ZENIT

El mundo visto desde Roma

Servicio diario - 06 de septiembre de 2014

La frase del día sábado 6

Las Bienaventuranzas no son una moral, ni una filosofía, nada de eso. Las Bienaventuranzas expresan sencillamente la experiencia de Jesús. P. Adolfo Chércoles, sj

 


El papa Francisco

Francisco a Cuba: las lecciones de la Virgen de la Caridad del Cobre
El Papa invita al arzobispo García Ibañez a compartir la alegría, a no sucumbir ante las adversidades y a permanecer en el camino del bien

Santa Sede

ONU: el Vaticano pide medidas concretas para Irak
Los líderes religiosos condenen las atrocidades, bloquear suministro de armas y fondos, mismo indirectos al Estado Islámico. Dar ayuda a los desplazados programando que puedan regresar

Rome Reports

Parroquias de Estados Unidos recaudan fondos para cristianos de Irak (Vídeo)
Se destinarán a enviar ayuda humanitaria y a reconstruir la Iglesia iraquí

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El día del santo de una persona es siempre una fecha especial. Para no olvidarse de felicitar a amigos o familiares se ha diseñado Santoral

Espiritualidad

Libros: Jesús: ¿Existió de verdad? Tras las huellas de Jesús
Entrevista con la autora, la italiana Valentina Alberici

Centinela
XXIII Domingo Ordinario

Beata Eugenia Picco - 7 de septiembre
«Desde un hogar desestructurado, pasando por la asfixia espiritual de un ambiente mundano, halló la paz y la felicidad en el convento parmesano de las Pequeñas Hijas de los Sagrados Corazones de Jesús y de María»


El papa Francisco


Francisco a Cuba: las lecciones de la Virgen de la Caridad del Cobre
El Papa invita al arzobispo García Ibañez a compartir la alegría, a no sucumbir ante las adversidades y a permanecer en el camino del bien

Por Redacción

CIUDAD DEL VATICANO, 06 de septiembre de 2014 (Zenit.org) - El papa Francisco ha enviado al arzobispo metropolíta de Santiago de Cuba, Dionisio Guillermo García Ibáñe, presidente de la Conferencia Episcopal del país, una misiva en ocasión de la Natividad de María, Fiesta de la Virgen de la Caridad del Cobre, que se celebra el 8 de septiembre. 

En la misma le recuerda que hace pocos días fue colocada una imagen de la Virgen de la Caridad del Cobre, patrona de Cuba, en los jardines del Vaticano. Y le indica "las lecciones importantes que nos enseña la Virgen de la Caridad del Cobre, útiles para el hoy y el mañana": "Tener alegría y compartirla con los que nos rodean. Levantar el corazón y no sucumbir ante las adversidades, permanecer en el camino del bien, ayudando infatigablemente a los que están oprimidos por penas y aflicciones".

Querido Hermano:

Hace pocos días, la Venerada Imagen de la Virgen de la Caridad del Cobre fue colocada en los Jardines Vaticanos. Su presencia constituye un recuerdo evocador del afecto y la vitalidad de la Iglesia que peregrina en esas luminosas tierras del Caribe, que, desde hace más de cuatro siglos, se dirige a la Madre de Dios con ese hermoso título. Desde las montañas de El Cobre, y ahora desde la Sede de Pedro, esa pequeña y bendita figura de María, engrandece el alma de quienes la invocan con devoción, pues Ella nos conduce a Jesús, su divino Hijo.

Hoy que se celebra con fervor la fiesta de María Santísima, la Virgen Mambisa, me uno a todos los cubanos, que ponen sus ojos en su Inmaculado Corazón, para pedirle favores, encomendarle a sus seres queridos e imitarla en su humildad y entrega a Cristo, de quien fue la primera y mejor de sus discípulos.

Cada vez que leo la Escritura Santa, en los pasajes en que se habla de Nuestra Señora, me llaman la atención tres verbos. Quisiera detenerme en ellos, con el propósito de invitar a los pastores y fieles de Cuba a ponerlos en práctica.

