10.09.14

Fue al comité preguntando: ¿es aquí donde matan a los sacerdotes?


Cuatro son los beatificados entre los fusilados del jueves 10 de septiembre de 1936: un lasaliano -Félix España Ortiz- en la provincia de Barcelona, un operario diocesano en la de Tarragona, un dominico en Madrid y un joven sacerdote diocesano -Miguel Beato Sánchez, que sufrió tres días de terrible calvario- en la provincia de Toledo.

No quiso que otros se jugaran la vida al esconderle

Tomás Cubells Miguel, de 68 años y tarraconense de La Palma, trabajó como miembro de la Hermandad de Sacerdotes Operarios Diocesanos en los colegios de vocaciones de Almería, Tortosa y Burgos y en los seminarios de Astorga, León, Tarragona y Zaragoza; y en México, primero como formador y profesor en el Seminario de Cuernavaca y luego como rector del templo Expiatorio de San Felipe de Jesús. Al comenzar la guerra estaba en Tortosa y lo acogió una señora. Pero al enterarse de las amenazas de muerte para cuantos escondieran a sacerdotes, se presentó en el ayuntamiento, donde preguntó serenamente: «¿Es aquí donde matan a los sacerdotes? Me han dicho que me buscáis. ¡Aquí me tenéis!». Ese mismo día fue asesinado.

Sus protectores consideraron un consuelo tenerlo en casa

Leoncio Arce Urrutia, de 37 años y alavés de Villarreal, profesó como dominico en 1917, estudió Teología en el colegio de Rosaryville (Estados Unidos) y se ordenó sacerdote en Nueva Orleans en 1924. Ejerció la enseñanza y la administración económica cuatro años en La Mejorada (Valladolid), tres en Ávila como administrador de la revista Misiones Dominicanas, y desde 1931 residió en el Convento del Rosario, de Madrid, en cuyo asalto el 19 de julio evitó que muriera desangrado el padre Santonja Pinsach (que, de todos modos, fue asesinado el 15 de agosto). Lo llevaron a una comisaría donde lo despojaron de los objetos de culto, reconoció que era religioso y lo dejaron libre, pero recomendándole que viviera oculto. Estuvo durante un mes dedicado a la oración y penitencia, en un hogar cuyos moradores consideraron un «verdadero consuelo tenerlo en casa». Apresado de nuevo, lo encerraron en la cárcel de Porlier, donde lo mataron el 10 de septiembre.

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