. El Reino Hachemita da albergue ya a cientos de miles de iraquíes, que en la última década han huido de la violencia que hace estragos en un país sumido en el desgobierno desde la caída del régimen de Sadam Hussein.

A ellos hay que sumar a quienes escapan, casi con lo puesto, de la guerra civil y el caos que han hecho de la de Siria la mayor emergencia humanitaria en décadas. Otro medio millón de personas acogidas en campos en Jordania. Tres millones han salido ya del país, según las últimas cifras publicadas. Muchos de ellos también huyen ahora de los  ataques en Al Raqa, dominada por los fanáticos del EI y de la ciudad de Alepo.

La mayoría de los refugiados se ven obligados a sobrevivir en un estado de pobreza y miseria, malas condiciones higiénicas y sin asistencia sanitaria.

Manos Unidas aprobó en julio un proyecto de emergencia de la congregación de Don Orione, en las ciudades de Amman y Zarqa (la segunda más importante del país), para socorrer a refugiados iraquíes que, tras pasar la frontera, se encuentran en situación lamentable.

Unos meses antes, en noviembre, habíamos recibido otra llamada de emergencia, también de los  de los padres orioninos, que se veian desbordados por el incremento de las peticiones de ayuda de los decenas de miles de sirios que cruzaban las fronteras “Con el trauma como único equipaje”.

(Manos Unidas)