El primero es alegrarse. Fue la primera palabra que el arcángel Gabriel dirigió a la Virgen: «Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo» (Lc 1,28). La vida del que ha descubierto a Jesús se llena de un gozo interior tan grande, que nada ni nadie puede robárselo. Cristo da a los suyos la fuerza necesaria para no estar tristes ni agobiarse, pensando que los problemas no tienen solución. Apoyado en esta verdad, el cristiano no duda que aquello que se hace con amor, engendra una serena alegría, hermana de esa esperanza que rompe la barrera del miedo y abre las puertas a un futuro prometedor. «Yo soy la Virgen de la Caridad», fue lo que leyeron lo tres Juanes en la tablilla que flotaba en la Bahía de Nipe. Qué lindo sería si todo cubano, especialmente la gente joven, pudiera decir lo mismo: «Yo soy un hombre de la caridad»: vivo para amar de veras, y así no quedar atrapado en la espiral nociva del ojo por ojo, diente por diente. Qué alegría siente el que ama auténticamente, con hechos diarios, y no es de los que abunda en palabras vacías, que se lleva el viento.

El segundo verbo es levantarse. Con Jesús en su seno, dice san Lucas que María se levantó y con prontitud fue a servir a su prima Isabel, que en su ancianidad iba a ser madre (cf. Lc 1,39- 45). Ella cumplió la voluntad de Dios poniéndose a disposición de quien lo necesitaba. No pensó en sí misma, se sobrepuso a las contrariedades y se dio a los demás. La victoria es de aquellos que se levantan una y otra vez, sin desanimarse. Si imitamos a María, no podemos quedarnos de brazos caídos, lamentándonos solamente, o tal vez escurriendo el bulto para que otros hagan lo que es responsabilidad propia. No se trata de grandes cosas, sino de hacerlo todo con ternura y misericordia. María siempre estuvo con su pueblo en favor de los pequeños. Ella conoció la soledad, la pobreza y el exilio, y aprendió a crear fraternidad y hacer de cualquier lugar en donde germine el bien la propia casa. A Ella le suplicamos que nos dé un alma de pobre que no tenga soberbia, un corazón puro que vea a Dios en el rostro de los desfavorecidos, una paciencia fuerte que no se arredre ante las dificultades de la vida.

El tercer verbo es perseverar. María, que había experimentado la bondad de Dios, proclamó las grandezas que él había hecho con Ella (cf. Lc 1,46-55). Ella no confió en sus propias fuerzas, sino en Dios, cuyo amor no tiene fin. Por eso permaneció junto a su Hijo, al que todos habían abandonado; rezó sin desfallecer junto a los apóstoles y demás discípulos, para que no perdieran el ánimo (cf. Hch 1,14). También nosotros estamos llamados a permanecer en el amor de Dios y a permanecer amando a los demás. En este mundo, en el que se desechan los valores imperecederos y todo es mudable, en donde triunfa el usar y tirar, en el que parece que se tiene miedo a los compromisos de por vida, la Virgen nos alienta a ser hombres y mujeres constantes en el buen obrar, que mantienen su palabra, que son siempre fieles. Y esto porque confiamos en Dios y ponemos en Él el centro de nuestra vida y la de aquellos a quienes queremos.

Tener alegría y compartirla con los que nos rodean. Levantar el corazón y no sucumbir ante las adversidades, permanecer en el camino del bien, ayudando infatigablemente a los que están oprimidos por penas y aflicciones: he aquí las lecciones importantes que nos enseña la Virgen de la Caridad del Cobre, útiles para el hoy y el mañana. En sus maternas manos pongo a los pastores, comunidades religiosas y fieles de Cuba, para que Ella aliente su compromiso evangelizador y su voluntad de hacer del amor el cimiento de la sociedad. Así no faltará alegría para vivir, ánimo para servir y perseverancia en las buenas obras.

A los hijos de la Iglesia en Cuba les pido, por favor, que recen por mí pues lo necesito. Que Jesús los bendiga y la Virgen Santa los cuide siempre.
Fraternalmente,

FRANCISCO PP. 

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Santa Sede


ONU: el Vaticano pide medidas concretas para Irak
Los líderes religiosos condenen las atrocidades, bloquear suministro de armas y fondos, mismo indirectos al Estado Islámico. Dar ayuda a los desplazados programando que puedan regresar

Por H. Sergio Mora

CIUDAD DEL VATICANO, 06 de septiembre de 2014 (Zenit.org) -  El observador permanente de la Santa Sede ante las Naciones Unidas en Ginebra, en la XXII sesión especial del Consejo de Derechos del Hombre dedicada a Irak, expresó la posición de la Santa Sede. Lo hizo el 1 de septiembre, si bien recién este viernes 5, el texto oficial fue publicado en el Osservatore Romano. 

 Mons. Tomasi indica que el autoproclamado Estado Islámico no protege los derechos humanos de las personas, como lo demuestran las atrocidades perpetradas, e indica que en este caso la comunidad internacional tiene la responsabilidad de intervenir. Por ello pide que se ayude a los desplazados evitando entretanto que se perpetúe esa situación, ya que esos pueblos tienen derecho a vivir en sus tierras y practicar sus religiones.

Indica además que es necesario bloquear el flujo de armas y dinero, mismo indirecto al Estado Islámico, pide que los autores sean perseguidos por la justicia, y exhorta a los líderes religiosos de los diversos credos a condenar estos crímenes.

El observador permanente de la Santa Sede inicia su discurso indicando que es evidente “la trágica incapacidad de respetar estos derechos fundamentales es evidente en el autoproclamado Estado Islámico (EI)”. Y lo demuestra que “las personas son decapitadas cuando afirman la propia fe; las mujeres son violadas sin piedad y vendidas al mercado como esclavas; los niños son obligados a combatir; los prisioneros son masacrados contradiciendo toda norma jurídica”.

El arzobispo italiano señala que “cuando un Gobierno no es capaz de garantizar la seguridad de las víctimas, seguramente se aplica a este caso” existe una responsabilidad de protección internacional. Y que por lo tanto “es necesario adoptar con urgencia y decisión, medidas concretas para detener al injusto agresor, para restablecer una paz justa y para proteger a todos los grupos vulnerables de la sociedad”. Aunque advierte que “es necesario cumplir pasos adecuados para alcanzar tales objetivos”.

Además señala la necesidad de que “todos los actores regionales deberían condenar de manera clara el comportamiento brutal y bárbaro, de los grupos criminales que combaten en el Este de Siria y en el norte de Irak”.

Advierte entretanto que “la sociedad civil en general y las comunidades religiosas no tienen que ser un instrumento de juegos geopolíticos”, ni tienen que ser vistas como un “objeto de indiferencia” debido a la identidad religiosa”. Y concluye que si la protección no es eficaz, no es protección.

Precisa por lo tanto que en este panorama “las agencias de las Naciones Unidas en colaboración con las autoridades locales tienen que dar ayuda humanitaria, agua, alimentación y reparo a quienes huyen de esta violencia”. Sin olvidar que se trata de una “ayuda que tiene que ser de emergencia porque los desplazados tienen el derecho de regresar a sus habitaciones y lugares de culto y vivir con seguridad”.

El Vaticano por lo tanto pide a las Naciones Unidas: “Bloquear el flujo de armas y el mercado clandestino del petróleo, y al apoyo indirecto al EI”. Y subraya que “los autores de estos crímenes contra la humanidad tienen que ser perseguidos con determinación”.

Monseñor Tomasi recuerda además la reciente misiva del papa Francisco al secretario general de la ONU Ban Ki-moon, en la que solicita acciones concretas de solidaridad, asistencia, y permitir el retorno a sus ciudades. 

El observador permanente de la Santa Sede señala otro punto no menos importante: “La experiencia nos enseña que una respuesta insuficiente, o peor aún la inacción total, muchas veces lleva a un ulterior aumento de la violencia”. Y advierte que si no se interviene para proteger a la población de Irak, “será un duro golpe a la credibilidad de los grupos e individuos que tratan de promover los derechos humanos y el derecho humanitario”.

El representante del Vaticano al concluir su discurso indica un punto fundamental para detener este conflicto: “Los líderes de las diversas religiones tienen la responsabilidad de hacer entender que ninguna religión puede justificar estos crímenes crueles y bárbaros”, porque “como única familia humana somos custodios de nuestros hermanos”.

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Rome Reports


Parroquias de Estados Unidos recaudan fondos para cristianos de Irak (Vídeo)
Se destinarán a enviar ayuda humanitaria y a reconstruir la Iglesia iraquí

Por Redacción

ROMA, 06 de septiembre de 2014 (Rome Reports) - Para ver el vídeo hacer click aquí.

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Los proyectos con los que la fundación del Papa quiere cambiar el modo de educar (Vídeo)
Analizaron cómo transmitir a los niños una cultura del encuentro

Por Redacción

ROMA, 06 de septiembre de 2014 (Rome Reports) - Para ver el vídeo hacer click aquí.

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Una App para conocer a los santos y felicitar a los amigos (Vídeo)
El día del santo de una persona es siempre una fecha especial. Para no olvidarse de felicitar a amigos o familiares se ha diseñado Santoral

Por Redacción

ROMA, 06 de septiembre de 2014 (Rome Reports) - Para ver el vídeo hacer click aquí.

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Espiritualidad


Libros: Jesús: ¿Existió de verdad? Tras las huellas de Jesús
Entrevista con la autora, la italiana Valentina Alberici

Por Anna Rotundo

ROMA, 06 de septiembre de 2014 (Zenit.org) - Regalar la emoción de observar desde cerca alguno de los testimonios sobre Jesús más antiguos que han llegado hasta nosotros. Es este uno de los objetivos del libro “Jesús: ¿Existió de verdad? Tras las huellas de Jesús” publicado en español por la editorial Palabra.

La autora -la italiana Valentina Alberici, titulada en Economía empresarial y trabajadora en el campo de la informática- cultiva desde hace mucho tiempo una gran pasión por la historia, dedicándose con frecuencia a investigaciones en el campo histórico-artístico. Nos encontramos con ella para hacerle algunas preguntas.

¿Cómo nació este libro?
--Valentina Alberici: Nació de manera inesperada, cuando mi hija me preguntó: “Mamá, ¿Jesús de verdad existió? Entonces empecé a buscar material que me ayudara a responderle desde un punto de vista histórico, de manera precisa y documentada. Con gran sorpresa, me di cuenta de que los libros que pude revisar descuidaban esta dimensión. Entonces decidí ponerme a trabajar para llenar este vacío.

¿Cómo describiría esta obra?
--Valentina Alberici: Elegí proponer al lector un viaje alrededor del mundo tras las huellas de Jesús, privilegiando aquellos lugares en los que es posible ver estas huellas con los propios ojos, invitándolo a sacar sus propias conclusiones. Los lugares visitados son fascinantes y a veces impredecibles. Además, en cada etapa nos tomamos un tiempo para profundizar sobre alguna curiosidad relacionada con el lugar. La etapa en el Monasterio de Santa Catalina en el desierto del Sinaí, por ejemplo, nos da la oportunidad para conocer la historia sobre el extraordinario descubrimiento del Códice Sinaítico, uno de los manuscritos cristianos más valiosos del mundo.

Y así sucesivamente, pasamos por una serie de etapas que nos llevan a conocer varias partes del mundo y que permiten acceder a instituciones que son verdaderos “templos del saber”, invitando cada vez al lector a asumir el papel de papirólogo o de arqueólogo y a observar desde cerca las fuentes sobre Jesús que se están examinando. Se tendrá así la oportunidad de acercarse a los manuscritos más antiguos de los cuatro evangelios, a los papiros con las cartas de Pablo, y también a textos apócrifos como el famoso manuscrito de Nag Hammadi que contiene el Evangelio según Tomás y a muchos otros preciosos testimonios sobre Jesús.

Cada etapa termina en una tabla de resumen –un verdadero identikit- de lo que se ha visto, en la que se ofrecen todas las informaciones necesarias para poder visitar personalmente el lugar o, más cómodamente, a través de internet, para verificar cuanto se ha descrito.

Los capítulos centrales del libro representan las etapas de este viaje, el capítulo inicial y final sirven, en cambio, para ofrecer los instrumentos necesarios para interpretar de forma adecuada las huellas especificadas, de manera que cada uno pueda responder por sí mismo a la pregunta: ¿Existió de verdad Jesús?

¿A quién se dirige?
--Valentina Alberici: El libro se dirige a las personas que quieran empezar a “familiarizarse” con lo que la historia ha conservado en relación con Jesús. Algunas reflexiones de fondo pueden ayudar a quien corra el riesgo de quedar desorientado frente a algunas afirmaciones sobre Jesús que a veces uno encuentra navegando en internet, afirmaciones como: “Jesús no existió” o “Jesús es un mito” o también “los Evangelios no son confiables”, etc… En este sentido, internet ofrece oportunidades extraordinarias que he tratado de destacar y valorizar en este libro.

Para adquirir una o más copias del libro hacer click aquí.

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Centinela
XXIII Domingo Ordinario

Por Mons. Enrique Díaz Diaz

SAN CRISTóBAL DE LAS CASAS, 06 de septiembre de 2014 (Zenit.org) - Ezequiel 33, 7-9: “Te he constituido centinela para la casa de Israel”

Salmo 94: “Señor, que no seamos sordos a tu voz”

Romanos 13, 8-10: “Cumplir perfectamente la ley, consiste en amar”

San Mateo 18, 15-20: “Si tu hermano te escucha, lo habrás salvado”

Después de un día de ayuno y oración, los servidores de la misión de Bachajón se disponen a recibir su “cargo” o ministerio. Con toda seriedad tienden sus petates, acomodan sus flores, las cruces, los signos, mil pequeños detalles que expresan toda la importancia del servicio. Entre los muchos servicios que cada año se inician o se renuevan, me llaman la atención dos: los “jcanan lum” y los “jmucubtesej otanil”. Es decir los “cuidadores de la tierra” y los “fortalecedores” o animadores del corazón. Mientras unos se enfrentan a un ambiente consumista, destructor y saqueador de la madre tierra; los segundos tienen que lidiar con el desaliento, las divisiones, los pequeños y grandes problemas de las personas. Tanto unos como otros entienden su responsabilidad como un verdadera servicio y se constituyen en “cuidadores”, “centinelas” y “faros de luz”, que deben desgastarse para dar vida a su pueblo. Los primeros proponen métodos orgánicos de cultivo, evitan la desforestación y vigilan las reservas; los otros, tratan con las personas, buscan diálogos y caminos de solución, proponen acuerdos. “La vigilancia y el cuidado los entendemos como un servicio que debe realizarse con mucha ternura y comprensión hacia la tierra y hacia las personas”

¿Necesitaremos hoy en día centinelas? Hay fraccionamientos, edificios y colonias que tienen algo parecido, pero por desgracia no pueden dar alerta sobre todos los males que perjudican a los ciudadanos. Ante la inseguridad, la violencia y la corrupción suenan actuales y urgentes las palabras dirigidas a Ezequiel: “te he constituido centinela de la casa de Israel”, que unidas a las palabras de Jesús respecto a la corrección fraterna nos dan pistas muy valiosas para el momento presente. No parece que a Ezequiel se le confíe el cargo de policía o de la flamante “gendarmería” destinada a luchar contra el crimen organizado. No, Ezequiel no es un guardián que cuide el orden y que deba corregir y detener a criminales. Su misión tiene un sentido más profundo, es la responsabilidad de un hermano preocupado por su hermano. Alguien que lo cuide, lo proteja, lo alerte y lo acompañe. No lo constituye el Señor en guardián que vaya detrás de sus hermanos juzgando sus acciones y haciendo la vida imposible. Esas funciones con frecuencia las adoptamos nosotros y somos capaces de juzgar hasta lo que no sucede y de condenar a los demás sin conocer sus verdaderas intenciones.

El centinela es como un faro en la oscuridad: tiene que estar siempre allí para prevenir, para proteger, para iluminar. El centinela, igual que el faro, tiene la obligación de alertar, de hacer sonar su sirena, y no podrá estar tranquilo hasta que despierte la conciencia del otro. Un barco que se estrella contra los acantilados es el peor fracaso del faro. El hermano que se destruye o destruye la comunidad no solamente es culpa suya, también es responsabilidad nuestra. Tenemos que tener muy clara la misión: no podemos actuar por el otro, no podemos hacer las tareas del hermano, pero sí tenemos que despertar la conciencia. No puedo hacer la tarea del otro, pero sí puedo despertar su responsabilidad. Cuando es más densa la oscuridad y cuando arrecia más la tormenta, entonces aparecen con mayor claridad y son más valiosas las luces del faro. No puede el faro suprimir la oscuridad ni la tormenta, pero puede manifestar los peligros y mostrar un camino seguro. Hay quienes cuando llega la tormenta reniegan, despotrican e insultan, les echan la culpa a los otros. El faro simplemente ilumina, llama y conduce. Abre caminos para el que se sentía perdido, renueva la esperanza del que ya no tenía ganas de luchar.

El centinela deberá discernir y juzgar entre las cosas que llegan a la ciudad, no manifiesta únicamente las cosas negativas, no es un juez que esté al acecho para condenar. El centinela se goza y se alegra al descubrir y anunciar buenas nuevas. Se siente feliz al señalar los triunfos y al resaltar su presencia. Tendrá que ayudar a descubrir los pequeños gérmenes de verdad, los indicios de justicia y las luchas nobles por la paz. Tendrá que despertar esperanza y alentar los esfuerzos sinceros por el bienestar de la comunidad. Es cierto que la convivencia en la familia, en la comunidad o en la sociedad, sea del tipo que sea, se ve deteriorada constantemente por múltiples factores que rompen y condicionan las relaciones entre compañeros, familiares y amigos. Pero el centinela no está para condenar, sino para prevenir, para corregir y para dar nuevos caminos y nuevas opciones.

Como a Ezequiel, a cada uno de nosotros se nos confía esta misión. Es cierto que dentro de la Iglesia y de la sociedad hay personas que tendrían una mayor obligación de cumplir esta tarea, pero todos tenemos la responsabilidad de ser centinelas que ayuden a señalar, a conducir y a encaminar. No podemos adoptar la actitud de Caín cuando se le pregunta por Abel: “¿Soy acaso el guardián de mi hermano?”. Todos tenemos la obligación del amor por el hermano. Todos debemos ser lo suficientemente críticos para develar la mentira cuando se disfraza de honestidad, para desenmascarar las injusticias y descubrir la maldad. Ah, pero tenemos que tener mucho cuidado porque podemos deformar esta misión y convertirnos en criticones exacerbados de los demás, mientras somos complacientes con nuestras propias faltas. La misión no es condenar sino animar aun a aquel que con fatiga y esfuerzo va dando tumbos en busca de la verdad y del bien.

Dentro de la comunidad nadie puede vivir aisladamente y a todos nos toca ser responsables del caminar de la comunidad. Cristo lo expresa de una manera muy bella al manifestar que cuando dos se ponen de acuerdo para pedir algo seguramente lo lograrán. Cuando se rompe la coraza del individualismo y se unen los esfuerzos para buscar el bien común, se alcanzan objetivos nunca soñados. En cambio, cuando cada quien persigue sus propios intereses, se va minando la confianza, se destruye la fraternidad. El mejor ejemplo de corrección fraterna es el mismo Jesús. Todas las recomendaciones que ahora nos da, las ha vivido de una manera plena. Nunca está de acuerdo con el pecado, pero ama al pecador, se acerca a él, le muestra su interés, le descubre su error y lo invita a la conversión. Pensemos cómo actuó con la samaritana, no la condenó, la escuchó, le ofreció su agua, su luz y le ayudó a descubrir el manantial que llevaba adentro. Recordemos a Zaqueo, tampoco lo condenó, simplemente lo trató con dignidad y le ofreció la posibilidad de alcanzar una vida mejor. Cristo es como un faro, como una luz, no hace daño a nadie, pero sí manifiesta abiertamente la realidad. No está de acuerdo con la injusticia, la denuncia, pero no condena sino que ofrece caminos de luz.

¿Asumimos nuestra responsabilidad frente a la comunidad?¿Proponemos y nos comprometemos o solamente criticamos y destruimos? ¿Cómo resolvemos los conflictos en la familia, en los grupos y en la sociedad? ¿Educamos para la reconciliación, el perdón y la paz?

Padre bueno, Tú que quieres que cada comunidad sea reflejo del amor Trinitario, concédenos el don del perdón, de la comprensión y de la generosidad para vivir en unidad. Amén

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Beata Eugenia Picco - 7 de septiembre
«Desde un hogar desestructurado, pasando por la asfixia espiritual de un ambiente mundano, halló la paz y la felicidad en el convento parmesano de las Pequeñas Hijas de los Sagrados Corazones de Jesús y de María»

Por Isabel Orellana Vilches

MADRID, 06 de septiembre de 2014 (Zenit.org) - Es cierto que el influjo positivo de la familia hacia la fe ha suscitado numerosas vocaciones a lo largo de los siglos. Pero no es una condición sine qua non para ello. Eugenia, que nació en Crescenzago, Milán, Italia, el 8 de noviembre de 1867, era hija de un matrimonio desestructurado. Su padre José Picco, ciego, fue un destacado músico de la prestigiosa Scala de Milán. Y su madre, Adelaida del Corno, se dejó llevar por la debilidad, que no fue precisamente su esposo, y se entregó en brazos de la fama y oropeles rindiendo culto a la vanidad y al fulgor del dinero. Incansable viajera, buscando tal vez una felicidad que se le resistía y que no encontraría nunca en la forma de vida disipada que solía llevar, no dudaba en dejar a la pequeña con sus abuelos. Primeramente, salía para acompañar a su marido, pero cuando un día regresó a casa sin él (desaparecido misteriosamente en el transcurso de un viaje a Rusia), continuó con sus desmanes. Y Eugenia se vio obligada a soportar al nuevo compañero de su madre, con el que ésta tuvo tres hijos más, y a escuchar todo lo estoicamente que le fue posible los reproches maternos porque soñaba para ella un futuro como artista, además de sufrir los inconvenientes creados por su amante.

Sin duda ninguna, éste no era el ambiente propicio para que se forjara una vocación. «Peligros y ocasiones tanto en casa como afuera», diría Eugenia después. Y es que su pasión adolescente, incontenible a sus 14 años, se volcó en un muchacho joven. Era hermosa y elegante; su atractivo se completaba con sus dotes para la música. Desenvuelta y libre iba y venía inmersa en la farándula. Por fortuna, una profesora, Giuseppina Allegri, experta en los conflictos que surgen a estas edades, se ocupó de ella. Debió apreciar los nobles sentimientos que poseía y orientó sus pasos hacia quienes podían ayudarla espiritualmente. Allegri le presentó a la religiosa María Virginia Pizzetti. La beata se convenció de la certeza de las palabras de Pizzetti: era Jesús el que obraba en su interior; nadie más. La presencia divina que latía en su corazón, aún sin estar familiarizada con ella todavía, le alentaba a orar creyendo y esperando recibir una respuesta tanto en la capilla de las hermanas ursulinas del Sagrado Corazón como en la basílica milanesa de San Ambrosio. Una noche de particular sufrimiento, en la primavera de 1886, a través de una imagen que pendía sobre la pared bajo la cual tenía su cama, en medio de su oración se sintió llamada a vivir la santidad.

Tenía casi 20 años y la invitación de Dios era para ella un torrente de bendiciones. Pensaba que su verdadero hogar sería la Congregación de las Pequeñas Hijas de los Sagrados Corazones de Jesús y de María, sita en Parma. Una Orden a la que se encaminó por sugerencia de las ursulinas que consideraron más oportuno que se integrase en esa fundación, valorando el hecho de que ello le permitiría escapar del ambiente asfixiante que le rodeaba en Milán. Para llevar a cabo su empeño, en agosto de 1887 tuvo que huir de su domicilio. Agustín Chieppi, artífice de esa Obra creada en 1865 junto a Anna Micheli, la acogió paternalmente. Se hizo cargo de su sufrimiento y de las circunstancias en las que había tenido que vivir. Y en agosto del año siguiente comenzó el noviciado. Profesó en presencia del fundador en 1891 y emitió votos perpetuos en 1894. El resto de su vida lo destinó a cumplir la voluntad de Dios con espíritu generoso, fiel, humilde… Ella misma sintetizaba su anhelo, diciendo: «Como Jesús ha escogido el pan, algo tan común, así debe ser mi vida, común... accesible a todos y, al mismo tiempo, humilde y escondida, como lo es el pan».

Impartió música, canto y francés a las alumnas del colegio de la Congregación. Después le encomendaron sucesivas misiones. Fue maestra de novicias, archivista, secretaria general y consejera. En 1911 fue elegida superiora general, oficio que desempeñó hasta el fin de sus días. Logró que su gobierno fructificase por su caridad, prudencia y fidelidad al carisma de su fundador. Su sostén fue la oración y la Eucaristía. En el decurso de la Primera Guerra Mundial se volcó en curar a los heridos acogidos por la comunidad en la casa madre. Pero allí acudían también los que estaban ingresados en hospitales. Ellas enseñaban a los hijos de los reclutados en el frente ya que estos muchachos no podían recibir formación. Los que nada poseían, los niños, los que nadie estimaba hallaron en Eugenia una madre. Era extraordinariamente sensible al dolor del prójimo. Seguro que en esos días aciagos, de tanto sufrimiento, recordó vivamente las palabras que les dirigía su fundador: «Tenéis que estar listas para ir hasta los campos de batalla». «Las Pequeñas Hijas tienen que estar listas a donar la última gota de su sangre para los hermanos».

Todo en Eugenia fue una suma de mortificación, obediencia e inocencia evangélicas. Supo sobrenaturalizar lo ordinario con religiosa maestría. Muchos le confiaban sus cuitas, buscaban su consejo y salían fortalecidos. Fue una gran formadora. No tuvo buena salud, y aún se debilitó más con las privaciones y sacrificios. En 1919, año en el que fue reelegida superiora general, a causa de la tuberculosis ósea se le amputó el pie derecho, un episodio dramático que acogió serenamente. Mons. Conforti, prelado de Parma, le aconsejó paternalmente: «No se gobierna con los pies, sino con la cabeza». Ciertamente. Lo que antes era ir y venir quedó «reducido», si así puede decirse, a la ofrenda en estricta oración. Nada más fecundo que ello. Las secuelas no le abandonaron y murió el 7 de septiembre de 1921. Fue beatificada el 7 de octubre de 2001 por Juan Pablo II. En su homilía recordó que «ante el sufrimiento, con los inevitables momentos de dificultad y desasosiego que entraña […], supo transformar la experiencia del dolor en ocasión de purificación y crecimiento interior».

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